EL PUENTE QUE SE EXTIENDE DE UNA EDAD
A
OTRA
EL
puente que se extiende
de una edad a oti a
etlacl,
pur
donde
pasa
el
tiempo
sin ver, por donde pasamos
hora a hora, tanto»- años
ya,
tantos siglos,
está ahí, seguro
de sus viejos maderos, arco
único.
Sin
embargo, ¿quién se atreve a cruzarlo, aunque la claridad
esté al otro lado, y rodeada
por un alto muro la casa
se
ilumine?
Florece la rosa de
piedra en el zaguán, y, entre el espino
resplandeciente, sus símbolos
nos
traen
el
rumor de la lluvia,
lo que no sabemos dónde
se ocultará, el miedo del
ángel
que
duerme
en nuestra cabeza
y se niega a posesionarse de la habitación.
Viajeros trashumantes, mitos por ferias nocturnas o
errantes mercados, dispuestos estamos a conceder
la venta de nuestro
dominio.
Firmada la ley, lebrel
en su fundación desconocida, vamos inscribiendo nuestro
nombro en el pergamino de su magisterio.
Seremos los
centinelas dot fuerte, donde llora la víctima,
y el rey,
desde la cama, mientras se enfría el desayuno,
dicta la orden de lo oscuro
entre la seda de las colchas
y los ojos que miran
cómo se configura
el pánico
de
su diabólico anillo.
No volveremos
mús.
El
ocio
que
promulga el
edicto nos
salvará
de la ira, y entre las velas,
conocida la verdad,
murciélagos decapitados, vagaremos
por el carnaval
del
insomnio.
COMO UN BECORDATORIO QUE NO FUE ESCRI'EO
HEMOS puesto nombre
a este artilicio
que
engendra nuestro vivir.
Hemos dicho amor y no era
sino una torpe sustitución
de
maleficios y aventuras
que estaban escritos
en nosotros desde antes
de nacer.
Hemos llamado verdad
a este olortorio
de sucesos interiores que se alimentan de voces
nunca oídas, contratiempos
oscuros, pacíficos venenos.
Ah todo trabajo
de la carne
es un justo
improperio
en
nuestra
breve
temporalidad. Crece el mal
abriendo compuertas cuyo
existir
desconocíamos,
canalizando sus puñales
en muy distintas
direcciones,
apuntando hacia una víctima
que sólo en nosotros se configura.
A veces, cuando el calor huye de otros cuer¡›os y nos
da la res¡iriesta, intentamos asegurar
nuestro poder, creamos
un trópico de maldiciones, y, en esta nueva travesía, escribimos el testamento
que muchos siglos des¡›uès,
Se alzará,
seguro,
con la victoria.
en su última máscara reconocido,
Ser á el ser un día
y saliendo
de los escombros que lo coronan, contará sus oráculos
de
sombra, el beneficio
que ha obtenido del préstamo
en que se constituyó, será de nuevo el muro
que quiso sustentar, el alba
antípoda de su memoria,
y en su fugaz etapa, llave que la tiniebla apartará, mortal
perpetuo, como un recordatorio que no fue escrito,
así el espectáculo de sus mitos
entre los requiems y las palmas ennegrecidas
se
ofrecerá, y, templo
visitado
por las hormigas,
el olvido extenderá
el sudario que nunca podrá hablar
de
eternidad.
EL OJO SE SABE DONDE
SE ESCONDE SU MALDAD
EL ojo
sabe donde se esconde su maldad, y sin embargo
no renuncia a su ley, escala cada uno
de los relieves
que toca,
dilucida sufrimientos, inventa
mentiras, da calor
al frío universo
que
con
solemnidad proclama.
El día, ¿espera ver así la luz que compone su vida? ¿Quién conoce ya el sonido de sus metales
o cae
en su labiada voz?
Nunca, nunca la as entura
se decide
a cerrar su
victoria;
cree que una dorada voz llegará del espacio
y
hablará con su acero
a
lo que niega el silencio.
Pero el tiempo,
cerrada su leyenda,
logra
el triunfo,
es un ave o una
aurora invernal,
cuenta las estaciones
y a cada movimiento se detiene, sabe
escuchar
una queja, el latido que expresa
su cinerario adiós.
Ahora, el ojo —no sabeIa9OS—
penetra otra cabeza, juega
su destino
a otra suerte, recorre una galería
que
antaño me prisión, Silbe
que
su duelo desborda la noche, y los signos, desprendléndose, alcanzarán la nrill a
de su carne hecha muerte,
y, sólo así, atento como una siempe en su nidal,
el cuerpo
que circunda puede entregarse,
antes de que las piedras, lOS láticos o los cuchillos pongan en su piel la huella
de su maldición.
El
ojo esconde su maldad
licuada
en
su incesante osario gii atcirio.
DE VÉRTIGO A MEDIODÍA HAIIITAIIOS, CIEGAS DIVINIDAD ES
DE vértigo a mediodía
habitados,
ciegas divinidades
de
lo desconocido, pan que sentencia la caída del rostro,
así vuelven de su viaje por lo oscuro,
y en medio del desconcierto,
cuando el dolor queda, emplazan su cabala de pena
y iiialcliciones.
El sol, comido
por los mitos, se adentra en sus bocas, un mar creciente
se
agita en sus cuerpos como un hogar
sin llamas ni ceniza
y al fondo
de los años
inventa
el sencillo
instrumento que los señalará.
Pero el agua, vendándoles los ojos,
negándose
a
su
implacable movimiento, hará que
vuelvan
a su república de velas y sollozos, modelará su estirpe con una música
creada
para
otro
infierno:
un espejo estridente
que sólo refleja la danza de sus huesos.
buhoneros
del tedio y
el desengaño,
Amargo Auto son,
pern ol vahri de sus mantos alcanzará la otra orilla del mundo, donde
están
secas las tierras,
los
arados
tardíos,
el hambre pregonando sus sílabas
¡›oi las muertas, dondé El olVldo, la ira,
el golpe del verano y su cuchillo reparten la tristeza
como un veneno hermoso.
Dormidos astros en su
nidal,
derrotados los días,
noche
sola
la
patria,
un largo río de sangre
por su cara circula y el fuego en sus dientes se extiende
como
una alfombi a ni or-tal.
Pues amen o maldigan,
arañas del sacrificio son, afilada
vejez,
contraluz de unas mascaras
que esculpen sus cicatrices y dejan su saliva escrita
sobre muertos
y piedras.
SE HIZO LA IMAGEN
EN EL ESPEJO
SE hizo la imagen en el espejo
y, como anuncio de unas leyes
que nunca nos serían reveladas, vimos
la
vejez oscurecerse bajo la sábana,
nacer cierto maleficio
entre
las cosas,
clecir el tiempo adiós
en nuestra cruz
sola.
Al’í:lÚítS Í íls UJílllos,
ÍOF(Ié
penumbra cerrándose en la boca,
¿qué valía
una
palabra,
un
signo,
si la hora sembraba la ceniza de la muerte?
¿Qué
valía una verdad, la tizne del perdón,
si el rostro era ya exilio y
htiía
perseguido por un coro do sordos, inmortales
cuchillos?
Quien
ha
oído
abrirse
la
cerradura
del dolor,
quien
ha
tocado
una
frente
con
desesperación y
puesto
el
luto de Sus años
on una piel ardida, sabe
que, cuando
llega
el
día,
del amor sólo queda
una marca de salitre. un negro olvido.
Pues todo
amor
siempre
se rodea
de
mitos y desgracias, siembra su lluvia
de veneno
en nuestra carne o edlíica sus ruinas
para una eternidad que no puede ser obra
de una posesión
que nunca se conoce.
ESCRIBO COSAS DEL HUÉSPED QUE ME HABITA
¿Qué dirás? Hallas la vida como un mar oscuro,
oyes de sus desnudos escollos elevarse
los puñales, ves el remordimiento de su agua
negar la paz, mojar de luto tus orillas,
ceder su tinta negra por el desierto de ortigas
que unos ciegos relojes, con habilidad, abren
en tu memoria.
oyes de sus desnudos escollos elevarse
los puñales, ves el remordimiento de su agua
negar la paz, mojar de luto tus orillas,
ceder su tinta negra por el desierto de ortigas
que unos ciegos relojes, con habilidad, abren
en tu memoria.
Hoy es un día
cualquiera,
tres de junio, un día innecesario, te mueves
como un fantasma que se hiere en las cosas,
ardes bajo el continuo fuego de este páramo
del sur, esta prolongación de la muerte,
este infierno diario.
tres de junio, un día innecesario, te mueves
como un fantasma que se hiere en las cosas,
ardes bajo el continuo fuego de este páramo
del sur, esta prolongación de la muerte,
este infierno diario.
Gota a gota se
deslíe
la noche, vives, las redes del desaliento
te tienden su ceniza, suena una música de piedra,
están golpeándote contra números ciegos,
pájaros infernales, monarcas de un paraíso
que escriben su maldición sobre las tablas
de este hogar vacío, estos mudos espejos
que arañan tu prisión terrestre.
la noche, vives, las redes del desaliento
te tienden su ceniza, suena una música de piedra,
están golpeándote contra números ciegos,
pájaros infernales, monarcas de un paraíso
que escriben su maldición sobre las tablas
de este hogar vacío, estos mudos espejos
que arañan tu prisión terrestre.
Cae la lluvia
del verano, un olor a pobreza te atenaza,
no sabes qué luz te inventa, vas por las calles
como dormido, gastas la miel de tu tristeza
por un puerto mortal, no hay barcos, no hay
velas, el faro está apagado, arriba solo
el cadáver de la luna que despliega los hilos
de su azufre maldito sobre el mar.
del verano, un olor a pobreza te atenaza,
no sabes qué luz te inventa, vas por las calles
como dormido, gastas la miel de tu tristeza
por un puerto mortal, no hay barcos, no hay
velas, el faro está apagado, arriba solo
el cadáver de la luna que despliega los hilos
de su azufre maldito sobre el mar.
Por un arco
de maderos, ría abajo, conchas y cieno, te alejas
de la maldad, el llanto de los mendigos
cuya letra asesina, el duelo de una boca letal
que se ofrece junto al malecón, entre dos luces,
alba malcosida, perros que babean su pereza
alrededor de las lonjas de pescado,
de maderos, ría abajo, conchas y cieno, te alejas
de la maldad, el llanto de los mendigos
cuya letra asesina, el duelo de una boca letal
que se ofrece junto al malecón, entre dos luces,
alba malcosida, perros que babean su pereza
alrededor de las lonjas de pescado,
muchachas
cuyas sórdidas dávidas enmohecen en el fondo
de los tugurios, bajo sábanas salpicadas de orín,
descompuesto el cabello por el humo del tabaco,
la siniestra marea de un ejército que se pudre
entre sudor, vino y discordia, vanas castidades
de una edad que gira descompuesta en la lana
despintada por la saliva de cien generaciones
de borrachos.
cuyas sórdidas dávidas enmohecen en el fondo
de los tugurios, bajo sábanas salpicadas de orín,
descompuesto el cabello por el humo del tabaco,
la siniestra marea de un ejército que se pudre
entre sudor, vino y discordia, vanas castidades
de una edad que gira descompuesta en la lana
despintada por la saliva de cien generaciones
de borrachos.
Te alejas hacia otros
meridianos,
tiene que existir otro mundo, algún lugar, otro
aire, una tapia, un hoyo, un túnel, no sabes,
un amarillo espacio donde el crimen se olvide,
donde una espada de fuego, arcángel o demonio,
defienda y crucifique los puntos cardinales
del hombre, abra las trampas de la virginidad
y sus ceremonias,
tiene que existir otro mundo, algún lugar, otro
aire, una tapia, un hoyo, un túnel, no sabes,
un amarillo espacio donde el crimen se olvide,
donde una espada de fuego, arcángel o demonio,
defienda y crucifique los puntos cardinales
del hombre, abra las trampas de la virginidad
y sus ceremonias,
alguna tierra, algún
astro,
nube o subsuelo, en donde la justicia sea,
un puño vengador se levante, libere del tirano
que se embriaga en su copa de lujuria, no halle
el dolor su domicilio en el lecho del verdugo
que desata su mal diario, clausure la asfixia
sus llamas expiatorias y salve con los signos
de su turbulenta liturgia el insomnio que anida
bajo el humo de las cárceles.
nube o subsuelo, en donde la justicia sea,
un puño vengador se levante, libere del tirano
que se embriaga en su copa de lujuria, no halle
el dolor su domicilio en el lecho del verdugo
que desata su mal diario, clausure la asfixia
sus llamas expiatorias y salve con los signos
de su turbulenta liturgia el insomnio que anida
bajo el humo de las cárceles.
Oh, existe,
sombra
o planeta, y hacia allá quieres tender tu cabeza,
la costumbre del muerto que sube por tu tronco,
oír cantar aún el mar de huesos que por tus ojos
se mueve, interroga, escupe, te niega al aluvión
de pena que te arrastra a otro golfo, sótano
cada vez más oscuro, cuerda acusadora, papel
culpable, reguero de destilaciones que unifica
silencio y hambre, rezo y cadena.
o planeta, y hacia allá quieres tender tu cabeza,
la costumbre del muerto que sube por tu tronco,
oír cantar aún el mar de huesos que por tus ojos
se mueve, interroga, escupe, te niega al aluvión
de pena que te arrastra a otro golfo, sótano
cada vez más oscuro, cuerda acusadora, papel
culpable, reguero de destilaciones que unifica
silencio y hambre, rezo y cadena.
Y hacia allá
vas, tentáculo creciente, salamandra, liana
última, mientras la noche en ti se precipita,
abre hondos agujeros del olvido por tu carne,
y tú, credo solo, en su tinta germinal viertes
la sal de tus horas, el luto y la aventura
de este huésped, fénix ciego, que te habita.
vas, tentáculo creciente, salamandra, liana
última, mientras la noche en ti se precipita,
abre hondos agujeros del olvido por tu carne,
y tú, credo solo, en su tinta germinal viertes
la sal de tus horas, el luto y la aventura
de este huésped, fénix ciego, que te habita.
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