Breve biografía de un líder de paz
El ayatolá Hussein el Sader es ampliamente visto en Irak como una figura unificadora, un hombre muy respetado por sus alegatos en contra de las divisiones étnico-sectarias en el país. Además de gozar de alta estima como clérigo, es uno de los personajes públicos que posee mejor reputación y mayor prestigio en Irak, por su labor de mediación en temas religiosos y por su vocación filantrópica.
Tras el asesinato de su tío Mohammad Baqir al-Sadr por el régimen baasista en 1980, Hussein Al-Sadr fue objeto de constante hostigamiento a manos de las fuerzas de seguridad iraquíes. Después de haber sufrido repetidas torturas y una detención domiciliaria prolongada debido a su condición de chiíta (siendo el régimen de Sadam Hussein, por el contrario, de inclinación sunnita), fue arrestado 18 veces. Todavía hoy padece algunas dolencias físicas como secuela de las torturas.
Proyectos de desarrollo y ecumenismo
Sin embargo, el ayatolá nunca llamó a a venganza o al enfrentamiento entre las diferentes corrientes del islamismo, sino a la reconciliación y a la unidad. Estableció un orfanato en su ciudad natal de al-Kazimiya, y creó una red de centros de formación cultural y profesional destinados a potenciar a las mujeres iraquíes.
Su defensa de la reconciliación y del diálogo entre las diferentes comunidades religiosas y étnicas de Irak, así como sus esfuerzos incesantes para fomentar la paz y la convivencia en su país, le llevó a ser galardonado con el Premio Internacional de Coventry para la Paz y la Reconciliación en el año 2003.
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