TRADUCCIÓN

martes, 14 de enero de 2014

PERO QUE SON LOS DIEZ MANDAMIENTOS



Escucha bien lo que nos dice nuestro Padre Dios en la Biblia. No olvides que la Biblia
es la carta que te escribió a ti, que eres su hijo: “Y ahora, Israel, esto es lo único que te
pide el Señor, tu Dios: que le temas y sigas todos sus caminos, que ames y sirvas al Señor,
tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, observando sus mandamientos y

sus preceptos, que hoy te prescribo para tu bien” (Deuteronomio 10, 12-13). 




Desde el inicio te digo con toda mi convicción y amor: Los diez mandamientos son
diez recetas que Dios te ha dado para tu bien, para la verdadera felicidad, aquí
abajo, y sobre todo diez recetas para conseguir la felicidad allá arriba.
¿Te parece poco y de poca monta? 




¿Quieres ser feliz? Cumple los diez mandamientos. ¿Quieres salvarte, es decir,
salvar tu cuerpo y tu alma? Vive los diez mandamientos, con mucho amor.
Ellos, los mandamientos, son camino seguro de salvación eterna.
Sé que esta palabra, salvación eterna, te queda grande y tal vez te asuste.
No temas: es la realidad más hermosa que existe. Nadie quiere perderse.
Todos quieren salvarse, no sólo aquí abajo, sino después de nuestra
muerte, ¿no es así? 




Los mandamientos son semáforos que en tu camino hacia Dios te marcan lo
que debes hacer y lo que debes evitar; te señalan luz verde, luz roja,
luz ámbar. ¿Quieres darte un cacharrazo? Tú sabes lo que pasa cuando no
se respetan las señales de tráfico: accidentes mortales, caos, lágrimas,
muchas lágrimas. Pero si respetas las señales, te irá bien y llegarás
a tu destino, sano y salvo. 




Tú me dirás si es o no oportuno hablar hoy día, en pleno siglo XXI sobre los
diez mandamientos. ¿Crees que están pasados de moda? 




En la última conferencia sobre la carta de la tierra en Johannesburgo se
pidió quitar el Decálogo, los diez mandamientos, y se propuso otro decálogo
nuevo. El Decálogo que dio Dios a Moisés está ya desfasado –decían los grandes
de la tierra- y, sobre todo, hiere las sensibilidades de quienes no creen en Dios.
Por tanto, “hagamos” otro decálogo que guste a todos, un decálogo a la carta. 




En 1997, el expresidente soviético Gorbachev dijo lo siguiente, cuando se estaba
cociendo lo de la carta de la tierra , donde Dios está totalmente ausente y promueve
el nuevo orden mundial que apoya el inmanentismo panteísta y muchas cosas más
que no puedo explicarte en este momento: “ Hay que ayudar a la humanidad a
cambiar la visión antropológica el hombre. Se necesita hacer la transición de
la idea del hombre como rey de la naturaleza a la convicción que el hombre forma
parte de ella. Necesitamos encontrar un nuevo paradigma que reemplace
los vagos conceptos antropológicos. Esos nuevos conceptos se deberán aplicar
a todo el sistema de ideas, a la moral y a la ética, y constituirán un nuevo modo
de vida. El mecanismo que usaremos, será el reemplazo de los Diez
Mandamientos, por los principios contenidos en esta Carta o Constitución de la tierra”. 




¿Entendiste a Gorvachev?


Dime si es o no oportuno hablar hoy de los diez mandamientos cuando en la conferencia
mundial sobre la mujer celebrada hace unos años en Pekín se ha conseguido batir el récord
de las trampas del lenguaje: al asesinato del feto lo han denominado eufemísticamente
“selección sexual prenatal”, como si la trampa del lenguaje pudiera dulcificar la barbarie. 




Nada nuevo bajo el sol: antes ya habían logrado que todo el mundo hablase de eutanasia,
de buena muerte, de “muerte dulce” al referirse a la “aséptica” liquidación de un enfermo
terminal, eso sí, con música de Beethoven de fondo. 




¡Cómo no va a ser oportuno y necesario hablar o escribir sobre los diez mandamientos
cuando hoy llaman al crimen abominable del aborto “interrupción del embarazo”! 




Digamos si es o no necesario y oportuno hablar o escribir sobre los diez mandamientos
hoy, cuando ha aumentado el número de gente que cree en supersticiones, horóscopos,
magia, consulta a adivinos... en vez de creer y confiar en Dios nuestro Padre; cuando hay
gente a quien le da lo mismo venir o no venir a misa... y no le pasa nada; cuando hay
niños que protestan, insultan a sus padres o maltratan a sus profesores, faltan el
respeto a sus mayores; cuando se están introduciendo leyes nuevas en las naciones
contrarias a la ley de Dios: ley de salud reproductiva, que no es otra cosa que
“vía libre” al aborto, a la promiscuidad, al sexo libre; la ley civil y religiosa del
casamiento de homosexuales; la ley de la eutanasia y otros desmanes más. 



Dime, ¿es o no es oportuno y necesario hablar de los diez mandamientos de la ley de Dios?


Hoy más que nunca es oportuno, necesario y urgente hablar y escribir sobre los
diez mandamientos de la ley de Dios, aunque no guste a algunos. Si no,
¿quién va a parar esa ola de relativismo, escepticismo, agnosticismo ante las
cosas de Dios? ¿Quién va a parar esa ola de corrupción, degeneración,
malversación de fondos, mentiras, fraudes electorales, deshonestidades...
olas que pretenden ahogarnos? ¿Quién va a parar esa ola de libertinaje,
desenfreno, descaro pornográfico e indecencia en las películas? 




Si no hablamos o escribimos sobre los diez mandamientos, ¿quién va a parar
a esos médicos asesinos, a esos políticos inescrupulosos, a esos abogados
comprados, a esos maestros y sacerdotes -pocos gracias a Dios- pedófilos? 




¿Quién va a parar a esas parejas que sin estar casadas, ya están juntadas, viviendo
bajo el mismo techo, en la misma cama, como si fueran esposo y esposa, y no se
ruborizan, y no les importa lo que de ellos digan, pues “todos lo hacen”? 




¿Quién va a parar a esas parejas ya casadas, que ante la primera dificultad y
cambio de aire, ya prefieren dejar su pareja, sus hijos... y buscar otro compañero
sentimental y afectivo, que le llene esa carencia que necesita? 



¿Quién va a parar esa ola de narcotráfico, mafias, guerras, robos?

¿Urge o no urge hablar de los diez mandamientos?


Los diez mandamientos son camino de felicidad, de paz, de armonía, de serenidad,
de amor, de limpieza, de honradez. Y sobre todo, son el modo de demostrar a
Dios que de verdad le amas, le pones contento, y demuestras que eres su hijo bueno. 




Hoy debe volver a resonar fuerte la voz de Dios que dice: “No tendrás otros
dioses que yo”. “Amaras al Señor, tu Dios, con todo el corazón, toda tu alma y
todas tus fuerzas y a Él sólo servirás” y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. 




“Maestro, -le preguntaba el joven del Evangelio a Cristo- ¿Qué he de hacer yo
de bueno para conseguir la vida eterna?”. Y Jesús le responde: “Si quieres
entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19, 16-17). 



Es necesario que vuelvan a resonar los diez mandamientos de Dios:


mandamientos



# “Amarás a Dios sobre todas las cosas”.
# “No tomarás el Nombre de Dios en vano”.
# “Santificarás las fiestas”.
# “Honra a tu padre y a tu madre”.
# “No matarás”.
# “No cometerás actos impuros”.
# “No robarás”.
# “No dirás falsos testimonios ni mentirás”.
# “No desearás la mujer o el varón que no te pertenece...No consentirás pensamientos ni deseos impuros”.
# “No codiciarás los bienes ajenos”.

Y estos mandamientos dicen todo con claridad.


“No matarás”. No dice: “No interrumpirás el embarazo” o “No harás una selección sexual prenatal”.

“No mentirás”. No dice: “No mentirás en algunas ocasiones”.

“No cometerás adulterio”. No dice: “Cuando no te vaya bien con tu mujer, búscate otra”.

“No robarás”. No dice: “No robarás al que no te roba”.


A ti que me lees, te invito a subir conmigo al monte Sinaí con Moisés, para poder escuchar
una vez más, con nuevos oídos interiores, estos diez mandamientos, para grabarlos en tu
conciencia y en tu corazón. ¡Es Dios quién nos los ordenó! Y son para todos:
cristianos, budistas, musulmanes, judíos, creyentes o ateos. Nadie está dispensado de
ellos: El Papa, los sacerdotes, los presidentes, los reyes, los pobres y ricos, niños,
adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos. ¡Son para todos! 





Estos diez mandamientos que te iré explicando con claridad y amor deben ser una
bocanada de oxígeno y una ráfaga de luz en la oscuridad, un punto de referencia
y una sacudida moral en medio de nuestra buscada y confusa, pero comodísima
ambigüedad. Este es el código moral más antiguo de la humanidad y el único
válido para construir una hermosa civilización. 





Señor, amo tus mandamientos, grábamelos a fuego en mi corazón. Que los viva con
alegría, pues son camino para amarte y son también camino de felicidad y realización personal.

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