El 3 de enero de 1874, tras un año de
calamitosa existencia concluía la Primera República en España. Su acta de
defunción la redactó nuestro protagonista del día, el general Manuel Pavía y
Rodríguez de Alburquerque, un militar del partido progresista, que ya se había
pronunciado a las órdenes de Prim, durante el reinado de Isabel II.
Tan famoso como el general Pavía es su caballo, ya que todavía se sigue
dando por cierta la versión de que el militar se plantó en medio del salón de
sesiones y a lomos de su caballo desenvainó el sable y disolvió a los diputados.
La escena ha sido incluso pintada en alguna litografía, cuando la verdad de los
hechos es que el caballo de Pavía permaneció en el establo, ajeno a la trifulca
política.
La realidad fue muy distinta. El día Noche Buena, Pavía se había
entrevistado con Castelar, cuarto presidente la Primera República, que había
puesto un poco orden en España por lo que corría el riesgo de que los diputados
le presentasen una moción de censura. Pavía no estaba dispuesto a que se
eligiera un quinto presidente y cuando supo que la mayoría de los
parlamentarios, reunidos desde el día 2, se habían unido contra él y le estaban
buscando un sucesor en el cargo, el general Pavía mandó colocar un par de
cañones, sin carga, en las bocacalles que daban a la Puerta del Sol, y envió a
dos de sus ayudantes a que ordenaran a Salmerón que los diputados abandonaran el
Palacio. Les acompañó el coronel Iglesias, del XIV Tercio de la Guardia Civil,
el mismo que custodiaba el edificio. El ayudante se presentó a Salmerón,
presidente de la asamblea, y le dijo que tenía cinco minutos para
desalojar.
Javier Paredes.
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