En la vida de Judith
Campbell la verdad no tiene dos caras, sino tres. Fue amante del
presidente John Fiztgerald Kennedy, el jefe de la mafia
Sam Giancana y el cantante Frank Sinatra entre
1960 y 1963. De ellos, sacó tres historias y tres papeles distintos. Primero fue
poco más que alguien que pasaba por allí. Después, una simple amante que no se
enteró de nada de lo que ocurría a su alrededor. Y por último, fue la mujer que
pudo haber probado la relación de la Administración Kennedy con la mafia, pero
tuvo miedo.
Cuál de sus tres historias es la verdadera es otro de las decenas
de incógnitas que rodean la muerte y vida del 35º presidente estadounidense.
La única certeza es que Judith mintió, pero ¿cuándo?
Persiguiendo a Miss Campbell
Antes de que John
Fiztgerald Kennedy fuera asesinado, el FBI ya le seguía la pista a Judith
Campbell. En parte, por sus visitas a la Casa Blanca, pero fundamentalmente por
su relación con Sam Giancana, con quien se dejaba ver en
restaurantes, fiestas y hoteles, rodeada del círculo del hampa. "Me
perseguían, hostigaban, espiaban, intimidaban, avergonzaban, humillaban,
denigraban y me impulsaban hasta el borde de la muerte por obra y gracia del
Federal Bureau of Investigation", relata Campbell en su biografía.
Judith no mentía: la investigación existía, y se desclasificó años después.
El resultado era una bomba de relojería: quedaba probado que el
presidente de los EEUU, Sam Giancana y John Roselli estaban relacionados a
través de ella. Esto, unido al resto de informes que revelaban la conexión de
Giancana con la CIA y el intento de asesinato de Fidel Castro, convirtió a
Campbell en una testigo clave. Pero su historia quedó en el anonimato.
El director de la CIA, J. Edgar Hoover, que mantenía una nefasta relación con
Kennedy, hizo buen uso de la información. El 22 de marzo de 1962 almorzó con el
presidente, y según mantuvo en su memorándum el comité del Senado, utilizó estos
informes comprometedores como un chantaje en un momento en el
que su puesto se tambaleaba. "Lo que sucedió en aquel almuerzo no se sabrá
nunca, ya que los dos participantes han muerto", concluyó el memorándum del
comité años después. Y es cierto. Pero tras ello, Hoover siguió en su puesto y
Kennedy telefoneó a Judith Campbell, como quedó reflejado en los registros de la
Casa Blanca. Cuando un año después fue abatido a tiros, sólo quienes tenían
acceso a ese informe sabían quién era Judith Campbell, que aún disfrutó de otros
años de anonimato.
No fue hasta 1975, al tiempo que se constituyó el Comité del Senado para
operaciones de Inteligencia, cuando Judith Campbell y las relaciones de
la CIA con la mafia salieron a la luz. O más bien, las sacaron, porque
el Comité no buscaba derribar la fantasía del reino de Camelot y tenía
la firme intención de mantener la historia de Judy en la sombra. Los once
senadores votaron unánimemente no revelar ni su sexo ni su
identidad. Pero no fue posible. La mención a una "persona íntima" en la
documentación del Comité previo a los interrogatorios no pasó inadvertida para
The Washington Post que antes de que Campbell fuera interrogada,
publicó un artículo en el que se detallaba la existencia de una persona
relacionada con el presidente de EEUU y con dos figuras de la Mafia, que a su
vez estaban implicadas en los complot de la CIA para matar a Castro. Un mes
después, el nombre de Judith estaba en todas partes. Su
interrogatorio ante el Senado ya no podría ocultarse: la grieta en Camelot era
demasiado amplia.
La primera versión
Acorralada por los medios, Judith Campbell -que por entonces ya era Judith
Exner- convocó una rueda de prensa el 17 de septiembre de 1975 en San Diego, un
día antes de su interrogatorio. Apareció con gafas oscuras y relató la primera
de sus versiones de la historia: que había mantenido relaciones con Giancana y
Kennedy, pero exclusivamente de carácter íntimo.
"Mi relación con Kennedy era de una naturaleza personal y no involucró
travesuras conspirativas de ningún tipo" aseguró. "Nunca hablamos de política o
asuntos internacionales. Para mí era Jack Kennedy y no el presidente". Sentada
junto a su abogado y a su marido, aseguró que, aunque Sam sabía de su relación
con el hombre del Despacho Oval, no hablaban sobre ello. Las crónicas del día
siguiente dieron cuenta del intento de Judy por dar portazo a la polémica,
apuntalando una versión que no terminaba de encajar.
Parecía querer huir de todo aquello, pero a la vez coqueteaba con la
posibilidad de airear lo que era evidente que se estaba guardando. "¿Piensa
escribir un libro?", le preguntaron. Ella lo negó rotundamente. Judith
declaró ante el Senado, y repitió la misma versión: no había relación entre
sus affaires con Kennedy y Giancana Ninguno estaba vivo para
contradecirla.
Semanas después, su abogado confirmaba lo que todos esperaban: "Estamos
buscando el modo apropiado de contar esta complicada historia", anunció.
'My Story'
La segunda versión llegó en 1977, titulada My
Story. Con letras gruesas, prometía toda la verdad sobre "mis
relaciones íntimas con J.F Kennedy, Frank Sinatra y Sam Giancana". Una obra
escrita por el periodista Ovid Demaris, como respuesta al "sensacionalismo" con
el que la prensa había tratado el asunto de Campbell, la primera amante
reconocida de un presidente por entonces ya glorificado. "La prensa lucha como
una rata acorralada para preservar sus ilusiones manufacturadas, sus Camelots y
sus Good Ships Lollipop, y Dios salve a quien sin querer la amenace",
arranca furioso el prólogo. Judith Campbell estaba "devastada" por la imagen que
el público estadounidense tenía de ella, y quería demostrar que no era "una
fulana, una paria, una vagabunda o una chica fácil".
Pero quienes esperaban que en My Story tirase de la manta sobre las
relaciones de la Mafia y el presidente estadounidense,
encontraron un relato edulcorado destinado a probar dos cosas:
que realmente había tenido una relación con Kennedy -los asesores del presidente
habían negado ante el Senado que fuera su amante- y que ella era una buena chica
que se había enamorado de hombres problemáticos, nada más.
"No intento hacerme pasar por un ángel, pero tampoco soy una prostituta. Ni
una conspiradora", asegura. Durante trescientas páginas, Judy habla de su vida,
de sus relaciones con Sinatra, Kennedy y Sam Giancana. También con su marido y
amantes anteriores. El relato no modifica, en esencia, lo dicho ante el Senado y
la prensa, pero sí lo edulcora y, sobre todo, la exculpa. En
esta versión, las relaciones con los tres hombres no se solapan, sino que se
suceden, y ella nunca llega a estar con todos en el mismo lugar. "Sé que los
periódicos me han pintado como a una cualquiera, y supongo que para algunos lo
soy, ya que, a fin de cuentas, todo es cuestión de la moral de cada uno. Mi
situación no fue nunca de volumen, son de elección cordial. Lo importante para
mí es con quién y no con cuántos intimé. Por extraño que parezca, en el fondo
soy una puritana", escribe.
Judith da pocos detalles sobre la dimensión verdaderamente importante
de su historia: la relación de los tres hombres con los que compartió
cama, y los vínculos de la Mafia con la administración Kennedy. Campbell se
dibuja a sí misma como una mujer que desconocía lo que ocurría alrededor, que
nunca intuyó que Sam
Flood -uno de los seudónimos de Giancana- era en realidad el jefe
de una poderosa banda criminal. Tampoco supo nunca si, como más tarde ha quedado
demostrado, la Mafia consiguió que el senador Kennedy venciera en las primarias
de Estados clave. Sólo una vez, según su relato, Giancana le hizo un comentario
al respecto: "Mira, guapa, si no fuera por mí, tu amigo no estaría en la Casa
Blanca", recuerda Judy. "Pero no quería saber nada. No me interesaban los
detalles, prefería estar al margen del lado turbio de su vida".
El libro es un gigantesco "nunca supe nada". Se entretiene en detalles
íntimos sobre los encuentros sexuales, pero no va más allá del relato morboso de
la historia. Fallidos menage a trois, veladas en los mejores club de
EEUU... y un final del romance con Kennedy que desbarataba todo lo dicho hasta
entonces. Según cuenta, se acabó de una manera "natural". Las llamadas
telefónicas cesaron y ella inició una relación con Giancana, que la había estado
agasajando durante los dos años que duró el affaire con Jack. "¿Es cierto que
Sam me utilizaba porque era la amiga del presidente, como han sugerido tantos
escritores? Lo único que puedo decir es que Sam me aconsejó durante mucho tiempo
que dejara a Jack. La alegría de Sam no pudo ser mayor cuando dejé por fin de
verlo", asegura. Todo era, en suma, un lío de faldas.
My Story pretendía derribar Camelot, pero sólo construyó otro reino
imaginario que la propia Judy echaría por tierra años después.
La tercera versión
El tiempo había mitigado ya la expectación en torno a Judith Campbell cuando
reapareció. Con los años, la revelación de los incontables amoríos de JFK la
habían relegado a ser poco más que la primera que echó por tierra la idílica
imagen del matrimonio Kennedy. La mayor parte de la crítica reaccionó con
incredulidad ante My Story, convencida de que la historia de Campbell
tenía profundas lagunas, y no en lo que a asuntos íntimos se refiere. La sombra
del papel que jugó con la Mafia siempre sobrevoló sobre ella, hasta que, en
1988, le hizo frente.
"Mentí", le confesó en la chocante entrevista a People
que reseñábamos en la primera
parte de su historia. En ella, una Judith enferma decía, por tercera vez,
estar dispuesta a contar "toda la verdad". "Mentí cuando dije que yo no fui un
conducto entre el presidente Kennedy y la Mafia. Mentí cuando dije que el
presidente no estaba al tanto de mi amistad con los mafiosos. Él sabía todo
sobre mis tratos con Sam Giancana y Johnny Roselli, porque yo los veía por él,
de otra manera nunca me habría relacionado con ellos". Mentiras que Judith
justificó por un miedo insuperable, que le recordaba que todos los protagonistas
de la historia habían muerto asesinados.
La historia cambió radicalmente todo lo dicho en la conferencia de prensa,
ante el Senado y en My Story. Ella fue quien presentó a Giancana y
Kennedy; y quien más tarde actuó de correo entre ambos transportando grandes
sumas de dinero en sobres o maletines. Lo menos relevante era si había
compartido cama con ambos o no. Lo relevante es lo que presenció: el amaño de
las elecciones de Virginia Occidental, la vinculación de Giancana con la CIA y,
en suma, la profunda comunión de la Mafia con la administración.
Judith Exner pasó la siguiente década respondiendo a las dudas que generaba
su testimonio. "¿Por qué un senador, potencial presidente de los EEUU y por
tanto el hombre más poderoso el mundo, va a confiar en una chica de 26 años para
que entregue sobres con dinero a la Mafia?", le preguntó la periodista de abc
News. "Todo el mundo espera que sepa cómo pensaba Jack, y no lo sé. Sólo sé que
confiaba en ese hombre, que quería a ese hombre", contestó, mirando a
cámara.
Epílogo
Hasta que murió en 1999 no hubo más versiones de su relato, pero la historia
fue engordando. Judith desveló nuevos detalles a los periodistas Liz
Smith y Seymour Hersh, como que Robert Kennedy -
entonces, fiscal general- también estaba implicado en el complot de la CIA para
matar a Castro.
Todo ello desembocó en The
Dark Side of Camelot (1997), donde Hersh plasmó las nuevas revelaciones
de Campbell en torno al hermano del presidente, y otras de carácter íntimo que
en el pasado había negado. Campbell confirmaba el constante rumor: se había
quedado embarazada de Kennedy y había abortado. Todo lo que habia dicho en
My Story era mentira.
Pero tantos cambios de versión le pasaron factura, y cada vez su historia
contaba con menos defensores y más dudas en torno a ella. Su deteriorado estado
de salud y su reconocida adicción al cóctel de alcohol y metanfetaminas no
ayudaron a reforzar su credibilidad.
¿Inventó Judith una historia para adornar lo que vivió? ¿Suplió con fantasía
que fue sólo una amante de dos hombres fundamentales en la historia de EEUU? O
por el contrario, ¿fue una colaboradora de la Mafia y el presidente, testigo de
la profunda corrupción de la administración? ¿Mucho más que una amante o sólo
una compañera de cama? ¿Cuándo dijo la verdad?
Bárbara Ayuso
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