TRADUCCIÓN

domingo, 6 de octubre de 2013

SAN BRUNO

Habiéndome enterado, por la detallada y agradable relación de nuestro venerable hermano Landovino, del inflexible rigor con que observáis, de un modo tan sabio y digno de alabanza, vuestra Regla, y habiendo sabido de vuestro santo amor y vuestro constante interés por todo lo que se refiere a la integridad y la honestidad, se alegra mi espíritu en el Señor. En verdad, me alegro y prorrumpo en alabanzas y acciones de gracias al Señor y, sin embargo, suspiro amargamente. Me alegro, ciertamente, como es de justicia, por el incremento de los frutos de estas virtudes, pero me duelo y me avergüenzo de verme yo postrado, por mi indolencia y apatía, en la sordidez mis pecados.


 
Alegraos, pues, hermanos míos muy amados, por vuestro feliz destino y por la liberalidad de la gracia divina para con vosotros. Alegraos, porque habéis escapado de los múltiples peligros y naufragios de este mundo tan agitado. Alegraos, porque habéis llegado a este puerto escondido, lugar de seguridad y de calma, al cual son muchos los que desean venir, muchos los que incluso llegan a intentarlo, pero sin llegar a él. Muchos también, después de haberlo conseguido, han sido excluidos de él, porque a ninguno de ellos le había sido concedida esta gracia desde lo alto.
Por lo tanto, hermanos míos, tened por bien cierto que todo aquel que ha llegado a disfrutar de este bien deseable, si llega a perderlo, se arrepentirá hasta el fin, si es que tiene un mínimo de interés y solicitud por la salvación de su alma.




 
Con respecto a vosotros, mis amadísimos hermanos legos, yo os digo: Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque veo la magnificencia de su misericordia sobre vosotros, por lo que me ha contado vuestro prior y padre amantísimo, el cual está muy satisfecho y contento de vuestro proceder. Alegrémonos también nosotros porque, sin haberos dedicado al estudio, el Dios poderoso graba en vuestros corazones no sólo el amor, sino también el conocimiento de su santa ley. En efecto, vuestra conducta es una prueba de vuestro amor, como también de vuestra sabiduría. Porque vuestro interés y cautela en practicar la verdadera obediencia pone de manifiesto que sabéis captar el fruto dulcísimo y vital de la sagrada Escritura.


                      Sanbruno 


 

 
 
Fray Bruno, a sus hermanos predilectos en Cristo: saludos en el Señor.
Por la detallada y consoladora relación de nuestro buen hermano Landuino, tengo noticia del inflexible rigor con que seguís una observancia razonable y verdaderamente digna de encomio. Me ha hablado de vuestro santo amor e infatigable celo por cuanto se refiere a la pureza de corazón y a la virtud. Por todo ello se alegra mi espíritu en el Señor. Sí, me alegro en verdad y me siento motivado a alabar y a dar gracias al Señor; y sin embargo, suspiro amargamente. Me alegro, como es justo, al ver incrementarse los frutos de vuestras virtudes; pero me duelo y avergüenzo de permanecer estancado y negligente en la miseria de mis pecados.
 
 
 
Alegraos, pues, mis carísimos hermanos, por vuestra feliz suerte y por las abundantes gracias que la mano del Señor ha derramado sobre vosotros. Alegraos de haber escapado de los muchos peligros y naufragios del tempestuoso mar del siglo. Alegraos de haber alcanzado el reposo tranquilo y seguro del más resguardado puerto. ¡Cuántos lo han deseado, cuántos han luchado por ello y, sin embargo, no lo han conseguido! Otros muchos, después de haberlo alcanzado, son excluidos de él, porque a ninguno de ellos se le había concedido esta gracia de lo alto.
Tened por cierto, hermanos míos, que todo el que llega a perder, por la causa que sea, este ansiado bien después de haberlo gustado, lo lamenta luego toda la vida, si tiene algún interés o preocupación por la salvación de su alma.
De vosotros, mis carísimos hermanos laicos, digo que mi alma glorifica al Señor al ver las grandezas de su misericordia sobre vosotros, según el informe de vuestro Prior y padre amantísimo, que se siente lleno de gozo y santo orgullo por vosotros. También yo me alegro, pues, aunque no seáis letrados, el Dios todopoderoso graba con su dedo en vuestros corazones, no sólo el amor sino también el conocimiento de su santa ley. Con vuestras obras, en efecto, demostráis lo que amáis y conocéis. Porque practicáis con todo cuidado y celo posibles la verdadera obediencia, que es el cumplimiento de la voluntad de Dios y la clave y el sello de toda observancia espiritual. Obediencia que no existe nunca sin mucha humildad y gran paciencia, y que siempre va acompañada del casto amor de Dios y de la verdadera caridad. Lo cual pone de manifiesto que recogéis sabiamente el fruto suavísimo y vital de las divinas Escrituras.
Permaneced, pues, hermanos míos, en el estado que habéis alcanzado, y evitad como la peste esa pandilla malsana de vanidosos legos que difunden sus escritos supersticiosos, musitando lo que ni entienden ni aman, y contradiciéndolo con sus palabras y obras. Ociosos y giróvagos, murmuran de los buenos religiosos y se tienen por dignos de alabanza si infaman a quienes la merecen; toda regla u obediencia les resulta odiosa.
Quise retener conmigo a fray Landuino, por sus muchas y graves enfermedades. Pero él, como estando sin vosotros nada encuentra sano, alegre, confortante ni provechoso, no ha consentido. Con muchas lágrimas y suspiros me ha demostrado en cuánta estima os tiene y con qué entrañas de perfecta caridad os ama a todos. Así que no quise presionarle en modo alguno, por temor de lastimarle a él o a vosotros, tan estimados por mí por el mérito de vuestras virtudes. Por esto, hermano míos, os pongo de aviso y os ruego humilde y encarecidamente que la caridad que lleváis en vuestros corazones se manifieste en obra con vuestro Prior y padre amadísimo, suministrándole con atención y delicadeza cuanto necesite su quebradiza salud. Es posible que rechace vuestras atenciones y cuidados, prefiriendo poner en peligro su salud y aun su vida antes que omitir un punto de la penitencia corporal, pero esto evidentemente no puede permitirse. Quizá lo haga por rubor de verse en esto el último quien es el primero de la comunidad, temiendo que alguno de vosotros tome de ahí ocasión para hacerse más tibio o remiso, temor que juzgo totalmente infundado. Y para que no os veáis impedidos de prestarle este favor, os permito que hagáis, sólo en esto, mis veces y podáis obligarle respetuosamente a tomar cuanto hayáis preparado para mejora de su salud.
En cuanto a mí, hermanos, sabed que mi único deseo después de Dios es el ir a veros. Y en cuento pueda lo haré, con la ayuda del Señor.
 
 
 
Profesión de fe de San Bruno a la hora de su muerte
 
 1 Sumario Hicimos lo posible para recoger la profesión de fe de Maestro Bruno, pronunciada delante de todos sus hermanos reunidos, cuando él sintió que se aproximaba la hora de entrar en el camino por el que pasa todo ser vivo, pues él nos tenía pedido, de manera muy expresa, de ser testimonios de su fe ante Dios.
 
TEXTO DE LA PROFESIÓN
 
 2 1.Creo firmemente en el Padre, y en el Hijo, y en el Espíritu Santo; en el Padre no engendrado, en el Hijo unigénito, en el Espíritu Santo procedente de ambos, y que estas Tres personas son un solo Dios.
 
2.Creo que este mismo Hijo de Dios fue concebido por el Espíritu Santo de María, la Virgen. Creo que la Virgen era castísima antes del parto, virgen en el parto y después del parto permaneció totalmente virgen. Creo que el mismo Hijo de Dios fue concebido entre los hombres como hombre verdadero, mas sin pecado. Creo que el mismo Hijo de Dios fue hecho preso por los judíos3, maltratado, injustamente atado, escupido, azotado, muerto, sepultado. Bajó a los infiernos para librar a los suyos allí cautivos. Bajó para nuestra redención, y resucitó y ascendió a los cielos, y volverá de allí a juzgar a vivos y a muertos.
 
3.Creo en los sacramentos en que la Iglesia cree y venera, y expresamente que 1o consagrado en el altar es verdadero Cuerpo, verdadera Carne y verdadera Sangre del Señor nuestro Jesucristo, a quien también nosotros recibimos para la remisión de nuestros pecados y en la esperanza de la eterna salvación. Creo en la resurrección de la carne, en la vida eterna. Amén.
 
4.Confieso y creo en la santa e inefable Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios natural, de una sola sustancia, de una sola naturaleza, de una sola majestad y de un sólo poder. Y profesamos que el Padre no ha sido engendrado ni creado, sino que es ingénito. El mismo Padre de nadie tiene su origen. De él recibió el Hijo su nacimiento, y el Espíritu Santo su procedencia. Es, pues, fuente y origen de toda Divinidad. Y el mismo Padre, inefable por esencia, engendró inefablemente de su sustancia al Hijo, pero no engendró otro ser que lo que El es, Dios a Dios, la Luz a la Luz. De él, por lo tanto, es toda paternidad en el cielo y en la tierra. Amén.

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