domingo, 18 de mayo de 2014

JUAN PABLO I, MI OTRO JUAN



http://www.papaluciani.com/ita/voce.htm



Para desentumecerme las piernas

El 14 de noviembre de 1976, el Patriarca Luciani había sido invitado a presidir una celebración en Frassinelle Polesine por el XXV aniversario del aluvión del Po. "Llegó a mi parroquia para recordar en la fe a las 84 víctimas del "camión de la muerte" y para dar gracias junto a los obispos, a los párrocos y a tanta gente por la solidaridad humana que se volcó en el Polesine con ese sacrificio. Llovía. Me quedé duro cuando vi a don Diego - su nuevo secretario - llegar delante de la iglesia sin el Patriarca. Entrando en el pueblo, en efecto, había pedido de hacer un poco de camino a pie "para desentumecerse las piernas". Un modo como otro de romper el protocolo y llegar a la iglesia mezclado entre la gente".

don Licio Boldrin





Un cortejo inesperado

"A los enfermos y sufrientes, el patriarca reservará, también en Venecia, una particular atención. En Vittorio estaba acostumbrado a andar con libertad en las giras por los hospitales, con su sonrisa, su palabra de alivio, su chiste fácil. El secretario lo acompañaba en automóvil hasta la puerta del hospital. Mientras el obispo se iba solo solito, se quedaba en el auto a leer. En Venecia no logró nunca repetir ésta que, para él, se había transformado en una feliz "costumbre". Cuando llegaba el Patriarca, saltaba enseguida la alarma y el pobre Patriarca se encontraba de pronto rodeado de administradores, médicos, frailes y monjas. Èl saludaba alegremente, agregaba con su gesticular que parecía siempre pedir disculpas por la molestia : "No quiero robarles el tiempo precioso ... puedo ir solo ..." La respuesta era siempre igual : "¡Pero imagínese, para nosotros es un honor !" Y así se los encontraba en procesión. Su desagrado aumentaba gradualmente y, después de un breve giro, decía siempre  : "Bah ! Tal vez es mejor continuar otro día; ahora se ha hecho tarde ..." Procesionalmente lo acompañaban a la salida, mientras él, cada tanto, se paraba para "liquidarlos". "Imagínese ..., para nosotros es un deber". Una vez fuera, decía : "Pero, ¿ son siempre así ? Lástima ... estaba acostumbrado de otra forma ... O logramos hacerlo entender o tendré que renunciar a alguna visita". Y, a fuerza de decirlo, lentamente - también porque la contestación, la secularización, las luchas sindicales ... hicieron pronto su parte -, logró tener un poco más de "libertad"de circulación. Iba, entonces, el domingo a la noche, cuando sabía que iba a estar solo y más tranquilo".
don Mario Senigaglia





Un chiste con el café

"Me encontraba en Venecia (...). Me dí cuenta de que la ciudad estaba relanzando el Carnaval : era una tarde de febrero de 1978. Pasé entre los Arlequines y las Palomitas que me observaban para saber si era un sacerdote verdadero o falso ... y entré en el patriarcado con una sonrisa de alivio. Aquel día, el cardenal Luciani vino a mi encuentro, preguntándome enseguida si quería un café. "Claro - respondí - también porque no sucede todos los días de tomar un café con el Patriarca ... Y, luego tal vez, lo hacen Papa ..." No me dejó terminar de decir el chiste. Me miró casi como si quisiera reprocharme. Y, mientras subíamos las escaleras hacia la cocina, se repuso : "¡ Suerte que estamos en Carnaval ..., y que tenemos una estima grandísima del Espíritu Santo ! No sucederá, quédate tranquilo; pero, si también una desventura así debiera suceder, habrá también un café en Roma ... si nos lo darán ".
don Licio Boldrin





Los apuntes del Papa por los techos de San Pedro

A Albino Luciani, "convertido en Papa, el médico le había aconsejado pasear, por lo menos, una vez al día, pero los primeros días habían estado llenos de audiencias y tareas oficiales. Así, uno de los colaboradores le recordó al nuevo Papa que, encima del palacio apostólico, había un pequeño jardín donde iba Paulo VI en los últimos años. . Quería irlo a ver y se llevó también trabajo para hacer. Llegado al lugar, se puso a admirar la plaza que había  abajo y la ciudad de Roma; más bien, dejó las hojas de un discurso importante que estaba preparando sobre la mesa del jardín para observar libremente el panorama. Cuenta sor Vincenza que, mientras el Papa miraba con la simplicidad de un niño la gran ciudad, una ráfaga de viento hizo volar por todas partes las hojas del discurso : "¡ Socorro !", empezó a gritar, riéndose, el Papa. Llegaron bastantes para ayudarlo. Y, mientras algunos se subían a los techos y  otros bajaban a la plaza, el Papa comentaba : "¿Ve, hermana, el fin que tienen las palabras ?... también las del Papa. ¡ Son los hechos que cuentan !".

don Licio Boldrin







Un buen vaso de vinagre

Anécdota de un compañero de seminario en los días en que ambos eran seminaristas. "Un día, fuimos invitados por un párroco de una parroquia cercana a la ciudad (a decir verdad, todos los párrocos querían mucho a los seminaristas), el cual nos hizo acomodar en la cocina. Quería a toda costa ofrecer un vaso de su buen vino. Pero, ¿ cuál  fue nuestro estupor que nos dimos cuenta de que era auténtico vinagre ? ¿Qué hacer ? Un llamado a la puerta del párroco nos sacó del apuro, ¡ el lavabo nos quitó el problema ! Quedó un sólo vaso lleno, el del buen Albino. Se lo bebió hasta el fondo. ¡ Qué lección para nosotros, verdaderamente !

don Giuseppe De Cassan





Campanadas de fiesta

Acerca de la acogida y la fiesta dispensada al obispo Luciani cuando estaba de visita en una parroquia. La "fiesta" continuaba, no sólo en el "centro" sino también en los oratorios y las comunas (...). Y, de frente a tanto entusiasmo y honor, Luciani se comentaba a sí mismo : "Me parece ser un arlequín falso príncipe : soy hijo de emigrantes; soy hijo de humilde y pobre gente; me avergüenzo de tanta fiesta por mí. Pasaría mejor un poco de tiempo a rezar en la iglesia. Un poco de rojo nos lo ponemos si sirve para entrar en el Paraíso. I putèi vol al roso " (A los niños les gusta el rojo). "Excelencia, la gente quiere que Ud. se ponga encima todo el rojo, que se vea que Ud, es obispo" "Pero, don ... no es necesario; de todos modos, necesito tratar de parecerme al asno que llevaba a Jesús el día del ingreso a Jerusalén ..."

don Francesco Taffarel





La puntualidad y a la mesa con las familias

"Tal vez podía suceder que no encontrara a ninguno. Eran las seis exactas. El invierno había hecho caer durante la noche un diluvio de agua. La iglesia estaba cerrada. El obispo controla el horario en su propia agenda y después dice de ir ... a la casa  parroquial. Al sonido del timbre, se asoma el párroco, con el aliento en la garganta, y  dice : "Ma elo modo de eser kosì puntuali ko sto tempo !..." (Pero, ¡ qué modo de ser así de puntuales con este tiempo !) Y corriendo a abrir la puerta de la iglesia y hacer sonar las campanas.

Y con los enfermos en las familias, el encuentro era siempre festivo y conmovedor (...). La familia se formaba delante de la casa, mientras el jefe de familia avanzaba a saludar y a acoger al obispo que subía veloz las escaleras para el encuentro con el enfermo. Lo llamaba por su nombre, se interesaba de su enfermedad, y cómo pasaba el tiempo, los hijos, y después se recogía invitando a todos a la oración. No faltaba la "risa" para "levantar la moral". Y luego, sentados alrededor de la mesa de la cocina, la dueña de casa sacaba todo bien de Dios : postres, fruta, mientras el marido ponía en la mesa, con satisfacción, la infaltable grappa y el vino "kuél bon ... kuél de la Mesa ùltima".(Aquél bueno ... aquél de la última Misa)"

don Francesco Taffarel





- De "Humilitas" - años 1986 - 1987


Ayudada por un sacerdote desconocido

"Era una fría y lluviosa mañana de invierno, con un viento gélido que curvaba, desde las raíces, los árboles. El Obispo estaba próximo a llegar a la parroquia "de la baja" para la Misa de la hora 5.30. A lo largo del camino, una mujer cubre como puede, con su propio impermeable, al hijo, a quien tiene sujeto, y los dos, con fatiga, iban contra el viento. - "Para el auto", dijo Luciani; "aquélla es una madre que, junto al hijo, viene a la Misa y llega tarde, llueve y hace frío". - "Señora, si quiere, yo la puedo acompañar hasta la iglesia". - "Oh ! reverendo, es justo una gracia de Dios ... Llego tarde y formo parte del coro parroquial; debería encontrarme ya en la iglesia para cantar el "Benedictus" al obispo, que hoy viene para la vista pastoral. Y éste es mi hijo; es monaguillo y tiene que llevar el "bastòn" (báculo episcopal) del obispo". después de algún kilómetro, la señora : "Reverendo, gracias ! Casi he llegado; puedo bajar". - "Señora, responde Luciani, no se preocupe, también yo vengo de aquel lugar ...". - "Ah ! es verdad, continúa la señora. Nuestro párroco nos había dicho que esta mañana estarían también dos sacerdotes "forasteros" para las confesiones ...". En la puerta de la iglesia, baja la señora junto a su niño, mientras el obispo, sonriente, se dirige hacia la vecina casa parroquial. A las 5.30 aparecen en la puerta de la iglesia, el párroco, los monaguillos, los cantores y, con alegría y satisfacción (la iglesia estaba llena de gente, no obstante, el tiempo inclemente), acogen al obispo al sonido del órgano y al canto festivo del "Benedictus". El Obispo entra bendiciendo y divisa a la señora que se pone toda roja y le dice : "Ve, señora, que hemos llegado todos justo a tiempo y hemos hecho un buen papel ..."

don Francesco Taffarel





El sueño del secretario

"Para la Visita, había que levantarse tempranísimo para estar presente en la "Primera Misa" que, en aquellos años, era a las 5 o 5.30; algún año después, se trasladó a las 6. Pero, entonces, el madrugón del obispo era a las 4-4.30. Y no era infrecuente el caso que el mismo obispo llamara a la puerta de la habitación del secretario y dijera : "Discúlpame mucho, pero sería hora de partir". Y, en la cocina tal vez, él había preparado el café para los dos. Y, al secretario, sucedió también ésta, en una populosa parroquia, donde aquella mañana debía presidir la primera Misa. Durante la homilía, tenida siempre por el obispo en todas las Misas, el secretario se dejó vencer por el sueño. Para suerte suya, la atención de la gente estaba "vencida" por la brillante homilía del obispo, el cual, al final, dándose cuenta del caso, tocó el brazo del adormecido diciendo : "Si quieres continuar, yo ya he terminado de predicar". Y la vuelta al obispado era siempre a la noche tarde".

don Francesco Taffarel





El Patriarca en la cocina y la sopa salada

Recuerdos de la religiosa que, junto a otras dos, había servido a Mons. Luciani durante 12 años en V. Veneto, Venecia y Roma. "Con nosotras, monjas, era muy bueno. Quería que tomáramos el reposo debido y, cuando alguna estaba enferma, se hacía acompañar para saludarla, animarla y darle su bendición. Pero era siempre muy discreto. No recuerdo nunca de haberlo visto alterarse. Una vez, de Patriarca,, nos mandó a todas a una peregrinación. Al regreso, a la noche, nos hizo encontrar la leche caliente y lo necesario para la cena, todo preparado por él. "Todos, nos dijo, tenemos un "tokèt" (toque) de capacidad y, para la ocasión, debemos sacarlo fuera". Habitualmente, hablaba en dialecto véneto, también en Roma. Dos palabras le eran familiares "hermana" y "gracias". "Recuérdenlo, nos decía, che Uds. son de la familia".

"Para la ropa, los zapatos (que no quiso nunca con la hebilla), etc., teníamos que pensar siempre nosotras. Todo le iba bien; no era en absoluto rebuscado, pero limpio sí, mucho. Una vez, en verano, puse alguna gotita de agua de colonia en la sotana : se dio cuenta y me rogó gentilmente de no ponerla más. También para la comida era de gustos fáciles : sin embargo, era muy delicado de salud. Encontraba todo rico. No recuerdo nunca, en doce años, que haya mandado de vuelta un plato y, ni siquiera, que se haya lamentado. Sólo una vez, dijo : "La sopa, esta noche, está un poco salada". Pero si había invitados, cualquiera, quería que la cocina fuera óptima y presentada con sus mejores platos".


Es verdad que no sé hacer de Patriarca

"Una gran bondad tenía también por los sacerdotes; los acogía, los escuchaba, los ayudaba y, tal vez ... cobraba. Había quien le decía : "Habla bien Ud., Excelencia (o Eminencia)  pero trate de ponerse en mi lugar". "Es verdad, tienes razón ..." Los excusaba y los defendía siempre. Pero sabía también tener la mano dura, lo cual sucedía raramente. Una vez, alguien escribió una carta en la que se lo acusaba : 1) de no ir con frecuencia a las parroquias; 2) de dar demasiada importancia a la gente; 3) de no saber hacer de Patriarca ... Desde Roma no tardó en llegar una carta que pedía explicaciones y justificaciones. Respondió así : 1) Me parece de haber ido siempre regularmente a las parroquias y también de haber regresado gustosamente cuando me invitaban; 2) Tengo la costumbre de tratar a mi prójimo como hermano; 3) Es verdad que no sé hacer de Patriarca ..."
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Vestido de rojo y  ... via en bicicleta !

"Una vez, debía hacer una Visita Pastoral en una parroquia cercana a Mestre. Se estaba en el período la la "austeridad" del combustible, por lo tanto, los autos no circulaban. Al Patriarca, todavía, se le expidió un permiso especial; no quiso hacer uso de él. De Venecia a Mestre fue con el tren; aquí se subió a una bicicleta y, con vestimenta escarlata y roquete bordado, llegó a la parroquia donde era esperado, acogido en medio del júbilo universal. Un pintor presente fijó en la tela el espectáculo alegre y edificante. Otra vez, sobre su auto detenido, todo lleno de polvo y otra cosa que lujoso, mano ignota escribe : "Ésta es pobreza". Iba por la ciudad vestido como simple sacerdote : el solideo rojo en un bolsillo y la cadena con la cruz pectoral en el otro, y así iba entre su gente".

"Quisiera sacarme una fotografía con Ud."

"Había un muchacho, retardado mental, que iba seguido a San Marcos para asistir a las ceremonias. Una mañana, esperó al Patriarca en la puerta de la sacristía y le dijo : "Eminencia, quisiera hacerme una fotografía con Ud. ...". "Con gusto, hijito". "Pero,- agregó el otro-, quisiera que se pusiera el vestido rojo y el roquete blanco bordado". "Sí, querido". Y entró en la sacristía para revestir los paramentos deseados. Así, se hizo fotografiar con el buen muchacho en diez poses diferentes. Algunos días después, mandó a la monja a llevar las fotos a la mamá que las acogió llorando de conmoción".


"¡ Santidad, es Ud. Pedro !"

En Roma, yo tenía la costumbre de llegar a la sala para la limpieza hacia las 8 porque sabía que no había ninguno. Aquella mañana, fui allí como de costumbre; demasiado tarde me di cuenta de que, en el fondo de la sala, estaba el Santo Padre en una situación de desconsuelo y, junto a él, su secretario. Me disculpé y me retiré de prisa; todavía tuve modo de oír al secretario que le decía : "¡ Santidad, es Ud. Pedro ! Ud. tiene la autoridad : no se deje intimidar ..." ¡ Esta frase la dijo larga !"

Suor Vincenza Taffarel





De un lado a otro por la autopista sin dormir

"El Obispo se encuentra en vista pastoral. Hacia las 17, un llamado telefónico desde Torino advierte de la gravedad de la hermana, religiosa del Cottolengo de Torino. Luciani continúa visitando los enfermos en las familias, tranquilamente; sabe sonreír y también encontrar "ocurrencias" graciosas. En el Obispado de Vittorio Veneto toma un poco de café y leche y, a las 23, parte en automóvil a Torino. Cerca de Novara, el secretario tiene un momento de cansancio y de sueño. El Obispo se da cuenta; lo hace detener en un "área de servicio"; entra en el bar y lleva "a domicilio" un buen café. Logra llegar al Cottolengo hacia las 6 y encuentra ya muerta a su hermana. Manda dormir al secretario y él celebra la Misa de sufragio. Hacia las 8, después de un breve desayuno, se queda todavía en oración ante el cuerpo de la hermana, que besa y saluda en Cristo. Nuevamente, en la autopista. Almuerza, consumiendo algún sandwich bajo un viaducto y a las 15 se encuentra en la diócesis de V. Veneto para iniciar, con puntualidad, como acordado, la visita pastoral en otra parroquia".


"¡Ven acá que te enseño a llevar el solideo !"

"Luciani "trata de vivir" el lema "Humilitas", escrito en el rótulo de su escudo episcopal. Se presenta humilde en el porte, con el solideo "torcido", tanto que un hermano en el episcopado le decía : "¡ Ven acá que te enseño a llevar derecho el solideo en la cabeza !"


Un obispo muy ágil

"Llega  a la parroquia a hurtadillas; salta ágil los "montículos de paja" puestos por el camino para una carrera automovilística de obstáculos. Se mezcla con la gente y, no conocido, pregunta : "¿ A quién esperan ?" - "Estamos esperando a nuestro obispo; usualmente es puntualísimo, pero hoy se hace desear ". "No tengan miedo : llegará de seguro; más bien, me parece haberlo visto llegar ya ..."
don Francesco Taffarel





Un Papa de rostro muy dulce, bello y majestuoso

Recuerdos de un ex-alumno suyo. "He conocido a don Albino, sobre todo, de 1938 a 1946 en el seminario de Belluno. Después, él se convirtió en Vicario, Obispo, Patriarca y lo he perdido un poco de vista. Cuando lo he vuelto a ver, vestido de Papa, en el balcón de la Iglesia de San Pedro, la tarde de su elección, y después en las audiencias y celebraciones públicas de los días sucesivos, he notado en él numerosos y profundos cambios. Parecía cambiada, primero de todo, ¡ su forma de caminar ! De joven, cuando no quería mostrarse o, todavía más, cuando oía alguna palabra menos delicada, expresaba su protesta volteando decididamente la espalda y yéndose a paso largo y rápido que, siendo más bien pequeño, le daba un andar de montañés. Hecho Papa, el mismo modo de caminar, le daba, en cambio, un aire del todo diverso : pleno de juventud y de seguridad.
Luego, me parecía mudada su cara. Su rostro me había parecido siempre abierto, luminoso, en un cierto sentido, encantado, como de quien ve algo diferente y superior a aquéllo que ven los otros. Hecho Papa, me ha parecido imprevistamente majestuoso, especialmente bajo la mitra, dulce, muy dulce y a veces también bello.
También su porte me parecía nuevo. Su forma de gesticular había sido siempre cohibida. Parecía no saber dónde tener las manos y los brazos. Hecho Papa, la tarde en que apareció por primera vez en público, ha conmovido al mundo sin una palabra, con pocos gestos llenos de un saludo caluroso, vivo y expresivo.
Hace algunos días, me encontré con un compañero de escuela. Hablando de don Albino, me preguntó : "¿Nunca te habías dado cuenta de que tuviera una bella sonrisa ?". Le contesté que no. "Ni siquiera, yo", agregó. Y, sin embargo, hoy lo llaman el Papa de la sonrisa.
Cuando en la escuela se sentaba en la cátedra (cosa que hacía raramente), estaba un poco torcido en el borde de la silla y parecía que no estaba a gusto. De Papa, se sentaba tranquilo en una cátedra más alta. Si hubiera tenido una pluma en la mano y una paloma en un hombro, habría sido una copia viviente de las miniaturas de San Gregorio Magno.
De joven, era más bien tímido. Daba la impresión de predicar de memoria y con los ojos cerrados. Cuando estaba por ser obispo, él mismo y muchos con él, veían en esta dificultad de predicar y de estar en público, un grave obstáculo para su ministerio. De Papa, lo que parecía un obstáculo, se ha transformado en un atractivo. ¡ Y qué atractivo !
Su excepcional inteligencia lo llevaba a ver el mal sin velos y hacía evaluaciones negativas sobre el mundo; en la escuela lo hizo varias veces. En él, Sumo Pontífice, no he visto traza de estos estados de ánimo. De su rostro y de sus palabras ha hecho inspirar solamente confianza y serenidad.
¿ Quién ha obrado estas transformaciones ? ¿ el entusiasmo con el cual ha abrazado su nueva tarea ? ¿ su vida ascética llevada a la cumbre e imprevistamente revelada al público ? ¿ O el Espíritu Santo que lo había preparado desde lejos ? ¿ O todos estos factores juntos ?"

don Aldo Belli





Un caminante incansable y la dos viejitas

"Tal vez, a pie, amaba recorrer los senderos conocidos de pequeño. Y el secretario debe reconocer que Luciani era un caminante, una auténtico "montañés", de paso lento, pero que no se detenía nunca. Y, a veces, para tomar aliento, intentaba ... una solución : "Excelencia, mire ... ¿ cómo se llama aquella montaña de allá ... aquel pueblo en el fondo del valle ...? Y él, astuto, comprendía enseguida : "Está bien; sentémonos a descansar". Y se quedaba a conversar con cuantos encontraba y con los cuales también se hacía acompañar por un tramo de camino.
Exhortó a llevar la cesta, llena de leña, de una viejita, con la que recorrió un sendero escarpado, mientras ella le contaba su "historia"; juntos, luego, colocaron un ramo de flores al Crucificado, colocado en el ángulo del sendero.

Otra viejita le preguntó : "Da dove elo lu siór ?" "Mi son de Belún". "Ma ora dove elo prete ?" "Son prete a Vittorio Vèneto". "Ah ! da kuéle parti i vién kassù d'istá, i pesta l erba de l prà e i me porta via i pon senza domandarme.. Kuei là no i konose la nostra fadiga e ke noi son poareti". "Ma, signora", - rispose Luciani - vardé ke i e bona gente, da l cor grande ...". "Ben, ben ... sarà vero", ("¿ De dónde es Ud., señor ?". "Yo soy de Belluno". "¿ Pero dónde es sacerdote ?". "Soy sacerdote en Vittorio Veneto". "¡ Ah ! de aquellas partes vienen acá en verano, pisan la hierba del prado y se me llevan las manzanas sin preguntarme. Aquéllos de allá no conocen nuestra fatiga y que nosotros somos pobrecitos". "Pero, señora", - respondió Luciani, -mire que son buena gente, de corazón grande ...". "Bueno, bueno ... será verdad"), concluyó la viejita moviendo la cabeza. Una semana después, pasando por aquel lugar, Luciani le regaló una damajuana de vino. Y, en el Paso Valles, se detenía recoger fresas y arándanos, "como de niño, con mi madre".


Encantado de la naturaleza

"Y Luciani revivía los años de niño y de adolescente, extasiado ante la vista de las montañas; contemplaba los prados en flor, los árboles resinosos ... las flores en las ventanas de las casas, los capiteles a los lados de los caminos, siempre con un ramo de flores de prado. Y también él las recogía, porque así "me ha enseñado mi madre". Y obispo escribirá : " la fe llega así : la mano de mamá que indica la imagen de la Virgen, que hace mover las manitos del pequeño y le enseña a hacer la señal de la cruz; la voz de mamá que enseña una oración mientras camina y tiene al pequeño de la mano". S divierte tocando la nieve, hundir las manos en las aguas frescas de los torrentes".


Pobres curas y corriendo detrás de un cerdito

"Una vez, en una curva del camino de la Val Zoldana, hacia el Paso Staulanza, recorre a pie un tramo del camino con el obispo de Belluno y Feltre, Mons. Gioacchino Muccin. El secretario recogerá más tarde con el auto a los dos "curas", sentados cerca del torrente. Riendo sobre ésto, contaban : "Se ve que los de la Curia van de dos en dos. Nos han confundido con los de la Oficina Administrativa y nos preguntaron si queríamos comprar terreno por estos lugares ... Aquella gente, después, se fue, diciéndose : "Son dos pobres curas ... no entienden nada de estas cosas". Y, dándose vuelta, uno dijo : "Si lo necesitan, nosotros conocemos (!?)  bien al Obispo de Belluno y al de Vittorio Veneto ..."

Una vez, regresando a casa, se detuvo, después de Agordo (BL), para ayudar a una mujer que, con su niña, intentaba atrapar un cerdito, fugado del establo y que saltaba feliz por la calle ... finalmente libre".

don Francesco Taffarel





En París

"París es la primera etapa en el exterior luego de la nómina de Luciani como Patriarca de Venecia. (...) La ocasión es la hermandad entre la Basílica de la Salud y la iglesia de St. Eustache, en París : una iglesia francesa utilizada para grandes conciertos, ocasión para el grupo guiado por Palewsky - enamorado de Venecia - de hacerse cargo de la restauración de la Basílica e la Salud. (...) Son jornadas intensas de encuentros oficiales. (...) Los momentos más íntimos son a la mesa o después de la cena con el cardenal Marty. (...)  Pero, para mí, los nuevos momentos vividos con el Patriarca han sido nuestras salidas, en clergyman, para la vista al Louvre, a Notre Dame, a St. Germain-des-Près, a St. Severin, a la Madeleine, al Sacré Coeur, luego, de Montmartre a los grandes boulevards, a la Bastilla, al Panteón, a Montparnasse, a los Inválidos, a la Torre Eiffel, a los Champs-Elysées, al metro. Una mañana, el Patriarca, habiendo salido solo muy temprano, había dado una vuelta por algunas librerías comprando algunos ejemplares : lo encontré en un bar mientras charlaba, en el Barrio Latino : Regresamos para dar dos pasos a lo largo del Sena. Luego, volvimos a visitar Notre Dame y la Ste. Chapelle. Regresamos al final de la mañana a casa del cardenal Marty, antes de tomar el avión en Orly para Milán-Venecia".

don Mario Senigaglia





Un fantástico autor de travesuras

"Silvia Tancon, pariente del Papa Luciani, ha sido maestra durante 40 años, en la escuela elemental de Canale (1931-1970). Y aquí recuerda que los viejos colegas decían que Albino era un chico muy inteligente y vivaz. ¡ Un fantástico autor de travesuras ! (...) Entre varias preguntas que le hice a Silvia, no podía escaparse ésta : "¿ En qué pensó cuando Luciani se convirtió en Papa ?" Sonrió largamente y me respondió : "Lo había predicho ...". En efecto, invitada a ir a Roma para su consagración episcopal (1958), respondió : "No puedo ir esta vez, pero iré cuando lo hagan Papa". Y hacia allí fue, como había prometido. Se diría una simple ocurrencia, pero ¿quién dice que no fuera una inspiración profética ?"


Distinguido como un señor

Marcellina De Mio, conocida de Luciani, "habla con gusto de Albino, como si fuera uno de casa. No lo conoce tanto, pero le han bastado dos encuentros para estimarlo y amarlo. La primera vez, lo encontró en el autobús, joven sacerdote, que viajaba desde Agordo a Canale. Fue golpeada por su finura. Cuenta : "Estaba de pie, en el fondo del autobús. Callaba, miraba, sonreía a todos con un cierto señorío. Estaba allí modesto, pero distinguido como un señor. Lo observé y no lo olvidé más a ... este curita".

don Cesare Vazza





Fingiendo no ver

Un cierto año, los seminaristas de la clase superior a la mía organizaron una solemne burla a espaldas de los más jóvenes. Don Albino se encerró en su habitación fingiendo no ver. Sabía que estábamos demasiado desprovistos de equipamiento deportivo y de pasatiempos y nos decía a menudo : "Si tuviera dinero, les compraría algún juego, pero ¡ estoy completamente en rojo !"

don Aldo Belli





Un desperfecto en la autopista

"Había sido una bella, aunque fatigosa, pausa nuestra carrera de aquel fin de semana de Milán al San Gottardo, de Basilea a Muttenz, del Santuario de Mariastein con los emigrantes italianos, desde la Saboya a Annecy (la tierra de San Francisco de Sales y de Sta. Juana Francisca de Chantal), desde el túnel del Monte Blanco y del Val d'Aosta hasta Venecia. Una pausa rica de recuerdos y de amistad que crecía en un diálogo sereno.
La mañana después, martes 15 de junio de 1971, retomamos la ya vieja "Lancia Flavia" y partimos para Roma : a la tarde habría iniciado la Asamblea General de la CEI. Todo anduvo bien hasta Fabro. Una parada para un cappuccino, una llenada de tanque, una controladita a agua y aceite y, después, en marcha hacia Roma. A 12 kms.  de Orvieto, el auto da signos extraños : algo no va. Disminuyo la velocidad; me detengo en el carril de emergencia cerca de una columnita SOS : "nunca se sabe". Abro el capot, observo : no meto mano, soy un "buranello" (natural de Burano), un isleño al que le cuesta también nadar ... Pruebo a arrancar, pero, esta vez, la "Flavia" ¡ ha decidido quedarse a observar el panorama ! Miro al rostro al Patriarca : nos sonreímos uno al otro y me sacó del comprensible dilema : "¡ Llegamos temprano ! Mejor hoy que ayer : haz sonar la campanilla SOS y esperemos : el tiempo es bueno". Poco después,, llega el camión de auxilio ACI : parece una consulta sin resultado. Nos engancha y remolca hasta la salida de Orvieto donde está el taller mecánico. El Patriarca hace sus comentarios : nos parece estar en una carroza, con la gente que nos sobrepasa y nos saluda : alguno, leyendo nuestra patente VE, toca la bocina. ¡ Puede suceder ... también en las mejores familias ! ¡ En panne !
El problema técnico nos hace pensar que habrá que programarse para llegar a Roma en tren, dejando el auto en Orvieto : "un pistón : yo aquí no tengo repuestos y hay que esperar hasta mañana a la tarde ". No nos queda que cambiar de programa : el horario de los trenes nos permitirá comer un bocado en el vecino restaurant, luego, en taxi, hasta el tren.
Pero logramos llegar a la Asamblea de la CEI, con anticipación, no obstante todo. El jueves a la tarde, los amigos me llevaron a Orvieto a buscar la vieja "Flavia" arreglada (cenamos, entre secretarios, en un bello ángulo de Todi, con el típico plato del pichón)".

Un viaje a Lourdes

"Del 29 de junio al 6 de julio de 1971 participará en la peregrinación a Lourdes con el tren de los enfermos de la UNITALSI Triveneta. Le había pedido de no acompañarlo : en 1958 había ido yo también como peregrino a Lourdes y no quería volver nunca más. "No tengo ganas : ha sido casi un compromiso que entonces había asumido". El Patriarca me había escuchado en silencio : le contaba del largo viaje en tren con los "marroquíes", las interminables jornadas de lluvia, las largas horas de oración en la "gruta", el "via crucis", la procesión con aquellas lacerantes invocaciones, la larga espera para el baño en la piscina y luego el rechazo personal ... El Patriarca me escucha : "No te preocupes; llevaré conmigo un seminarista : tal vez te habría hecho bien ir con los enfermos ..." Acompañándolo al tren de la UNITALSI, que partía aquella tarde, lleno de enfermos, estaba viviendo mi momento de rechazo : él nunca me lo hizo pesar. De regreso con los más de mil peregrinos vénetos y venecianos, me trajo de regalo (yo esperaba, al menos, una corona del rosario) una fabulosa caja de chocolates : me la entregó con un abrazo : "¡Te he echado de menos ...!" ¡Y yo me quedé mal !"


Recibiendo la Comunión  de manos del Patriarca  en ... ¡ traje de baño !

"Encuentro y Misa celebrada en el Camping "Nuova Venezia" en Treporti. Al aire libre : en el centro, una fuente y un paseo con negocios. Los visitantes no eran alemanes sino italianos, mejor, vénetos. El párroco, don Roberto, había preparado todo a la perfección : tocaba la pianola, cantaba, comentaba : había tanta gente : ¿ quizá por curiosidad ? ¿una Misa celebrada por el Patriarca en un camping ? Un silencio religioso y una participación excepcional : parecían todos "de casa". En la Comunión, la larga letanía de personas más o menos jóvenes : ¡ yo sostenía, con curiosidad, la "patena"! "El Cuerpo de Cristo", "El Cuerpo de Cristo" ... Llegó también una joven y bella señora en "tres piezas" : traje de baño, anteojos de sol y pañuelo en la cabeza : "El Cuerpo de Cristo"... dijo él y, esta vez, fui yo quien respondió : "¡ Amén !" No se perturbó. El párroco continuaba tocando y cantando. La Misa terminó y hubo un bello refresco con este extraño Patriarca que estrechaba las manos que se le tendían de los visitantes vestidos a la italiana en el camping y preguntaba la proveniencia. Escribí un artículo-crónica en el semanario católico de entonces "La Voz de San Marcos" : ¡ no le gustó aquella mención de las "tres piezas" !
¡ Pero, uno de aquellos domingos, nos la gozamos en Passariano de Udine en la Muestra del Tiepolo, como dos turistas, con tanta guía-catálogo comprada y un bello paseo con cerveza y pajita en la mano por el maravilloso parque antes de la caída del sol !"

don Mario Senigaglia





Lo han confundido con el secretario

"Quiero recordar otro encuentro, esta vez, más colectivo, realizado en Venecia en 1975. Yo formaba parte de una comisión ecuménica internacional entre la Iglesia Católica, la Federación mundial luterana y la Alianza de las Iglesias reformadas. El día en que nos ha sido anunciada la visita del Patriarca de Venecia, mis colegas sacaron a relucir la mejor vestimenta. Sobre todo, los no católicos se esperaban un jerarca imponente, solemne, en pompa magna, con gran séquito. Cuando la barca de motor atracó cerca de la sede de la reunión, bajó un cura vestido con sotana y abrigo negros; lo han confundido con el secretario. Durante un breve encuentro fraterno, el Patriarca, ornado sólo con una modesta cruz pectoral, ha conquistado a todos con su trato simple, sereno, cordial, sonriente. Nuestros amigos no católicos han recibido una profunda impresión".
Card. Josef Tomko





La oración solitaria

"Era la Cuaresma de 1978. En el silencio y la penumbra de la iglesia de Canale D'Agordo, Luciani, Patriarca de Venecia, estaba allí, de rodillas, con la corona en la mano, mientras recitaba el Rosario. Estaba solo, casi escondido detrás de la columna, a la derecha del presbiterio, tal vez en aquel lugar preferido de muchacho y seminarista. (...) Habría sido una lástima interrumpir aquella oración solitaria ... pero he podido así llevarme la última imagen viva de Luciani : él, de rodillas, con la corona e la mano. No lo veré más, sino en la TV, sonriente mientras entra en el Cónclave y más sonriente todavía de Papa en el balcón de San Pedro, que bendice a sus fieles "urbi et orbi". No lo veré más, con la corona e la mano, sino dentro del féretro, en la rigidez de su muerte.
Justo como un niño, Luciani estaba allá en la iglesia, de rodillas con la corona en la mano. Inmóvil, con la cabeza gacha, parecía que veía a alguien ... en la intensidad de una  oración simple, pero contemplativa, como es el Rosario".

don Cesare Vazza





"¡Yo también querría tener una barba tan espesa!"

"Quedándose delante de la estatua del Papa Luciani, en la iglesia de Agordo, el pensamiento vuelve al vivo recuerdo de los encuentros, que me vieron presente, tenidos con él, con grupos eclesiales en Venecia. El buen Patriarca conocía el difícil arte de no colocar en aprietos a ninguno y así, cuando sucedió, en el momento de las presentaciones, que yo fuera presentado con demasiada rapidez, dando la sensación de haber sido justo solamente la última rueda del carro, mirándome y sonriendo, el prelado dijo bondadosamente : " Querría yo también tener una barba tan espesa !", refiriéndose a la mía.
El episodio que, sin embargo, creo más significativo, se verificó en el patriarcado : estaban presentes personas de diferentes edades; muchos interrogaban al Patriarca, que respondía siempre con mucha cortesía; puntualizó también el valor del título cardenalicio. Luego enseguida, alguien le preguntó si le hubiera gustado convertirse en Papa. Pronta y humildemente, el Patriarca respondió : "Con todos los compromisos que el Papa debe afrontar, ¡ es mejor que no ! Ahora el Papa es viejo, pero el próximo deberá ir a todas partes del mundo, según las exigencias modernas, por lo tanto ¡ es mejor que no !". Así recuerdo a mi inolvidable Patriarca !"

Paolo Polesso

 Recuerdos de un compañero sacerdote. "Los antiguos compañeros de seminario han mantenido entre ellos relaciones de cordial amistad. Todo se concretaba también en un encuentro anual que los veía reunidos para un momento de oración y de fiesta. "En los últimos años, o íbamos nosotros a Venecia, al Patriarcado, o venía el Card. Luciani aquí. El 40° aniversario de Misa, el 7 de octubre del '75, lo hemos celebrado justo aquí, en Sta. Giustina. En una de estas reuniones, don Costante,y, esta vez, sin el tono burlón que lo caracterizaba, le profetizó el pontificado. El Card. Luciani se limitó a sonreír y a mover la cabeza. También, cuando fue elegido Papa, la tradición de reencontrarse juntos no podía perderse. A combinar un encuentro lo había previsto yo mismo, llamando por teléfono al Papa que me había respondido en persona. Se había fijado también una fecha. "Pero - me dijo Juan Pablo I - esta vez no puedo invitarlos a almorzar. Aquí no se usa así y, como saben, el Vaticano tiene las paredes de vidrio".

Mons. Luigi Perotto





Sentado a la vista de todos

"A mí siempre me toca así : en la iglesia, sentado a la vista de todos, debajo de un baldaquín ... me hacen siempre hablar, mientras yo tendría gusto de escuchar  las prédicas de mis sacerdotes ... siempre los primeros puestos ...Si no estoy atento, estoy expuesto a la soberbia; ... me vienen dados muchos signos de obsequio, con títulos honoríficos ... mi bondad es fácilmente exagerada; una prédica, apenas pasable, es alabada  como obra de arte de elocuencia ... corro el peligro de que se me suba a la cabeza ... Oietti escapa hasta con la afirmación de que la soberbia es cualidad "eminentemente eclesiástica" ... Típico el caso del Papa Alejandro III que, a Barbarroja arrodillado a sus pies y murmurante : "Non tibi sed Petro !", precisa alto y claro : "Et mihi et Petro !" En cambio, tengo que tener simpatía por el salmo 130. Cuando lo encuentro, en el rezo de vísperas de los miércoles, le hago fiestas, porque es breve y me da consejos y afectos para una vida humilde".
Son reflexiones del obispo Luciani, a menudo manifestadas en voz alta en las parroquias y viendo la "fiesta por él", el honor con el que era circundado y la estima y simpatía con la cual era considerado".

don Francesco Taffarel





Una estación concurridísima

El Patriarca se acerca a la estación para saludar a los enfermos que partían a Lourdes. "El día de la partida, lo vimos llegar a la estación más de una hora antes de la partida del tren. Además de los que partían, había amigos y parientes que venían a saludarnos. Imaginemos cuánta gente llenaba la estación. Saludó a todos, singularmente, entreteniéndose con el personal, los enfermos y los organizadores. Para todos tenía su dulce sonrisa y palabras de ánimo : a muchos decía que lamentaba de no podernos acompañar y pedía un Ave Maria. El secretario don Diego se había parado a la entrada de la estación y seguía vigilante los desplazamientos del Patriarca que pasaba sonriente de un grupito al otro, de una punta a la otra del concurridísimo andén. A un cierto punto, noté la llegada de una enferma particular : una chica de larguísimos cabellos rubios, treinta años, casi ciega, temblorosa y relegada a una silla de ruedas por esclerosis a placas. Casi dos meses antes, un enfermero del hospital de Venecia Lido se había casado con ella. El marido nos la había confiado generosamente, lamentando de no poderla acompañar por motivos de trabajo. Yo quería que el Cardenal la conociera. Entonces, me llegué a la otra punta del andén rogándole de seguirme. Pero, haciendo camino, la gente continuaba deteniéndolo. Entonces, lo tomé de la mano y haciéndome lugar entre los amigos, logré llegar a nuestra recién casada que estaba radiante de felicidad, sea porque podía finalmente conocer al Patriarca, sea porque le esperaba la peregrinación. Durante el trayecto, había explicado el caso. Cuando se la presenté, tomándole las manos, le dirigió palabras de aliento, diciéndole : "La Virgen la consuele", pero aquélla respondió rápido : "Si supiera, eminencia, ¡ lo hace ya tanto !". Nos miramos maravillados y los ojos se me llenaron de lágrimas.
Me preguntó después cuántos enfermos llevábamos con nosotros. Respondí que 150 los habíamos tenido en el hospital, otros, también más graves, habrían sido alojados en hotel. Me preguntó cuántas veces había estado en Lourdes.
"Es la quinta vez" - respondí. "¡ Oh !, replicó, mejor que yo que he estado sólo cuatro veces".
A pocos minutos de la partida, se subió al tren y por altoparlante repitió a todos su conmovedor saludo y deseos. "Lo que me conmueve - dijo, y la voz le temblaba de veras - es que ésta es una peregrinación de trabajadores para trabajadores ".
Pocos días después del retorno, fuimos todavía a verlo. Nos vino al encuentro sonriendo feliz, agradeciéndonos por las postales que había ya recibido y felicitándonos porque había sido verdaderamente una bella peregrinación".

Lina Rampin




Pelotazos en la sotana

Desde Belluno. "Recuerdo que en 1956, nosotros muchachos, habíamos inventado un pequeño periódico, en múltiples copias, en el cual se escribían los hechos (¡ para nosotros importantes !) que ocurrían en el barrio. Y, entre los "adquirientes", generosos, estaba justo don Albino que, cuando salía de la curia, ponía la mano con algunas decenas de liras y recibía nuestra hoja. Recuerdos, indudablemente, que hoy adquieren una específica importancia, considerando que don Albino se convirtió en Papa.
Si su sotana pudiera hablar (él no reaccionaba nunca a nuestras intemperancias mientras jugábamos al fútbol delante de la Catedral, capitaneados por el sacristán Isidoro y a veces por don Sergio), contaría acerca de los numerosos "pelotazos", absorbidos en silencio y borrados por la mano de don Albino, paciente, que limpiaba la vestidura ahí donde el polvo del balón era evidente.
Para nosotros era normal."

Como casi se arruina una noche de baile

""Era el 31 diciembre de 1958. La última noche del año la había ya reservado, con una compañera mía, con la que había decidido festejar el año nuevo. Para ésto, había pedido a mi padre la "600" para ir a la fiesta.
Hacia las 21, sonó el teléfono en nuestra casa. Era don Albino Luciani que pedía a mi padre la cortesía de acompañarlo a Mel, yo ignoraba el motivo. Mi padre respondió afirmativamente. Sólo que me puso la condición de proveer primero al traslado de don Albino para poder después ir a la fiesta. Debo admitir que, en aquel momento, el pedido me pareció atroz y cruel. ¿ Pero cómo : este don Albino elegía justo la última noche del año para ir a visitar a un colega ? Extrañezas ... de curas, pensé. De todos modos, fui obligado a aceptar.
Afuera nevaba como, justo, sucedía una vez. A las 21, fui al seminario, vestido de fiesta (tenía que bailar ¿no?); toqué el timbre y, algún segundo después, don Albino salió. Subió al auto, con una sonrisa, disculpándose grandemente por el fastidio que me ocasionaba. "Pero, ¿por qué quiere ir a Mel a esta hora y con esta nieve ?", le pregunté.
"Voy a dar la extremaunción al párroco, visto que soy su obispo". Lo dijo con una naturalidad que me dejó mudo. No estaba en conocimiento de su nómina (que sucedió 5 días antes en Roma, consagrado por el Papa Juan XXIII) y, además (santa inocencia de los jóvenes de entonces), él no tenía el solideo ni el anillo episcopal. Bastaba recordar a mons. Muccin y el juicio era instantáneo. "Es mi primer acto oficial de obispo - me dijo todavía mons. Luciani - dado que Mel se encuentra en la diócesis de Vittorio Veneto, de la cual soy el pastor. No puedo renunciar. Aún siendo el último día del año". Durante el viaje, con una nieve que caía cada vez más espesa, pensando en mi noche de fiesta, le pregunté si habría necesitado mucho tiempo en ésta su misión. Él respondió, siempre sonriendo y comprendiendo mi estado de ánimo, que todo sería dispuesto por la Providencia. ¡ Esta bendita Providencia, pensé, así impróvida para ser llamada en causa cuando yo tenía otras cosas que hacer !
Llegamos a Mel hacia las 22. Él entró e la casa parroquial. Yo, también. Pasaron quince minutos, luego media hora. Temblaba por el retraso  porque no había podido advertir a la chica. De tanto en tanto, me informaba acerca de cómo estaban yendo las cosas. La casera me respondía : "¡ El obispo reza, reza !"
A un cierto punto, serían las 23, no resistí más. Pedí que llamaran a "... don Albino". "Monseñor, ¿ en qué punto estamos ? Yo tendría una cierta prisa ...", estallé. El egoísmo juvenil, que hace olvidar también la piedad y que nos hace incapaces de darnos cuenta de las situaciones particulares, no provocó en el obispo Luciani la reacción justa y comprensible, de rabia, sino una actitud de paciencia y de comprensión, que me fue, más tarde, más elocuente que un sermón.
Luego, me dijo : "Italo, comprendo de haberte robado tiempo precioso para tu cita. Tal vez, tu amiga esté en pena. Aquí mi deber no ha terminado aún. Vete pues, tranquilamente, porque tengo la posibilidad de dormir aquí en la casa parroquial. Mañana regresaré de algún modo". Me deseó una buena mañana y una buena diversión. Concluyendo después : "¡ Y no te lamentes de la Providencia ! En el momento oportuno se hace sentir". Y sonrió, asumiendo una expresión tan humana y paterna, que me quedó en la memoria durante toda la noche. También mientras estaba bailando o bebiendo naranjada".

Italo Salomon





"Si no hubiera estado en el Seminario, sería como todos, aún peor "

"Las expresiones y los gestos de humildad de don Albino, a primera vista, a muchos no gustaban. Tampoco a mí, las primeras veces que las he oído, parecían exageradas : "Somos unos pobrecitos ", "somos unos buenos para nada", "si el Señor no me tiene una mano en la cabeza, hago líos", "si no hubiera estado en el seminario, sería como todos, aún peor en todo, excepto en la blasfemia", etc ... etc ...
Pero, después de haber oído sus motivaciones y, sobre todo, luego de que he tenido, por varios años, modo de observar su comportamiento, lejanísimo de todo deseo y manejos para hacer carrera y siempre listo, cada vez que era necesario, también para hacer mal papel, me he convencido de que era sincero. Y creo que su humildad estaba fundada sobre dos pilares : por una parte, la conciencia de tener capacidades no comunes, por otra, una experiencia espiritual de la "grandeza de nuestra nada delante de Dios". Pero ésto no basta para explicar cómo pudo aceptar primero el episcopado y luego el pontificado. Habría que agregar un gran espíritu de disponibilidad y de confianza en la Providencia, a la cual se confiaba a través de la obediencia.
A propósito de carrera, me han quedado impresos los conceptos del discurso hecho en la Catedral de Belluno, después de su nombramiento como obispo de Vittorio Veneto : "Cuando uno sube en autoridad es como cuando se infla una pelota; primero, ninguno la miraba; luego, todos se creen con derecho a darle patadas".
Y, el otro, expresado en la misma circunstancia : "Cuando uno tiene una autoridad, se convierte en un montacargas. Cada mañana, hay alguno que se levanta y dice : "Hoy voy a encontrarme con él y le descargo mi problema, mis dificultades". Este hacerse cargo de los pesos de los otros era su programa y tal vez haya sido su muerte".



- Recuerdo de peregrinos que habían participado en los funerales de Juan Pablo I -



Los anteojos nuevos le quedan bien

"Yo tengo una fábrica de anteojos en Cadore. Desde que he conocido al Card. Luciani  me he aficionado mucho. Tenía los anteojos pasados de  moda y por éso le he regalado un par más modernos. Cuando lo volví a ver, después de algunos días, me ha dicho : "¿Sabes que veo mejor ? ¡Y me dicen también que me quedan bien  !"
Hoy voy al funeral con el ánimo lleno de conmoción y también con un poco de orgullo pensando que los anteojos que tiene todavía en los ojos ¡ son los míos !"

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El anuncio del nombramiento como obispo entre bromas

" Hace muchos años, mientras un día estaba en la Curia en diálogo con don Albino, entonces pro-vicario, sonó el teléfono; él atendió y me hizo señas de no moverme. Con la calma habitual, intercambió algunas bromas con un interlocutor lejano; luego colgó y continuó la charla conmigo como si nada hubiera sucedido. Alguna semanas después, lo volví a ver, ya Obispo de Vittorio Veneto, y me dijo : "¿Te acuerdas de aquel día que estabas en la Curia ? Aquel llamado telefónico me anunciaba el nombramiento como Obispo de Vittorio Veneto ". Esta confidencia me ha dado una medida de su serenidad interior. La nómina como Obispo no lo había conmovido mínimamente, ¡ tan lejano estaba de cualquier búsqueda o deseo de carrera !"



¡ En Venezia tanto sufrimiento !

"La visita pastoral a la diócesis, sin enjambres burocráticos, él la cargó de tanta humanidad y dulzura. Una parte del clero joven, en la ilusión de falsos espejismos, influenciados por lecturas incautas, se encaminaba por senderos peligrosos, poniendo en discusión el sacerdocio mismo : el índice más alto de defecciones sacerdotales del siglo, alrededor de una quincena, sucedió durante su gobierno. ¡ Cuánto lloró amargamente y oró ! ¡ Y cuántos ayunos de expiación, creyéndose él responsable delante del Señor, incapaz de retener sacerdotes que amaba ! Una minoría del clero contestaba la acción pastoral que, según ellos, frenaba demasiado la renovación conciliar. Y cuando en octubre de 1973 ( en marzo había sido hecho cardenal), se envió una carta firmada a la Santa Sede para pedir la dimisión del Patriarca, Luciani, aún conociendo a los firmantes, no quiso castigarlos. Más bien, algunos de ellos fueron promovidos a párrocos y él los acompañó personalmente a la parroquia, en acto de afectuosa estima".

mons. Antonio Niero


Carta al Papa Luciani

Querido Papa Luciani,

Permíteme que uno de tus tantos "parroquianos", cuenta con tantos tu parroquia, centenares de millones, te envíe una carta suya, así como acostumbrabas a hacer tú con los autores de tus lecturas preferidas, con tus santos, con tus maestros de fe, de esperanza, de caridad, con tu querido Pinocho, con tu San Bernardino de Siena, del cual habías tomado aquel modo de hablar tuyo "clarito, clarito", con los pequeños para llegar a los grandes.
"Ayer"... así empezaste a decir, hablando desde el balcón de San Pedro en primera persona singular, cosa insólita, revolucionaria, inaudita en la historia de la Iglesia y del Papado, y enseguida me gustaste, enseguida te amé. Me corría por las venas un extraño temblor, una onda caliente de amor que me hizo lagrimear, que me humedeció los ojos.
Aquellos gestos tuyos, aquél tu mechón impertinente, de chico con aire humilde y bueno, aquél tender los brazos, casi como para abrazarla, hacia la multitud que estaba abajo y te alababa, maravillada y atraída por tu simplicidad, por tu conversación familiar y "parroquial", por tu candor bautismal, el ajustarte el solideo que se te resbalaba por tus cabellos, aquella sonrisa irradiante de calor y confianza, signo elocuente de una serenidad de espíritu, de un abandono completo y total en los brazos de la divina Voluntad, me hizo exclamar, entusiasmado y conquistado : "¡ El Espíritu Santo ha hecho centro; se ha posado sobre el hombre justo en el momento justo !"...
Teníamos necesidad de familiaridad, de un padre que fuera uno de nosotros, pastor humilde y bueno, que hiciera de la inmensa Iglesia una "parroquia"; de la abrazante y severa columnata de Bernini, un atrio de parroquia donde todos los peregrinos, romanos o no, creyentes o no, todos los sedientos, provenientes de  los cuatro ángulos de la tierra, se encontraran como en su propia casa, como delante de un hogar doméstico empeñados en escuchar al padre común que habla, que cuenta, que dialoga, que charla, que sonríe, que enseña, que aconseja, que catequiza, despojado de autoridad terrena, humilde, "bajo", pequeño, no ofuscado por el poder político, por el fasto, por el triunfalismo.
Renunciaste a la coronación medieval, signo de un poder que no fue ni de Cristo ni de Pedro, a la entronización, a los signos y a los símbolos de la monarquía, aún siendo la más antigua, la más venerable, la más incruenta; renunciaste a la silla gestatoria, a la pompa de siglos, que recuerda que Pedro fue un pobre tosco, nudoso pescador de Galilea, aún cuando llegó a Roma para ser Vicario de Cristo.
Te acordaste, entonces seguramente, de tu padre, pobre emigrante por las tierras de Europa, en busca de un pan seguro y de un trabajo continuo y , sobre todo, de tu madre, "mi mamá" ... decías frecuentemente en tus diálogos de Papa, que te había educado en la humildad, en el ocultamiento y en la pobreza.
¡ Qué días aquéllos después del inicio de tu misión pastoral, de tu "servicio", de tu evangelización !"
Esperaba los miércoles de la Sala Nervi y los encuentros dominicales en la Plaza de San Pedro para oírte, para recitar contigo el Angelus, como días de cita de amor. Tenía sed de tu palabra, palabra nueva, sincera, humilde, fraterna, que llegaba a todos y a todos alegraba, entusiasmaba, reaseguraba. Eran palabras, signos, gestos, señas, nativos, naturales que te salían del corazón de padre, el ansia de llevar a todos a Cristo, de desmenuzar a los sencillos la verdad de la fe, de dar una mano a los pobres, a los indoctos, a los marginados, a los discapacitados, a los jóvenes, a los pequeños, a los enfermos.
Contigo y por ti, los hombres, las mujeres, los humildes habían vuelto a sonreír. Habías reencendido en ellos, en todos nosotros, las grandes lámparas de la fe, la esperanza y la caridad.
Y leí, ávidamente busqué y leí tus escritos para conocerte mejor, para leer en ellos lo que eras, lo que pensabas, lo que meditabas. Y fueron una revelación, una luz, un resplandor para mi alma. Sobre todo, "Catequesis en migajas" e "Ilustrísimos señores" me dieron la llave de mi afecto por ti.
Sacerdote, vicario, obispo, patriarca, cardenal, Papa has siempre tratado de hacer de catequista, ser catequista, como hace dos mil años Cristo por los caminos de Palestina, para desgranar las supremas verdades de la fe con simplicidad evangélica, contando parabolas, anécdotas, encuentros de vida, para que tu palabra, palabra de Cristo, hundiera profundas raíces en quien te escuchaba y te leía.
Nos gustaba tu cadencia véneta que hacía más acogedoras, más cautivantes, más caseras, más sabrosas tus invitaciones a ponernos en marcha, en la escuela del Evangelio y del Catecismo, con corazón y alma renovados por tu aparición, para progresar, escalón por escalón, roca por roca, parada por parada, hacia el Amor.
Por treinta y tres días, con la palabra, con los gestos, con la sonrisa en lo íntimo de tu estudio, en el silencio de tu oración - "Yo debo tomarme un poco de silencio para mi alma; me separo de Uds. para unirme a mi Dios"-, en la ofrenda de tu Misa y delante de la multitud, hablando, gesticulando, llamando, sonriendo, no has hecho otra cosa que conjugar en todos los modos y en todos los tiempos, el verbo AMAR.
Pero fue una alegría de breve duración. Al terminar el día número treinta y tres, luego de haber desgranado en un soplo tus misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, te has ido silenciosamente, solo, humildemente, así como te nos habías aparecido, dándonos una vez más, una ardiente lección evangélica y catequística de silencio y de humildad. Te separaste de nosotros para unirte a tu Dios, te tomaste el silencio eterno.
Tu muerte ha sido para nosotros, síntesis de tu vida sacerdotal y pastoral, tu única y última encíclica, la que leeremos con el corazón, a menudo, sobre todo cuando nos asaltará la añoranza, cuando la duda nos atormentará, cuando las noticias de la vida y la suciedad del alma nos estarán por sobrepasar".


Michele Grieco
"Il campanile"
Cava de'Tirreni
settembre 1979




El Papa, monaguillo del secretario

"En él, yo tenía un Maestro espiritual y gozaba tanto de esta relación íntima con el Vicario de Cristo. El domingo a la tarde, una vez por dos horas y media, en su estudio privato, el Papa me hablaba largamente. Me hablaba de sus años en Vittorio Veneto como Obispo y en Venecia como Patriarca. Me decía cómo le gustaba tener el contacto directo con la gente y cómo ya sentía la falta de aquella vida pastoral entre la gente; los encuentros casuales en los ferries, las visitas pastorales en las parroquias.
Luego, imprevistamente, me preguntaba : "Usted, ¿ me puede hacer una favor mañana a la mañana?". Yo respondía : "Claro, Santidad, cualquier cosa que Ud.  quiera". "Entonces, continuaba, "¿ puede Ud. celebrar la Santa Misa por mí mañana a la mañana?" Yo replicaba : "Santidad, ya he celebrado la Santa Misa por Ud. muchas veces y lo haré por supuesto mañana a la mañana". El Santo Padre intervenía enseguida diciendo : "No, no quiero decir ésto. Quiero que Ud. celebre la Santa Misa dejándome ser su monaguillo". Yo estaba asombrado de la humildad de este Papa. Él insistía conmigo y así, la mañana siguiente, yo celebraba en la Capilla privada la Santa Misa a las 6.30. Recuerdo que estábamos allí desde las 5.30 para rezar. Hacia las 6.25, luego se daba vuelta y me indicaba de ir a prepararme para la Misa. Después, mientras yo pasaba, me decía : "En inglés". Tenía también el breviario en inglés, el mismo que tenía yo, comprado en Dublín. Hacía también él las lecturas en lengua inglesa, perfectamente.
Así pues, a las 6.30, yo empezaba a celebrar la Misa y el Santo Padre hacía de monaguillo. Hacía todo; servía el vino y el agua, todo como un monaguillo - todo en inglés porque él me decía de celebrar en aquella lengua. Luego de esa vez, el Santo Padre me ha hecho celebrar la Santa Misa dos veces más. La última fue el martes a la mañana de la semana de su muerte. Al final de aquella Misa, me acuerdo bien que él se arrodilló también para la bendición. Para mí era un poco difícil pero me acostumbraba a este hombre tan humilde, el Vicario de Cristo. Al final de la Misa, él decía : "Gracias". Y yo he dicho : "Soy yo quien debo agradecerle". "No, no, gracias porque cuando sirvo en su Misa sé que estoy sirviendo a la persona de Cristo".


Conocimiento de lenguas

"Me acuerdo que, cuando fue elegido, se decía : "Lástima que el Papa puede hablar solamente en lengua italiana". En cambio él hablaba italiano, inglés, francés y alemán. Y, en la primera audiencia, no tuvo el coraje de hablar sino sólo en italiano.
Sólo en la segunda audiencia he descubierto que era capaz de hablar en inglés, porque había un grupo de obispos americanos que hacían un curso en Roma y tenían que ser recibidos en audiencia. El Papa ha dicho : "Ellos no entenderán nada de la lengua italiana, por éso tengo que hacer el discurso en lengua latina". Yo dije : "Santidad, ¡ entenderán también la lengua latina ! Pero, si puede hacerlo en lengua inglesa". "Pero, no". "Sí, sí, Santidad". Entonces, hicimos cuatro veces la práctica. Él leyó para mí y estaba perfecto. Para sorpresa de todos, hizo un largo discurso en lengua inglesa. Y, por éso, la audiencia general siguiente le di ánimo  para hacer un resumen de su discurso, sea en la lengua inglesa, francés y alemán. Y luego, en español, porque era capaz de hacerlo".


"Él vendrá porque yo me voy"





 "Dios ha querido dar para guía de la Iglesia, por un brevísimo período de tiempo, un verdadero Padre, el cual, según yo, sabía bien que su Pontificado habría sido breve pero intenso : un Padre que ha sabido recoger en torno de sí la simpatía de todos los hombres de buena voluntad, un Padre que ha querido expresamente tomar los nombres de sus dos inmediatos predecesores para subrayar su fidelidad a la enseñanza del Concilio Vaticano II y a las grandes tradiciones de la Iglesia; un Padre que ha querido añadir a los nombres que había asumido, el adjetivo "Primero" porque decía : "Yo me llamo Juan Pablo Primero porque el Segundo viene enseguida".
En efecto, dos noches antes de la muerte, durante la cena, el Papa Luciani, hablando del Cónclave que lo había elegido a la Sede de Pedro, en su humildad, decía que había tantos otros cardenales mejores que él que podían ser elegidos y agregaba : "Estaba justo delante de mí aquél que el Papa Pablo VI había ya indicado. Pero él vendrá porque yo me voy". Yo trataba de cambiar de tema y por éso no pregunté quién era aquél que estaba sentado en frente de él.
Sólo cuatro años después, cuando recibí la nómina como Maestro de las Ceremonias Pontificias por el sucesor del Papa Luciani, el actual Papa, me encontraba en la primera reunión con todos los Maestros de Ceremonias Pontificias. En la conversación con ellos, pregunté, entre aquéllos que estaban dentro del Cónclave, quién estaba sentado de frente al Cardenal Luciani en el primer Cónclave y me han confirmado que era el Cardenal Wojtyla".

mons. John Magee



Nada de púrpura, nada de solideo

"En todas la no pocas veces en que le hice visitas en Vittorio Veneto y en Venecia, no recuerdo (más allá de una sola excepción) de haberle visto encima algún signo de color, en su simple sotana negra, que indicara que él era obispo y luego también Cardenal; ni siquiera el solideo era visible, ya que, como se sabe, no lo llevaba nunca puesto en casa. Este comportamiento, del todo natural en él desde siempre, era una de las tantas formas de su modestia y de su humildad. Pero ocurrió un día en que fui recibido en Venecia, que esta costumbre suya, convertida ahora en familiar, me golpeó particularmente. Tenía necesidad de que él me presentara, de alguna manera, a una personalidad de Venecia por una cuestión personal. Cuando me recibió, estaba solo ya que el secretario estaba ausente. Fue muy atento y afable como siempre y comenzó a buscar la guía telefónica para anunciarme él personalmente a quien yo quería encontrar.
Observaba aquella humilde figura de simple cura (pues nada más que un simple cura habría parecido a quien, no conociéndolo, hubiera estado allí presente) que se movía por las habitaciones de la sede patriarcal en actitud de servicio al visitante, me vino instantáneamente a la memoria aquellas bien diversas figuras de cardenales de tiempos no tan lejanos, majestuosamente cubiertos de púrpura. Y, sin embargo, cardenal también era él ... y futuro Papa".

Antonio Battocchio


Don Albino y la guerra

Algunos testimonios de la hermana del Papa. "Nuestra familia estaba muy comprometida con la resistencia. Nunca hemos sido fascistas. Mi hermano Edoardo, después del 8 de septiembre de 1943, había constituido una brigada de partisanos católicos. Actuaban en la clandestinidad. Yo hacía de puente entre ellos y Belluno. Una especie de estafeta. Albino daba consejos acerca de cómo debían moverse. Qué debían hacer, informaciones preciosas. Estaba muy adentro. De hecho, tejía los hilos de la resistencia católica en nuestra zona".
A la pregunta de si era verdad que había salvado la vida de un fascista, que estaba por ser ajusticiado por los partisanos rojos, respondió : "Sí, es verdad. Se trataba justo del maestro que lo había preparado en el instituto. No era un verdadero fascista. Pero, por motivos de buen vivir, se había comprometido mucho con las organizaciones del fascismo.
De noche, vinieron los partisanos comunistas y se lo llevaron. Al día siguiente, a la mañana temprano, sentimos tocar la puerta. Abre mamá y se encuentra delante con una mujer de rodillas. Era la esposa del maestro. Imploraba : "Hagan venir al Albino, se los ruego, sólo él puede salvar a mi marido". Mamá informó enseguida a mi hermano en Belluno, que no dudó en venir". - Pero, ¿qué podía hacer ? "Tenía un primo comunista entre los partisanos. Lo fue a buscar. Éste, de buenas a primeras, dijo que no sabía nada de aquella historia. "Yo no tengo nada que ver", decía. Albino insistió. Lo asustó : "Mira, lo sé, sé que tú eres responsable; yo no vuelvo a Belluno hasta que no suelten al maestro". Después, volvió a casa.
Las horas pasaban y crecía la tensión. A la noche, mamá pidió a Albino que volviera a ver a su primo, para ver si había novedades. Lo hizo. Del pueblo apenas había partido una estafeta para los partisanos comunistas. Al alba, el día después, el maestro podía volver a abrazar a su esposa. ¡ Qué tiempos ! ¡ Cuántas personas fueron asesinadas por el odio político en aquellos años !"


Los botones como sombreros de cardenal

Refiriéndose a la nómina como obispo, la hermana del Papa cuenta : "No pude ir a Roma para la ceremonia porque mi marido estaba enfermo. Recuerdo que, algún mes antes, estuve en casa de mi hermano en Belluno y en los periódicos ya se vociferaba de su posible nómina : "Esperemos que no suceda", me dijo. Y luego, tomándome el pelo como hacía a menudo : "¡ Pero, tal vez tú estés contenta de convertirte en la hermana del obispo !". "Albino, obispo o no, tú sigues siendo mi hermano", le repliqué riendo. Él bromeaba a menudo sobre estos aspectos legados a la vida eclesial.
Una vez, cuando era pequeña, de 12 o 13 años, él era cura hacía poco, estaba cosiendo un pullover y observé que los botones parecían sombreros de cardenal. "¡Eh, querida mía, tú no puedes cultivar estas esperanzas ! Quizá yo ...". Era un burlón.
¡ Yo estaba siempre tan feliz cuando Albino regresaba a casa por un poco ! Nos reíamos con él".


"Iremos cuando lo hagan Papa"

"Recuerdo que también, cuando lo crearon cardenal, no fui a Roma. Mi hermano Albino casi no nos lo había dicho y no había organizado comitivas que lo acompañaran; Edoardo me había dicho que no habría ido ni siquiera él. Luego, en televisión, lo vi a él y a muchos conocidos que, al último momento, habían ido a Roma. Me quedé un poco mal : mis familiares me consolaron : "¡ Está bien, quiere decir que iremos cuando lo hagan Papa !". Después me lamenté con Albino, y él, desde entonces, nos invitó a pasar siempre el día de Navidad y de Pascuas juntos, en el Patriarcado. Desde 1970 lo hicimos siempre".


"Pequeñita y muy charlatana"

Del viaje del Cardenal a Fátima. "Me contó que sor Lucía era "pequeñita y muy charlatana". Y ha sucedido muchas veces que, hablando con los familiares de este hecho, Albino se pusiera imprevistamente serio, como golpeado por una grave pensamiento. Nunca lo habíamos visto tan turbado. La misma turbación tuvo la noche del 5 de agosto de 1978, a la vigilia de la muerte de Pablo VI. Él estaba con mi hija Lina, que le hablaba de la muerte de un amigo suyo, y él, con una gravedad de expresión inusual, le dijo : "Hay que estar siempre preparados, porque la muerte puede venir e cualquier momento". Era como si quisiera sacarse de encima un pensamiento. Pero, de todas estas cosas, por el momento, no nos ocupamos. Luego, sí".


La escolta la sembraba

Por lo que se refiere a qué cosa habría hecho su hermano como Papa, respondió : "Lo que había hecho toda la vida : ser sacerdote. Sobre todo, oración y catequesis. Pienso que en la Iglesia habría provocado alguna cosa. ¿ Sabe ? Mi hermano era un simple, no un simplón.
En Venecia, esta simplicidad suya había hecho torcer la boca a muchos, que no digerían el hecho de que él hablase en tono simple y humilde, que anduviera por la ciudad en sotana, que no quisiera la escolta y el acompañamiento oficial. Él, la escolta, a menudo la sembraba".

Antonia Luciani





¿ Se puede fumar ?

"Hombre lleno de espíritu, que había leído y que recordaba de manera extraordinaria, capaz de humorismo en la hora apenas sucesiva a su elección : un cardenal español habiéndole pedido, a la mesa, el permiso de fumar : "Sí - respondió - pero ... ¡ fumata blanca !"


El pastoral ... una contención cuando no sabe donde poner las manos

28 de agosto de 1978 hora 18. "Nuevo encuentro entre el Pontífice y mons. Noé en vista de la ceremonia del domingo. ¡ Nada de silla gestatoria ! ("¡ cuando sea viejo !"). Nada de asistencia en su Misa cotidiana salvo las religiosas y su secretario, don Diego, con quien concelebra. ¿ Por qué hacer levantar tan temprano a los dos domésticos (Gusso) ? ¡ Tienen familia ! Respecto del uso del báculo o, al menos, de la cruz que Pablo VI llevaba en público, contrariamente al uso antiguo (el Papa no tiene báculo) : él vio un medio de contención (como el Papa Juan con su sombrero) cuando no sabe cómo poner las manos. Noé responde que es favorable. Yo respondo lo contrario : "Aquí estoy como el asno de Budidano". Luego terminó por aceptarlo.
No está fascinado por las aclamaciones populares. Recuerda las que acogieron a Pío IX en 1846 : "¡ Y luego vinieron las cruces ! ¡ Para mí, las mías ya han llegado !"

Card. Jacques Martin





Los chicos vociferantes

"Tenía el arte de hacer sentir cómodos a todos, como en su propia casa, quitando todo obstáculo del medio. Si la confianza en Dios era el perno de sus pensamientos y de sus acciones, la amabilidad hacia el prójimo reflejaba como en un espejo al mismo Jesús, manso y humilde de corazón. La simpatía por los pequeños, los humildes, los pobres, le salía espontánea, hasta el punto de hacer esperar al nuevo prefecto de Venecia, en visita de cortesía, para acoger a una cuadrilla de chicos vociferantes que fueron a encontrarse con él en el patriarcado : yo estaba presente y responsable de aquella irrupción improvisada".


Un reproche ... amable

"Tiempo atrás, encontré en Venecia a un anciano gentilísimo que, mientras subía al vaporetto, me reconoció y me habló enseguida del Patriarca Luciani. En tiempos de su servicio en portería, tomó conocimiento de un incidente que le tocó sufrir a una de las bonísimas hermanas de María Niña que trabajaban en el patriarcado. Durante la hora del almuerzo, un párroco buscaba telefónicamente al patriarca; la hermana convenció al sacerdote de llamar más tarde, porque le parecía que el patriarca tendría particular necesidad de un momento de tranquilidad. Cuando a la tarde, supo del llamado telefónico, el Card. Luciani buscó a la hermana y, con amable franqueza, la disuadió de similares iniciativas, porque - dijo - si un párroco busca al patriarca a la hora de comer, quiere decir que la cosa es urgente ... ¡ y que no suceda nunca más !
Entraba y salía como un invitado - decía el ex portero - y, disculpándose de la molestia, se informaba cada vez de mi familia y de la nietita Paola ... ¡ Un hombre santo !"

don Licio Boldrin





Caridad y autoridad

"Para certificar el binomio caridad y autoridad en la acción de Albino Luciani, mons. Scalzotto ha revelado un episodio inédito de cuando era obispo de Vittorio Veneto : un aluvión había obligado a varios fieles a refugiarse por la noche en la parroquia, cosa que no había sido muy del agrado del párroco.
Informado del hecho por el alcalde, mons. Luciani, no sólo ordenó que los fieles pudieran permanecer en la parroquia, sino, al día siguiente, a las 5.30 de la mañana, los visitó de incógnito. Al mismo tiempo, entregó al párroco un mensaje escrito en el que intimaba : "Acuérdate de que aquí el párroco soy yo. Considérate exonerado ". La cosa, en efecto, ocurrió puntualmente ".

mons. Tiziano Scalzotto





Venecia es peligrosa

"El 17 de abril de 1978, el card. A. Luciani, Patriarca de Venecia, en calidad de presidente de los obispos del Trivéneto, presidió la liturgia excequial por los funerales de S.E. mons. Vittorio De Zanche, obispo emérito de Concordia - Pordenone.
Al término de la sagrada liturgia, en la cual han participado diversos cardenales, una treintena de obispos y más de 400 sacerdotes, me he encontrado casualmente al lado de S. Em., el card. Luciani.
En la sacristía, ayudo al cardenal celebrante a quitarse los sagrados paramentos pontificales. Al final, le coloco el abrigo y el sombrero. Colocando tales efectos personales, dije con tono decidido y sincero : "Monseñor, Eminencia ... mire que Venecia es peligrosa". "¿ Por qué ?", me pregunta. "Porque - agregué - Ud. será el tercer Papa de Venecia; después de los cardenales Sarto y Roncalli, Ud. será el tercer Papa de Venecia; sí el tercer Papa".
Está claro que, no teniendo alguna familiaridad con el Card. Luciani, por no haber hablado nunca con él, ni haberlo visto antes de entonces, el mío no podía ser absolutamente un chiste gracioso.
La mía era una convicción que me salía de la profundidad del corazón y del espíritu : casi una inspiración interior.
Cuando aquella tarde del 26 de agosto de 4 meses después, el humo blanco de la chimenea de la Capilla Sixtina anunciaba al mundo la elección del nuevo pontífice, casi grité de alegría dentro de mí : "Ahora corro a hacer sonar las campanas por el nuevo Papa. Será el card. Luciani; y se llamará Pablo o Juan".
La diferencia es sólo aparente : se llamará Juan Pablo".

don Matteo Passut





Cambio de cruces

 Recuerdos de su maestro, don Giulio Gaio. "Con memoria lúcida y extraordinaria propiedad de lenguaje, hablaba de aquel "bocia" (muchacho) que escribía temas de diez o doce carillas obligándolo a fatigas suplementarias de maestro. "Era el primero de la clase, un cañón, pero no he notado nunca en él un sentimiento de superioridad sobre sus compañeros".
Las relaciones entre maestro y alumno no se habían interrumpido con el seminario. Don Giulio las definía "cordiales, espontáneas, por no decir, amigables. Lo que no impedía - son siempre palabras suyas - que no hubiera también discusiones, especialmente en algunas valoraciones de carácter político y eclesial, las cuales, sin embargo, no turbaron nunca las relaciones de amistad verdadera ".
En una entrevista del '86, nos había dicho : "He enviado a don Albino las felicitaciones cuando había sido elegido para Vittorio Veneto y le he asegurado también mi oración al Espíritu Santo para que lo ayudara a llevar aquella cruz que le había llegado, he agregado bromeando, también en reparación a aquélla a que me condenaba cuando él estaba en IV y en V grados con sus temas que no terminaban más".

G.M.





Críticas

"Hoy he hecho feliz a un sacerdote, pero he dejado descontentos a, por lo menos, diez, que luego no serán tan benévolos conmigo", exclamó Luciani durante el almuerzo, después de haber firmado el "nombramiento" de un "Monseñor" (...)
"Miren que ningún gobierno humano es infalible : piensen que la misma Providencia de Dios es criticada por el hombre : si llueve, porque llueve; si hace calor, porque hace calor ... y así sucesivamente".
También a Luciani llegaban expresiones como : "nómina hecha a caso ... sin criterio ... ¿ qué espera para nombrar ?... hay que ser más enérgicos, usar el báculo". Y el obispo, entonces, girando el anillo del dedo y, tal vez, acomodándose el solideo, casi siempre atravesado, exclama : "¡ Qué miseria ! ¡ Qué miseria ! Las necesidades de las almas sacrificadas por sueños ambiciosos, por ilusiones del amor propio, por intereses y satisfacciones de las familias, por cálculos de avaricia, por vanidad del respeto humano. Somos sacerdotes de Cristo que,  por amor de las almas, se inmoló a sí mismo, se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz".
A él, luego, se le observaba, benévolamente que, cuando llegaba a una parroquia, no tenía encima ningún signo "rojo", sino un aire humilde y desconocido. Acostumbraba, entonces, a sonreír y decir : "Pongámonos también un poco de rojo si ésto sirve para salvar las almas y para ir al paraíso".

don Francesco Taffarel






Un encuentro impresionante

Recuerdos del hermano del Papa, Edoardo Luciani. "Edoardo era el familiar que más confianza tenía con Albino. Lo vió la última vez pocos días antes de la muerte, en el departamento papal.
Cuando llegó el momento de los saludos, Albino lo abrazó fuerte, largamente. Nunca había sucedido; los "montañeses" son gente sobria , poco amiga de sentimentalismos. "Como si fuera un adiós definitivo".
Tratamos de preguntar si Juan Pablo I mencionó alguna vez algún proyecto para el pontificado. Y, he aquí, imprevistamente, surgió un secreto que Edoardo Luciani mastica adentro desde hace años. Un secreto que nos deja enmudecidos.
"Proyectos para el Pontificado ... Sólo el mínimo indispensable necesario a las exigencias de la Curia. Y ¿ quiere saber por qué ? Pues bien, yo siempre estuve persuadido de que mi hermano sabía anticipadamente que su pontificado debía durar muy poco, y aún por ésto no concibió programas a largo plazo".
Se piensa enseguida en la salud delicada de Juan Pablo I. La sobrecarga de trabajo, el stress físico y emotivo ... Pero no se refiere a ésto Edoardo, cuando dice que el hermano Papa "sabía" que tenía que morir pronto. "Mire, sobre la salud de Albino se han dicho y escrito demasiadas cosas erradas, al menos, exageradas ... Me dan ganas de decir que tenía una salud de hierro. Yo he sido artillero, de constitución robusta, pero nunca habría resistido el ritmo de vida para él normal cuando era Patriarca de Venecia : despertador a las 4.30 de la mañana; día completo hasta las 22.30 de la noche".
¿ Por qué, entonces, Juan Pablo I  presentía que su pontificado debía durar "muy poco" ? Aquí la desconcertante respuesta de Edoardo Luciani. "Yo creo que su presagio de una muerte repentina, como Papa, estuvo ligado a un largo coloquio que Albino tuvo con la única vidente de Fátima todavía viviente.
Se encontró con sor Lucía el 11 de julio de 1977, en Portugal, justo un año antes del Cónclave de cual salió Papa. Fue la religiosa quien pidió de encontrarlo y de poder hablarle. Mi hermano salió impresionado. Cada vez que, en las charlas con nosotros mencionaba éso, su rostro se ponía pálido. Como si un pensamiento oscuro lo turbara en lo profundo.
Todos nosotros nos hemos quedado siempre impresionados. Ahora, a posteriori, juntando todas las menciones que hacía mi hermano en varios coloquios, es todo más claro. Aquel día, la vidente le dijo algo que se refería, no sólo a la Iglesia, sino también a su vida, el destino que Dios le preparaba ..."
¿ Una oscura predicción respecto de la elección pontificia, seguida de una muerte dramática y repentina ? Parece justo éste el pensamiento, más bien, la íntima "persuasión" del hermano de Juan Pablo I".

Lucio Brunelli
de Il Sabato
  28 agosto 1993





" Mamá, ¡ mira al Papa ! "

"Recen a la Virgen por el Papa", decía a los niños, y luego, tal vez pensando en la tremenda responsabilidad del pastor universal de la Iglesia, había agregado : "Recen por mí a la Virgen para que no me haga convertir en Papa".
Ésta es la invitación del Card. Luciani a los chicos de Canale D'Agordo. La Virgen habrá ciertamente escuchado las oraciones inocentes pero - como sabemos - no pudo hacer nada. El Card. Albino Luciani tenía que convertirse en Juan Pablo I.
Al humilde patriarca de Venecia no quedará otra cosa que lamentarse (buenamente, se entiende) con los cardenales algún mes después : "Dios los perdone por lo que han hecho conmigo ..."
El domingo antes de que muriera Pablo VI, el 27 de julio, el card. Luciani se encontraba en Premana, pequeño pueblo montañés de la provincia de Como. Caminaba por la calle, entreteniéndose en hablar con la gente del lugar, cuando he aquí que un niño, en medio del estupor general, exclamaba en voz alta : "Mamá, ¡ mira al Papa !". El cardenal esboza una sonrisa divertida y dice : "¡ No, es otro !"
Pero, el signo premonitorio más conocido es el que dio Pablo VI que, en 1972, en visita a Venecia, se quita la estola y la pone sobre los hombros del patriarca haciéndolo "poner todo rojo" ("yo nunca me había puesto tan rojo", dirá el  Papa Juan Pablo en el primer  inolvidable saludo a los fieles el día siguiente a la elección)".


Con el auto roto a las "puertas" del Cónclave





"El día de la Asunción de la Virgen, el Card. Luciani está en Roma, en preparación del Cónclave, y celebra su Misa en la iglesia de San Marcos (cerca de Plaza Venecia), de la cual lleva el título cardenalicio.
En la homilía habla a los fieles de la Virgen, Madre de la Iglesia, hermana nuestra, invitando repetidamente a orar a la Madre de Dios por la elección del Papa, por el futuro Papa. Pero el patriarca no piensa en lo más mínimo en sí mismo.
Él está tan cierto de volverse a Venecia que, el día mismo de la entrada al Cónclave, irá a solicitar al mecánico que repare rápidamente su viejo auto - roto a las puertas de Roma : "Les  recomiendo, hagan lo más rápido posible. Tendré que volver a casa (Venecia) en pocos días y no sabría cómo hacer para recuperar el auto si tuviera que dejarlo aquí".


El Santuario y los partidos de bochas

"Pero, demos un paso atrás : ¿ quién era y de dónde venía Albino Luciani ?
De familia pobre, padre emigrante, conoció una infancia de sacrificios y privaciones. "Una vida mísera - cuenta el hermano, Edoardo - ; de mayo a octubre, se iba a la escuela con los pies desnudos : el resto del año, los zuecos de madera. Terminada la lección, debíamos conducir la vaca al pasto y cortar el heno ... Papá estaba lejos".
También de seminarista, Albino pasará los veranos cortando heno en la montaña.
Mientras el padre está en el exterior a causa del trabajo (y manda el dinero para mantener los estudios del hijo que está en el seminario), toca a la madre Bortola ("santa mujer") guiar a la familia.
Uno de los recuerdos más bellos de aquellos años probados y laboriosos será para Albino la peregrinación al Santuario de Pietralba (Bolzano).
Había 60 - 70 km de camino entre las montañas : iban a pie y la mamá llevaba atrás la harina para hacer la polenta para comer.
Cura, obispo y luego cardenal, Albino permanecerá fiel a esta peregrinación anual, quedándose a veces en el convento del Santuario para un breve período de retiro o de descanso. Durante esta permanencia sucedía que el cardenal fuese a comer a la trattoría para acercarse a los peregrinos y a la gente del lugar.
Cerca había una cancha de bochas y aquí Luciani no perdía la ocasión de jugar un partidito de bochas".

Stefano Andreatta
de "Il Rosario"
n. 19/1978



El nuevo Patriarca y las máscaras danzantes

Era el 10 de febrero de 1970, su segundo día lleno de compromisos como Patriarca de Venecia. "La cena  y la fiesta de "fin de carnaval" con los superiores y seminaristas y la ocasión de volver a ser seminarista, reviviendo escenitas burlescas y cantos iguales para todas las estaciones de la vida ... Alguna hora de serenidad con los jóvenes para esperar y revivir una alegría despreocupada de una edad ya lejana. Hacia las 23, con el vaporetto, llegamos a casa. Hace frío. Alguna máscara, algún grupito que baila y canta. En la esquina de la Piazzetta dei Leoncini, algunas máscaras nos encierran en un círculo de danza : un momento de estupor, luego alguno en bauta (n.d.r. máscara y traje típico del siglo XVIII de la Comedia del Arte) nos lanza un puñado de papel picado, rompiendo el círculo con una inclinación profunda, saluda : "Buen día, señor Patriarca". Ya es uno de casa".


Navidad

"Luciani vivía la Navidad también en el recuerdo de su familia y de su niñez. En el obispado, deseaba celebrar la Novena de Navidad a la que puntualmente participaba.
Dirigía a las monjas y al secretario presentes una reflexión y una invitación a formular un propósito de vida. Alguna noche, antes de retirarse a su habitación, venía también a echar una ojeada para ver cómo iban los preparativos del pequeño pesebre, colocado en la capilla privada.
En aquellos días, en la cena, sabía serenamente renunciar a la fruta, al vino, y pedía de cenar lo que había quedado del almuerzo.
Una vez, en Navidad, un sacerdote era huésped en la Casa de Ejercicios de Vittorio Veneto. Luego del pontifical en la Catedral, Luciani lo invita :
- Ven hoy a almorzar conmigo, es Navidad; estoy solo porque quise que mi secretario fuera a encontrarse con sus padres, hasta que sea posible. Yo tengo un poco de remordimientos por no haber ido lo bastante frecuentemente a hacer compañía a mis padres, especialmente a mi madre, que me lo pedía con insistencia.

don Francesco Taffarel





Del mísero ingreso a Venecia a los triunfales funerales en el Vaticano

"Cuando el Patriarca Luciani, en el ahora lejano 8 de febrero del '70, hizo su ingreso en Venecia, cuántos de nosotros recordábamos abril del '49 o marzo del '59 en que Venecia había acogido a sus últimos tres Patriarcas, no podíamos no constatar la enorme diferencia. Triunfales aquéllos por flujo de gente, por imponencia y señorío de forma, por esplendor de sol; mísero, en cambio, y gris (hasta el tiempo era tedioso) éste del nuevo Patriarca, en obsequio a la nueva línea impuesta por las nuevas fuerzas innovadoras del post - 68 de la diócesis.
Recuerdo que, entrando a la basílica de San Marcos, un colega amigo, que de Luciani se decía estimador, más bien mortificado por la excesiva simplicidad de aquella acogida, me dijo : "¡ Verás qué triunfo serán, en cambio, sus funerales !". Palabras que me han vuelto a la mente en estos días en la grandiosidad de la Basílica vaticana donde, a través de los medios de comunicación, pudimos decir que todo el mundo estaba reunido".


mons. Giuliano Bertoli
ex Rector del seminario patriarcal de Venecia





El Papa Juan sabe convencer ..., ¡ en cambio, don Albino no !

"¡ Nuestro don Albino ! Era así que lo llamaban los fieles de la iglesia victoriesa. Un hombre simple, humilde y con un gran espíritu de pobreza. "Le había dicho al Papa Juan que podía pensar en otro y no en mí - confió a Giacomo Peterle -. A su tiempo, me fue propuesta la nómina como obispo. Dije enseguida que no me parecía ser apto y que, de todos modos, me quedaba muy a gusto en Belluno en mi trabajo. Luego de dos pedidos y dos rechazos, fui invitado a Roma.
Me habló personalmente el Papa Juan rogándome que aceptara. No teniendo otros argumentos para resistir a los ruegos de aquel hombre santo, le dije : Santidad, no estoy tan bien ... tengo alguna dificultad en la respiración. - Entonces, estamos bien - dijo el Papa Roncalli, por toda respuesta ... estamos bien porque lo mando a Vittorio Veneto, sobre la colina, en el castillo ... ¡ si supiera que aire bueno ! ... yo lo sé porque, desde Venecia, he ido allí varias veces. Le hará ciertamente bien. A lo que no supe más qué responder u observar. Y, acá estoy. Tenía razón el Papa : es un buen clima, ¡ también un bello lugar ! Es buena también la gente".

Un obispo en rodaje

"Además de la humildad, se mostró particularmente sensible hacia otro valor : la pobreza. Cuando llegó a Vittorio Veneto, Luciani trajo consigo sólo su ropa y la biblioteca. No poseía la televisión que aceptó de regalo sólo para poder seguir la peregrinación de Pablo VI en Tierra Santa - escribió don Arrigo Gobbo, su ex secretario, fallecido hace años.- Las comidas eran de una frugalidad extrema y no recuerdo que haya tenido nunca un período de vacaciones. Del dinero que recibía, se servía para ayudar a los pobres y aún a no pocos sacerdotes en dificultades.
" ¿ Pero, es de veras un Obispo ? Ésto se preguntaban los fieles de la diócesis de San Tiziano -. ¡ Quizá esté todavía en rodaje !"
Albino Luciani era de contextura delgada y frágil. La voz era débil. El comportamiento humilde. A menudo escondía las insignias episcopales, sea que fuera a visitar a los enfermos en las casas de reposo o de cura, sea que entrara en una hostería a tomar un "ombra" ( vino ) con algún sacerdote.
Pero, con el transcurrir de los meses y de los años, bien rápido los fieles cambiaron de opinión. El tono tenue y frágil de su voz terminó por infundir seguridad a quien lo escuchaba".

Nicola Scopellitti





Don Albino "guardia de seguridad"

Recuerdos de don Alfieri De Lorenzo, sacerdote de pura sangre cadorina que tiene un gran recuerdo de don Albino Luciani como prefecto y vicerrector del seminario de Belluno. Don Alfieri me mostró un pequeño anotador, lleno de nombres y de números, que contiene las medidas exactas de las sotanas que su mamá Amelia hacía, como modista renombrada, a varios sacerdotes, entre ellos Luciani. Era cómodo para él tener a esta modista que vivía cerca del seminario, en los viejos locales, sobre S. Pedro. Y, del anotador, resulta que él fue tres veces para hacerse la sotana o el abrigo. Y la modista anotaba : altura 140, hombros 21, tórax escaso ... " y por ésto se preocupaba, como una mamá, por la salud de don Albino", agrega don Alfieri.
Pero hubo un episodio que entristeció a Amelia. Fue al Seminario a llevar la ropa nueva a un seminarista y el vicerrector Luciani la detuvo en la portería y quiso mirar dentro de su cartera. ¡ Un gesto no habitual y sospechoso ! "¿ Cómo es posible ? ...", preguntó don Alfieri al vicerrector. Y, cándidamente, respondió : " lamento esta curiosidad, pero tuve que obedecer al Rector que pensaba que la mamá llevara al Seminario también algún periódico prohibido".  En aquellos tiempos, los seminaristas no podían leer ni siquiera "Il Gazzettino" o "L' amico del Popolo", por miedo a que se distrajeran en el estudio y en las prácticas de piedad. Así se explicó el gesto de Luciani y la sospecha del Rector se ha aclarado y disuelto".


Las escapaditas al bar a espaldas del vicerrector

"Don Alfieri recuerda con gusto a Luciani más como prefecto que como vicerrector. ¿ Por qué ? ... "Era uno de nosotros, vivía con nosotros, estudiaba con nosotros, paseaba con nosotros ... Y era bello e interesante conversar con él, que sabía de todo".
Recuerda con gusto también los paseos, guiados por Luciani, hacia Limana, Castion, Salce ... "Él iba siempre delante del grupo, absorto en la conversación, con los dos vecinos y seguía adelante, sin nunca darse vuelta ... para ver que nosotros entrábamos en algún bar, fumábamos algún cigarrillo, haciéndola franca".
Don Alfieri sostiene que Luciani era un hombre "superior" : fiel a las reglas, pero también libre. Era exigente, pero también comprensivo, humano, cercano a los  problemas personales de ellos".

Cesare Vazza





"Patriarca, ¿ qué broma nos has jugado ?"

"Reía de gusto, Albino Luciani, mientras nosotros, de la compañía teatral del seminario, representábamos las intrigas siempre iguales y siempre diversas de las comedias de Carlo Goldoni. Yo había sido promovido aquel año al rol de actor luego de un breve período de entrenamiento en la dirección y, me resultaban estrechas - literalmente, porque los viejos vestidos para la representación eran de alguna medida inferior a la mía - las ropas del señor Maurizio, uno de los Risteghi. Y reía de gusto el Patriarca aún cuando, terminada la comedia, lo invitamos a posar para la foto recuerdo de rito que tengo en mis manos. Se prestaba con gusto y posaba en medio de nosotros, actores de una extravagante compañía en la que, por necesidad, los hombres hacían la parte de las mujeres.
Leo la fecha de la foto : febrero de 1978. Me vuelvo a veinte años atrás, a aquel atormentado y extraordinario 1978, el año del secuestro de Aldo Moro y del triste llamado de Pablo VI a los hombres de las Brigadas Rojas, el año de su elección al solio pontificio.
Veinte años, y me parece ayer, como la tarde de aquel 26 de agosto, cuando en la TV trasmitieron en directo desde la Plaza de San Pedro, la fumata. ¿ Era blanca, era negra ? No se entendía. Yo debía salir para un compromiso pero, al final, me quedé pegado al video y fue la alegría más grande que hasta entonces nunca había probado. "Eminentissimum ac reverendissimun Dominum,Albinum ..., pronunciaba sonriente el cardenal Felici. Era él, me parecía imposible. Patriarca, ¡¿ qué broma nos has jugado ?! "Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Luciani". Sí, no había ninguna duda, era de veras él. Nuestro obispo. Aquél que, encontrándome, me decía con su sonrisa desarmante : "¡ Me avergüenzo, cerca de ti, yo, patriarca, tan pequeño y tú, seminarista, tan grande !". Aquél que, cuando en las celebraciones en San Marcos, le decíamos, apoyándole la mitra en la cabeza : "Un momento, Eminencia, que está torcida", respondía buenamente : "No es la mitra que está torcida, es mi cabeza la que está mal hecha". Corrí a la iglesia y me aferré a las campanas, que entonces eran de cuerda, y las hacíamos repicar, repicar por quién sabe cuánto tiempo".


don Sandro Vigani





Disculpas por la púrpura

"La última vez que lo encontré personalmente fue en Venecia el Lunes Santo de 1978. Me acogió, junto a dos amigos, en su estudio. Estaba vestido de rojo - púrpura y se excusó. "¡ Tengan paciencia ! Me esperan en media hora en San Marcos para un encuentro con los chicos de la ciudad. ¿ Saben ? A ellos les gusta ver al Patriarca vestido de rojo. Disculpen". Se hizo traer por el secretario un abrigo negro y, mientras se lo ponía, repetía : "Tienen de veras que disculparme ..."

Mario Carlin





Recuerdos de un compañero de seminario, Erminio Scola.


Un poeta castigado

"En el seminario, Luciani era un chico vivaz; era fuerte en italiano y en historia, mientras  yo era fuerte en matemática", cuenta Erminio. Luciani recibió también un castigo del maestro Troian, durante una lección de historia, porque él estaba distraído. Escribía poesías en una hoja ... Troian le llamó la atención, le ordenó que le entregara la hoja y lo castigó : "Estarás una hora de pie, inmóvil". Luciani obedeció tranquilo, sonriendo".


"¡ Tienes razón tú !"

"Después del seminario menor, ambos amigos pasaron al seminario de Belluno. Una vivaz discusión con Luciani durante un paseo : "Hablábamos de los Papas del pasado y yo expresé un juicio duro, negativo de un Papa. Luciani se enfureció y dijo : Te equivocas, éste es un gran Papa ... Pero yo, testarudo, reafirmaba mi juicio negativo. Luciani, entonces, de golpe, bloqueó la discusión y me dijo : ¡ Tienes razón tú ! Vuelto al seminario, consulté el libro de historia y vi que la "razón" era suya, mientras yo me equivocaba del todo ... Aquí he visto la bondad y la humildad de Luciani", concluye Erminio.


Ronquidos en la noche

"Envidiaba a Luciani porque, no obstante el frío de las habitaciones, lograba dormirse enseguida y ¡ también roncaba ! Mientras yo comenzaba a dormir luego de la medianoche. Le pregunté un día : ¿ Cómo haces para dormir con este frío ? ... Luciani me ha entendido enseguida y me dio su edredón. ¡ Qué gran placer ! Finalmente también yo podía dormir bien".


Cesare Vazza





Una sangre poco común para una vida por salvar

"Había apenas cumplido los 16 años en el lejano 1938. En el mes de noviembre fui internado en el Hospital de Belluno, afectado de un mal que no perdona. Fui operado, pero luego de algunos días, durante la medicación, la arteria femoral se rompió y comenzaron a presentarse las hemorragias; se pidió ayuda a mi pueblo; eran necesarias transfusiones de sangre. Llegaron de mi pueblo chicos y chicas pero, a veces, el grupo sanguíneo era más bien raro.
Una noche de la primera semana de diciembre, fui afectado por una fuerte hemorragia. A la mañana, me encontraron desmayado y desangrado; pidieron de nuevo ayuda a mi pueblo. Se encontraron cuatro muchachos; fueron llevados para la prueba de sangre pero ninguno de los cuatro me pudo ayudar. No iba bien para mi grupo y se fueron. Yo entré en coma. A la noche, vino don Albino Luciani que salió del seminario para hacerme una visita; me encontró en fin de vida; le fue referido todo lo que había ocurrido : necesitaba sangre; él se ofreció. Hicieron la prueba de su sangre e iba bien para mi grupo. He recibido su transfusión mientras yo estaba en coma y no habría sabido nada de todo lo que había ocurrido hasta el día siguiente. A la mañana, me desperté y la enfermera me dijo : Vino don Albino y te ha dado sangre, pero tú estabas durmiendo.
Pasaron algunos días. Llegó el 13 de diciembre, a la noche apareció don Albino; a mala pena lo he conocido, estaba siempre mal, tenía la fiebre altísima, tenía la bolsa de hielo en la cabeza. Él me preguntó cómo estaba; luego me dijo : he vuelto todavía a darte un poco de sangre, y me saludó y se fue. Al día siguiente, la fiebre había desaparecido y su sangre me quedó; no salió más de la herida y me ha quedado para siempre. Desde entonces, la llevo encima. El milagro había sucedido; creo en este milagro como creo en Dios, creo en su santidad como hombre de caridad, hombre de amor. Con su ejemplo, nos enseñó cómo se puede amar, cómo se puede servir. ¡ Debemos recordar !
El Papa Luciani, no solamente Papa, sino como hombre dotado de sus virtudes porque aquel patrimonio de enseñanzas que nos ha dejado permanezca con nosotros. En febrero del '98, escribí una carta al Papa dando mi testimonio de los hechos ocurridos 60 años atrás, pidiendo la beatificación y el nombramiento como patrono de los donantes de sangre.
El Papa Luciani ha sido uno de los primeros donantes de sangre de mi pueblo".

Achille Fontanive





"Piensa qué cosa diría mamá si estuviera aquí"


Fragmentos de la entrevista a Antonia Luciani, hermana del Papa.

- ¿ Qué recuerda de su encuentro luego de la elección ?
"Mi mamá, cuando era joven, en Venecia había encontrado al cardenal Giuseppe Sarto, futuro Pío X. A nosotros, niños, nos decía : "Piensen, he visto al hombre que se convirtió en Papa". Aquel 2 de septiembre de 1978, cuando Juan Pablo I me ha recibido en audiencia, le he dicho : "Piensa qué cosa diría mamá si estuviera aquí". Él me tomó el rostro entre las manos y me abrazó".





- ¿ Qué le dijo el Papa ?
"Trató de tranquilizarme a mí y a mi hermano Edoardo. El Señor nos ayudará porque no he hecho de veras nada para llegar hasta acá. Por lo tanto, estoy tranquilo yo y estén tranquilos también Uds". Luego, nos confió que el primer pensamiento después de la elección había sido el de tomar el nombre de Pío XIII. Pero que había cambiado enseguida de idea pensando en los sectores de la Iglesia que hubieran instrumentalizado esta opción".

- El del 26 agosto ha sido un cónclave relámpago. Según Ud., el cardenal Luciani ¿ se esperaba de ser elegido ?
"Mientras él estaba en Roma, en espera del cónclave, me mandó una carta. "Son momentos de grave responsabilidad", escribía, "aún cuando no hay ningún peligro para mí, no obstante las charlatanerías de los periódicos". Cuando vi en TV el ingreso de los cardenales en la Sixtina, me pareció que la telecámara se detenía un poco más en su rostro : estaba preocupado. No excluyo que se esperara alguna cosa".

- Luego el anuncio de la elección ...
"Cuando oí la voz del cardenal Felici pronunciar el nombre "Albinum" caí de rodillas y exclamé : "¡ Pobre Albino !"

- Una reacción un poco extraña. ¿ No estaba contenta de haberse convertido en la hermana del Papa ?
"Sabía que para él era un peso enorme. En los últimos meses, continuaba diciendo : "Pablo VI, pobre Papa".

- En los últimos meses se ha hablado de un milagro que fue atribuido a la intercesión de su hermano. ¿ Ud. ha recibido señales de este tipo ?
"He recibido muchas y continúo recibiendo. Tantas personas dicen de haber obtenido gracias rezándole a mi hermano".

- ¿ Qué piensa de un eventual proceso de beatificación ?
"Pienso que él, Albino, por cierto no lo querría. Yo creo que está en el Paraíso, que ya sea Santo. Pero que no le gustaría ser puesto en los altares".


Andrea Tornielli
de "Il Giornale"
28.09.1999


Dos que hacen dedo

Poco después de la nómina como Patriarca de Venecia, Albino Luciani y su secretario han detenido el auto para levantar a dos que hacían dedo. "La amabilidad del prelado, que ellos no reconocieron, desató sus lenguas. Comentaron la recientísima nómina del obispo de Vittorio Veneto a la silla patriarcal de Venecia : "Pero, después de todo, ¿ quién es este Luciani ? Ninguno ha sentido nunca hablar de él. Sería necesario más bien otro que el obispo de Vittorio Veneto para regir Venecia". Monseñor Luciani no reveló su nombre y, durante el viaje, conversando amablemente, con su estilo de catequista bondadoso, explicó cómo los caminos del Señor no eran los de los hombres y cómo la voluntad del Señor con coincidía siempre con las expectativas de los mortales. Cómo lo dijo exactamente, no se sabe, pero debió de ser muy convincente si los dos, al final del recorrido, agradecieron calurosamente y le dijeron : "¡ He aquí que un cura como Ud.  se necesitaba para ser de patriarca !".

G. Fanelli
de L'Osservatore Romano, 8/10/78





Se llamará Gregorio XVII

El nuevo cardenal Albino Luciani se encontraba en Belluno para la fiesta de San Gregorio Magno, patrono de su viejo seminario. "Luego de la celebración litúrgica, los sacerdotes (más de un centenar) se reunieron para un almuerzo fraterno en el refectorio del seminario. Para el brindis, tomó la palabra monseñor Antonio De Lotte, el más anciano sacerdote de la diócesis de Belluno. Con su voz todavía firme de óptimo predicador, tejió las alabanzas del neocardenal proyectándolas en el futuro y diciendo textualmente : "Usted nos ha hecho usar los nombres de capellán, de vicerrector, de monseñor, de obispo, de patriarca, de eminencia; no pongamos límites a la divina Providencia; deseamos de poderlo llamar con el nombre de Gregorio XVII" (n.d.a. Gregorio XVI era de origen bellunés)". Un aplauso fragoroso sumergió a monseñor De Lotte, mientras el cardenal Luciani movía la cabeza divertido, aferrando un poco nerviosamente los cubiertos".

de "L'Amico del popolo", 1978





¡ El vino con "aditivos" puede hacer verdaderamente mal !

Don Albino, vicerrector del seminario de Belluno. "Se preocupaba de que comiéramos a la mesa : "Los ayunos los harán cuando podrán. Ahora deben que crecer y por éso tienen necesidad de comer" y recomendaba también dormir "de lo contrario no me están más atentos en la escuela". Pero él dormía pocas horas y creo que comía también poco. Más que el sacrificio del ayuno, demasiado peligroso pues era visible también, quería que hiciéramos el sacrificio de comer todo, aún aquéllo que no gustara y sin lamentarse. Una vez me dio, a propósito, un ejemplo singular. Yo era ya sacerdote y me encontré a la mesa frente a él para una semana de ejercicios. Por cuanto lo observé, no logré entender qué cosa le gustaba y qué cosa no le gustaba. Trataba de ser también en ésto como los otros y bebía también un poco de vino. Una noche, se bebió ávidamente un vaso lleno de un sólo trago. Pensé que tenía fiebre, pero era otra cosa. Al final del curso de ejercicios, supe que el personal había dejado caer inadvertidamente detergente en el vino. Probablemente, don Albino lo había bebido en esa forma justo porque el sabor era malo. Muy probablemente, él se había sentido, en consecuencia, bastante mal durante la noche, pero no había dicho nada".

don Aldo Belli
de "La Sorgente", 1981





¡ Cuidado : monjas muy peligrosas !


Monseñor Luciani y un grupo de religiosas en Vittorio Veneto


El Patriarca con religiosas brasileñas


"Estoy en Villa Immacolata desde 1973. En Padova, en la comunidad de las religiosas del hospital, estaba también su "tiíta", sor Roberta Tancon. Quando ésta se enfermó, él (el Patriarca) venía a visitarla. Pocas veces, por los tantos compromisos que tenía. Cuando venía, con la tía estaba poquísimo porque las monjas se lo "robaban". Tanto que muchas veces he oído a sor Roberta lamentarse : "Sempre voialtre andé a parlar con me nevodo e mi no posso mai", oppure : "Ma xe possibie che ogni volta che vien me nevodo tute le suore ghe salta' dosso, e a mi gnanca na paroeta". ("Ustedes siempre van a hablar con mi sobrino y yo no puedo nunca" o también "Pero , ¿ es posible que cada vez que viene mi sobrino todas las monjas le saltan encima, y a mí me falta una palabrita ?"). Murió (cuando él estaba en Roma), el 12 de junio de 1973".

Simplicidad y reconocimiento

Otro episodio en Villa Immacolata. "Una mañana voy con la Loretta, una chica que colabora en la Casa de ejercicios, a la habitación del cardenal para las normales tareas de limpieza. Algún instante después llega también él : "Eminencia - le digo - entre, que nosotras regresamos luego". "No, no - responde - hagan lo que tienen que hacer, quédense adentro, yo me quedo sentado aquí". No hubo modo de convencerlo, y se quedó afuera sentado esperando. La cosa se repitió otras veces".

Lo vi la última vez al terminar los ejercicios de los obispos del Triveneto en junio del '78. Vino a saludar a nosotras las monjas de la cocina : "Siente - dijo sonriendo - qué buen olorcito; qué bellas cacerolas. Gracias por todo, ¿ saben ? No soy ni siquiera digno". Salió por la puerta de servicio".

sor Gianna M. Marchi
de "La Difesa del popolo", 26/8/79





El incendio

"Una vez, yendo hacia Bolzano Bellunese (estábamos hacia la mitad de junio, época de exámenes) a un cierto punto vemos un establo en llamas. L'è fogo ! L'è fogo !. (¡ Fuego, fuego !).Yo primero entro para desatar a las bestias y, enseguida detrás, lleno de coraje, Albino. Logramos salvarlas a todas. Pero regresamos al seminario tarde, hacia las nueve de la noche, y nos comimos una prédica del vicerrector, don Mario Coletti. Explicada la situación, todo fue recompensado enseguida. Luego, durante algunos días, nos vimos llegar a la mesa, una cesta de cerezas de parte de los campesinos que querían, de esta manera, darnos las gracias".

don Costante Pampanin
de "L'Amico del popolo", 1978





A paso vivo

"Llegado a Belluno, en el verano de 1949, conocí a monseñor Albino Luciani que mi predecesor, monseñor Bortignon, había nombrado su pro-vicario general, poniéndolo al lado de monseñor Pietro Rizzardini, muniéndolo de poderes y cargándolo de tareas a las que el joven pro-vicario, con una actitud sorprendente, daba ejecución razonada y rápida. La celeridad fue y sigue siendo  una de sus características en la escucha, la intuición, en el deliberar, en el actuar. Cuántas veces, bromeando, le apliqué el versículo bíblico : "Nondum verbum est in ore meo, et jam nosti totum" : o sea, "Antes aún de que yo abra la boca, sabes ya todo aquello que estoy por decir". Recorriendo juntos un tramo de camino, él me iba siempre algún paso más adelante; lo hacía inadvertidamente. Yo lo miraba por abajo de los lentes, él disminuía la velocidad (de prisa) y se ponía al paso, pero por poco. El instinto lo superaba a su pesar. Y él mismo sonreía por éso, humilde y paciente conmigo, peatón de paso plácido y tranquilo. En esta prisa suya, está el símbolo de su movimiento y de su apertura intelectual : un partir inmediato a la caza de las cuestiones, el aferrarlas y adueñarse de ellas, por intuición más que por proceso de análisis, el ver con seguridad el fondo. Y raramente ulteriores discusiones conducían a mudar aquella su visión primera.
Monseñor Luciani veía dentro de los problemas. Con prontitud. Pero no es que él también - como el resto de los mortales - no tuviera sus límites. Quiero dar un ejemplo. Personalmente, en el evaluar eventos y personas y en la toma de decisiones, yo siempre he sido un "peatón plácido". Luciani, tal vez, era en cambio más impulsivo. Me parece todavía verlo cuando, en ciertas circunstancias, lo observaba por encima y por abajo de los lentes".

mons. Gioacchino Muccin,
obispo emérito de Belluno-Feltre





El Cardenal ya aprende a ser Papa

1977. El Patriarca Luciani con Paulo VI en visita ad limina. "Paulo VI está en el centro de la biblioteca y tiene, a su derecha, al cardenal Luciani. Al final del discurso, el Papa busca el pulsador del timbre, colocado en un costado el brazo del sillón, para avisar a la anticámara que la audiencia ha terminado y que pueden entrar los fotógrafos. Caso muy extraño, el Papa no logra localizar el pulsador y continúa buscándolo con la mano. ¡ Sin embargo, estaba siempre en el mismo lugar y aquella llamada la repetía desde hacía tantos años ! El cardenal Luciani se da cuenta y, luego de algún instante de vacilación, toma la mano del Papa y la coloca sobre el pulsante. Paulo VI, en voz baja, no por todos percibida, dice : "Así que ha ya aprendido dónde está". Yo, en aquel momento, tuve un temblor. Me pareció una palabra profética".

Mons. Maffeo Ducoli,
entonces obispo de Belluno-Feltre






Un campesino en dificultades

"Él (Luciani, obispo de Vittorio Veneto) había elegido vivir en medio de la gente, como padre, hermano y amigo. Como el pastor de la grey, se sentía aislado y cortado fuera en su residencia episcopal en el castillo de San Martino, situado en una altura fuera de la ciudad. La magnífica vista del verde, de los árboles y de los viñedos alrededor de Vittorio Veneto no lo consolaba ciertamente de su aislamiento, porque él estaba convencido de que habría sido un mejor pastor si hubiera vivido en medio de su grey. Luciani estaba hecho así, y una vez, se apresuró con su secretario a ayudar a un campesino que él, desde su ventana, había visto en dificultades mientras arrastraba, a lo largo de un empinado sendero, su carrito lleno de hierba cortada".

mons. Giovanni Ronchi





Bellas mujeres en TV

"Exigía, sobre todo, de los sacerdotes obediencia, ejemplaridad y morigeración. Daba sus conferencias mensuales al clero con rara competencia. En una de éstas, hizo la siguiente exhortación : "Sacerdotes, no pierdan demasiado tiempo delante del televisor donde aparecen mujeres sospechosas; no son para nada feas, ¿ entienden ? ...". Una fragorosa risa precedió el aplauso".

don Pietro Battistella





Más signos de humildad

Mons. Luciani en un curso de ejercicios espirituales en Villa Immacolata en Torreglia, cerca de  Padova. "No aceptaba nada, no quería nada, no pedía nada : casi que aún el servicio más simple, al que tenía derecho, constituyera para él un privilegio. No había forma de hacerle llegar algo a su pequeño departamentito : ni siquiera el correo. Venía él personalmente a buscarlo por temor a incomodar a alguno. Si tenía necesidad de hablar con nuestro obispo, no lo mandaba llamar : iba él mismo a verlo".

mons. Pietro Brazzo
Director de la casa de esercicios
de "La Sorgente", 1980





Vivacidad fastidiosa

Los años de la escuela elemental de Forno di Canale. En los primeros años, fue seguramente otra cosa que un alumno modelo. Con su fuerte temperamento, con su amable, pero no menos fastidiosa, vivacidad, tal vez era casi un desafío para la madre y las maestras. A menudo, sus maestras no encontraban otro remedio que invitar a la escuela a la madre Bortola para una charla. No era que el chico fuera maleducado o irrespetuoso con respecto de las maestras o villano hacia sus compañeros sino, simplemente, no lograba quedarse quieto en su banco. Muchos años después, algunos ex alumnos del profesor de teología Albino Luciani, recordarán que, como profesor, sólo muy raramente se quedaba sentado tranquilo en la cátedra.

Seguramente, las trenzas de las compañeras de la escuela lo tentaban alguna vez a tirárselas; o los bancos a saltarles encima cuando se peleaba inocentemente con los compañeros; o la cátedra del maestro que, colocada sobre la tarima, infundía un sentido de respeto pero invitaba también a subirse arriba para probar cómo se estaba allí. Todas cosas que hoy parecen hechos cotidianos e irrelevantes de la vida escolástica, que sería ridículo considerarlos como problemas. Pero antes no era así; por éso el chico tenía un puntaje en conducta que, si se pudiera ver ahora, le haría poco honor - como el mismo Juan Pablo, años después, confesó sonriendo a los peregrinos belluneses.


de los recuerdos de Edoardo Luciani ("Il Celentone")
y de "L'Amico del popolo", 9/9/78





Un puñetazo en la cara

En Venecia, su modestia exterior se podía tocar con la mano : el Patriarca paseaba con gusto de noche solo, por las estrechas, románticas calles de la ciudad lagunar. Nada lo distinguía de un simple sacerdote.
Una noche, llegó a su residencia con una mejilla hinchada. "¿ Qué pasó ?", preguntaron asustadas las monjas que acudieron. "Oh, nada de particular - respondió el cardenal - me encontré con un borracho, un "comecuras". Me golpeó en la cara. Y acá estoy". Las investigaciones de la policía no dieron resultado.

mons. Giovanni Ronchi





Problemas con el motoscafo

 "Luego de haber estado con el obispo (de Padova) en el patriarcado, habíamos ido hacia el muelle. El cardenal quiso acompañarnos y tomó con nosotros el motoscafo dado que debía ir a oficiar no recuerdo qué ceremonia. A un cierto punto, el motoscafo varó. Fue necesario pedir socorro y hacer trasbordo a otra embarcación. Se hizo buena cara al inconveniente, pero el patriarca continuaba diciendo : " Lo lamento por el obispo de Padova que tiene tanto que hacer y tantos compromisos".


Artemio Marivo
chofer-camarero del obispado de Padova
de "La Sorgente", 1980





Un saludo en alemán

 "Con ocasión de una visita al santuario de Maria Waldrast (Austria), una camarera, reconociéndolo por el anillo episcopal, lo saludó en alemán, y el patriarca respondió también él en alemán al saludo. Se le preguntó si hablaba también aquel idioma. Respondió : "Debo también saludar a los grupos de lengua alemana que visitan San Marcos".


P. Angelo M. Pedot
de "La Madonna di Monte Berico", 1980





Un favor en Navidad

"Era la vigilia de Navidad. También monseñor Luciani había colaborado en idear el pesebre, construido - con simplicidad - en la capilla episcopal. Luego de la Misa de medianoche celebrada en la catedral de Vittorio Veneto, Luciani, acompañado por las monjas y el personal de la casa de ejercicios, colocó la imagen de Jesús Niño sobre la paja del pesebre. Se detuvo a rezar, arrodillado en tierra y cantó una dulce melodía popular natalicia. Deseó a todos "Feliz Navidad", se retiró a su habitación, cerró la calefacción y transcurrió la noche al frío. Para el día de Navidad, cuando regresó al obispado, luego del solemne pontifical, las monjas habían preparado un almuercito festivo. Luciani quiso que todos comieran sentados a su mesa. Dijo a la monja :
- Hermana, ¿ me hace un favor ?
- Pero, excelencia, estoy aquí, dígame qué cosa desea.
- ¿ Pero, me promete que no se ofenderá ?
- Pero no, esté tranquilo; me basta tenerlo contento y estoy aquí para servirlo.
- Y ahora, por favor, ¿ me puede traer a la mesa para mí aquel poco de sopa que quedó de ayer a la noche ? Lo que ha preparado para mí hoy, lo probaré, le daré mis felicitaciones y luego le ruego que lo envíe a aquella familia pobre que nosotros conocemos.
- Pero, excelencia, está fría; es Navidad, tómela mañana.
- ¡ Eh ! Hermana, lo imaginaba que usted me toma siempre del cuello ... Pero justo porque es Navidad es necesario que yo, que soy obispo, dé ejemplo de amor a los pobres y de pobreza yo mismo, como he enseñado en la prédica para imitar a Jesús ... Y luego he invitado también a este nuestro sacerdote y estoy contento de que esté con nosotros y no solo para pasar este día de fiesta de la bondad de Dios para con nosotros ..."

don Francesco Taffarel
de "La Fiamma", 1985





Fascinación irresistible

"Lo habíamos conocido aquí arriba (en Pietralba). Venía desde que era niño. Ha vuelto a menudo de seminarista, de cura, de obispo. De año en año, la cita se había convertido en un rito. Le estábamos todos alrededor y él hablaba, contaba, oraba, jugaba a las bochas con nosotros, se sentaba a nuestra mesas para las comidas.
Tomaba asiento en nuestro pobre auto y nos guiaba a los lugares de sus recuerdos, hasta a su casa. Conocía a todos, se interesaba por todos.
Un hombre tan rico de humanidad, tan colmo de dones espirituales, tan cargado de fascinación irresistible, tan transparente de simplicidad, humildad y santidad, no lo veremos más por estos montes.

don Mariano Tognetti
de "Humilitas", 1986





Deseos retenidos

"Me he cuidado bien de hacer mención de una eventual elección suya; no habría sido de buen gusto : ¿ se puede sinceramente desear a un cardenal que se convierta en Papa ? ¿O sea, que sea investido de una autoridad y responsabilidad tan grande ? Al despedirme, me limité a decirle : rogaremos al Espíritu Santo que ilumine a los cardenales. Y él alzó los ojos al cielo y se alejó rápidamente sonriendo".

mons. Maffeo Ducoli
de "L'Amico del popolo", 1978





Un cardenal brasileño hace de periodista

De una entrevista al cardenal Paulo E. Arns, arzobispo de São Paulo.

- Su candidatura en el cónclave del '78, ¿ había sido programada por los cardenales brasileños ?
ARNS : No, no hubo ninguna propaganda, ninguna campaña. Para mí su elección fue una intuición. Intuí enseguida que el cardenal Luciani habría sido un Papa muy simple y muy colegial. Y estos dos aspectos eran para nosotros fundamentales. Pero quería captar más profundamente su persona para saber cómo habría sido su pontificado, tanto que, en el período de tiempo entre su elección y la coronación (n.d.a. Misa de inicio del pontificado) , fui a visitar todos los lugares en los cuales había vivido y había desarrollado su acción pastoral. Algunos exponentes de Comunión y Liberación se pusieron a disposición para acompañarme y viajé con ellos. Visité su casa natal en Canale D'Agordo, fui a Vittorio Veneto, a Belluno, a Venecia. Hablé con parientes y amigos, con cuantos lo conocían. Cuando luego llegó el día de la coronación (n.d.a. Misa de inicio del pontificado), en el momento de los saludos a los cardenales, el Papa Luciani me dijo : "Eminencia, ¡ usted es un reportero ! ¡ Mis parientes me dijeron que han tenido que contarle toda mi vida !"

de "30 Giorni", 7-8/1998





Días de euforia y esperanza

"El Papa Juan Pablo I ha sido muy amado. Luego de su elección, una gran parte de esperanza y de euforia circundaban sus cautos movimientos, que eran vistos por muchos como una preparación a espectaculares y deseados cambios.
Bastaría referirse a las palabras dirigidas a los cardenales durante su primera audiencia. Había comenzado a jugar con los papeles en sus manos, luego ha reflexionado en voz alta : "Queridos hermanos cardenales, ¿ tengo que leer el discurso preparado o puedo improvisar ?". Estallaron risas espontáneas por parte del auditorio y el Papa decidió improvisar : "Soy nuevo en el Vaticano, de cuyo trabajo yo soy del todo ignorante. La primera cosa que hice, apenas tuve un poco de tiempo, ha sido tomar el anuario (Pontificio), estudiarme un poco los organismos de la Santa Sede, tanto soy ignorante y distante de conocer bien los engranajes".

Card. Leon Joseph Suenens
arzobispo de Malinas-Bruselas
de "The BC Catholic", 13/3/2000





La aventura de convertirse en secretario del Patriarca

"En 1975, mis superiores me mandaron como cooperador de la parroquia de San Pío X que se nos ha confiado en Marghera. Allí, en enero del año siguiente, encontré nuevamente al patriarca (...) y lo llevé con el auto hasta el Piazzale Roma. Durante el trayecto, (...), habiendo sabido que en julio siguiente habría ido a Filadelfia para el Congreso Eucarístico Internacional, osé decirle : "Eminencia, como sé un poco de inglés, me permito de ofrecerme como acompañante y portador de la valija". La respuesta ahora no la recuerdo. Sé que en breve llegamos a la estación y el discurso se interrumpió.
Al final de junio de aquel año, me reencontré con los sacerdotes de la diócesis en Paderno del Grappa (...). Al final de un almuerzo, el patriarca se me acercó diciendo : "¿ Se acuerda de su oferta de acompañarme a Filadelfia ?". Pensé, en aquel momento, en un reproche por mi atrevimiento. Pero enseguida, él agregó : "Yo a Filadelfia no voy. Pero querría que usted viniera conmigo para prestarme el servicio de secretario particular".
Le respondí : "Aquí están mis superiores directos. Si lo cree, hable con ellos". Y él enseguida precisó que la propuesta los superiores ya la conocían. En ese punto, agregué : "(...) No le pido ni siquiera un día para pensar en ello. Si quiere, acepto también enseguida". Así se inició la aventura de secretario particular de Albino Luciani (...)".

Obligado a palos

"La noche del 6 de agosto de 1978, la noticia de la imprevista desaparición del Papa Montini le llegó al Patriarca en el Lido de Venezia donde se encontraba desde hacía algunos días. A la mañana siguiente, volvió a la sede y, requerido por el director del diario local para escribir algo que se refiriera al sucesor de Paulo VI, inició su artículo así : "El cardenal König, arzobispo de Viena, ha dicho hace poco que, en el próximo cónclave, el cardenal elegido deberá ser obligado a palos - en sentido metafórico, se entiende - a aceptar la elección". Mientras mecanografiaba el manuscrito, me dije a mí mismo : "Y, ¿ quién podrá aceptar golpes en la espalda sin rebelarse, si no un verdadero humilde ?". ¿ Y humilitas no es desde hace 20 años el lema y la estrella, a la luz de la cual el Patriarca de Venecia vive y acepta los advenimientos ?
Pocos días después, el 10 de agosto, partimos en automóvil para Roma. Huéspedes de los Padres Agustinos, a pocos pasos de la Basílica de San Pedro, el cardenal Luciani transcurrió dos semanas de gran recogimiento. (...)
Durante aquellos días, él no fue - como se dijo malignamente de otros cardenales - vector de consensos; ni siquiera se pronunció en favor de un futuro pontífice de "liderazgo inmediato y agresivo"; ni, en fin, fue inventor de candidaturas. Supo, en cambio, por un diario, de ser juzgado "descolorido"; yo pienso que, frente a este adjetivo, él habrá sonreído y se habrá dicho, como tantas otras veces : "Hay que tener paciencia". (...)

' Albinum '

"Me encontraba en la Plaza de San Pedro cuando en cardenal Felici dio el anuncio de la elección con la formula latina, repitiendo dos veces el término "Dominum" antes de agregar "Albinum Luciani". (...)
Parecerá extraño, y sin embargo me esperaba aquel nombre ' Albinum '. ¿ Por qué ? (...) Me lo esperaba por la suma de virtudes cristianas que había  comprobado en el hombre. Y muchas veces me encontré, con anterioridad, pensando que aquella suma de virtudes debería ser ofrecida como manifestación al mundo entero.
Hay que recordar, en efecto, qué han sido aquellos meses  de 1978 : la tribulación, las vicisitudes, por ejemplo, del pueblo italiano tomado de punto por las Brigadas Rojas. El caso Moro sangraba todavía. Y bien, yo mismo consideraba que, si el mundo hubiera querido tomarse un respiro y retomar coraje, habría tenido que mirar el rostro de este hombre, manso y humilde (...).

Vestido de Papa por primera vez

"A la tarde tarde del 26 de agosto, en el balcón de la logia de san Pedro, apareció simpático, sudado y armado de alegría, el nuevo Pontífice Juan Pablo I. (...) Se lo llamó enseguida el Papa de la sonrisa. De él, gustó inmediatamente la simplicidad, la modestia, virtudes que también la prensa se apresuró a
Un micrófono que no funciona

"De acuerdo con mi obispo, en el otoño del '76 yo estaba en Venecia para pedir al Patriarca si aceptaba presidir una celebración en Frasinelle Polesine en el XXV del aluvión del Po. Me acogió como un hermano e hizo literalmente saltos mortales para venir. Lo logró, luego de llamados telefónicos pacientes, postergaciones de otras citas y una cordialidad impresionante : había conocido en persona e inesperadamente a un verdadero hombre, cristiano, cura, obispo, amigo. saliendo del patriarcado me parecía volar. (...)
En la pobre iglesia de Frassinelle, se descompuso el sistema de audio. Me sentiría hundido, sabiendo de los problemas de voz que tenía nuestro ilustre invitado : el inconveniente, en cambio, se transformó en algo bien diferente : luego del almuerzo y de los agradecimientos sinceros, le dije nuevamente de mi desolación por haberlo fatigado de más. Me tomó la mano y dijo : He venido y te agradezco; agradece a tu gente por tantos dones ... Ahora les toca a ustedes devolver la visita. Cuando vengas a Venecia - si puedes - no te olvides de dar un salto en el patriarcado : está don Diego, están las monjas ... y también el patriarca".
No pensaba que le habría tomado la palabra. Primero con una clase de quinto grado del primario, luego con una de tercer año de la escuela media, un grupo de padres, los monaguillos, algunos jóvenes : las ocasiones se multiplicaron hasta hacerme pensar que tal vez era demasiado. En cambio, él estaba siempre disponible : llamaba al Palacio Ducal, al Campanile y al Tesoro de San Marcos para avisar que estaban llegando invitados suyos ... Se sometía a las entrevistas de los chicos ..."

"Él alegra todo el palacio"

"Daba impresión la presencia de aquel hombre esquivo y sapiente en el interior de un palacio majestuoso de otros tiempos. "Y, sin embargo - decía sor Vincenza - cuando el patriarca está en casa, aún cuando se mete allí en aquel divancito a rezar en silencio, él llena y alegra todo el palacio".

don Licio Boldrin
de "Humilitas", 1985





Casi a escondidas

"Albino Luciani  es uno de los cardenales que menos se veían en Roma; también en las oficinas de curia pero, sobre todo, en ambientes externos. Una vez vino al palacio Chigi en 1972 para defender una causa humanitaria en hábito de simple sacerdote, y mi empleado me preguntó al final de la mañana si teníamos que esperar todavía al cardenal de Venecia".

Giulio Andreotti
de "A ogni morte di Papa. I Papi che ho conosciuto", 1982





Modestia

Episodios de la época en que don Albino era monseñor.

"Monseñor, ¡ un poco de rojo, tal vez un filete, le quedaría bien !" " ¡ Dale, dale; estás loco !" - respondió amigablemente. "A mí no me interesan ... estas estupideces".

A. Salvato
de "La Sorgente", 1980

"Lo encontré entre un grupo de seminaristas, estudiantes de teología, conversando afablemente. " ¿ Está don Albino ?", pregunté. Todos se maravillaron de que yo lo había llamado "don" a él que era monseñor. Enrojecí, pero él me puso la mano en la cabeza y dijo : "Son chistes".

don Cesare Vazza
de "L'Amico del popolo", 30/9/78





La última audiencia a un jefe de dicasterio vaticano

Pasajes de una entrevista realizada por "30 Giorni" en 1998 al cardenal Bernardin Gantin :

- A decir verdad, la suya ha sido también la única nómina curial hecha por Juan Pablo I en su breve pontificado. De pro-presidente, en efecto, el Papa Luciani lo nombró presidente de "Cor Unum". No sólo, Juan Pablo I lo recibió en audiencia en el último día de su pontificado, el 28 de septiembre.

GANTIN : Sí, ha sido la última audiencia concedida a un jefe de dicasterio. En la noche de aquel día en que nos había acogido con gran gentileza, con la sonrisa, disponiendo él mismo las sillas para que pudiéramos estarle cercanos, ninguno podía imaginar que, pocas horas después, él se habría ido a la Eternidad con el Señor. Conservo todavía una foto de aquella audiencia como una de las cosas más preciosas.
poner a la luz. Yo, que estuve en la Plaza de San Pedro, pensaba en Dios que, de repente, le había quemado a Albino Luciani, a orillas Tíber, las naves de la reserva y del escondimiento, en las que había vivido como si fueran su hábitat natural durante decenios, y lo había intimado a tomar el camino de entregarse al mundo entero (...). Él había obedecido y se había movido - dijo al día siguiente - teniendo su mano en la de Cristo, apoyándose en Él. (...)
Vi por primera vez a Luciani con el hábito de Papa la noche de la elección, hacia las 21. 30. Entré en la sala donde él se encontraba de charla con el cardenal Secretario de Estado (...). Cuando me vio, vino a mi encuentro (...) y me dijo : "Tus palabras se demostraron exactas ... Nos vemos mañana". Fue su primer día como Papa; el primero de otros treinta y dos, con los cuales componer un pasaje insuperable ahora en la vida de la Iglesia. (...)

"Acepto ... acepto ... acepto ..."

"Su actitud interior prevaleció por encima de las consideraciones exteriores. Al Señor que le pedía de cuando en cuando transformarse en docente o en superior en el seminario o en vicario general o en obispo, primero en Vittorio, luego en Venecia, en fin, en Roma, él debe haber respondido cada vez : Sí, lo lamento, pero acepto". Y me gusta imaginar que, cuando aceptó ser Papa, Dios pudiera haberle dicho : "¡ Fuerza ! Dale duro sólo por un poco de tiempo, sólo por pocos días. No te preocupes".

"A veces le pido al Señor que me lleve consigo"

"Monseñor Antonio Mistrorigo, obispo de Treviso, en una entrevista, puso en boca del patriarca Luciani una expresión que debe haber recogido en uno de sus no pocos encuentros tenidos con él y que, también yo, le oí decir en una ocasión : "A veces pido al Señor que me lleve consigo". Dios nos pide, ordena y se impone. Pero, al final, paga a quien le ha ofrecido obediencia, escuchando sus pedidos. (...) No habría que asombrarse que hubiera sucedido así también a Albino Luciani. Por otra parte, es sólo en este nivel de fe que nosotros podemos buscar la respuesta adecuada a un determinado género de interrogantes.
Ya, los interrogantes, el más grande (...) fue el que millones de personas tuvieron simultáneamente la mañana del 29 de septiembre de 1978, hacia las 7. 30 cuando la radio italiana y ANSA dieron el anuncio de la desaparición, seguida del boletín médico. (...)
Para mí (...) no fue algo forzado, ni una solución simplista y ni siquiera un apurado "terminar la partida", el volver a aquel pedido a Dios para que lo llevase consigo : pedido que - a mi parecer - debió haberse convertido en insistente por no decir petulante, dada la gran confidencia que existía entre Él y Dios, ya desde los primeros días luego de su elección. ¿ Cómo le habrá respondido el Eterno ?"

Jueves 28 de septiembre de 1978 - Las últimas horas - El dolor en el pecho

"Luego de las audiencias de aquel día - la última de las cuales al cardenal Secretario  de Estado Villot - estábamos a la mesa esperando la cena, cuando él empezó (...) diciendo a nosotros, los dos secretarios : "¡ Qué extraño ... estoy sintiendo unas puntadas en el pecho ... noto todavía que están reduciéndose en intensidad". Mi sorpresa fue compartida con monseñor Magee, que se apresuró a decir : "Hay siempre a disposición un médico de guardia; no cuesta nada llamarlo". Fuimos convencidos de no hacerlo (...). Mi inexperiencia, luego, acerca de síntomas premonitorios de problemas cardíacos legados a estas puntadas, jugó una parte notable durante la continuación de la cena.
Terminada la cena (...) lo acompañamos a su habitación y el padre Magee, no olvidándose de cuanto se había dicho a la mesa, le indicó una perilla que colgaba sobre la cabecera de la cama diciendo : "Santo Padre, si esta noche necesitara cualquier ayuda, pulsándola, podrá llamarnos". Se mostró persuadido y (lo constatamos a la mañana siguiente) lo dejamos leyendo un escrito suyo de los años en que era obispo de Vittorio Veneto. Comprensible para mí, conociendo las costumbres : era la noche entre el jueves y el viernes y urgía encontrar algo que le sirviera para el Angelus del domingo ya próximo. (...)"

Un título que ninguno nunca le quitará : El Papa de la sonrisa

"Su pontificado duró sólo 33 días. El tiempo de una sonrisa. El cardenal Albino Luciani en la cátedra de Pedro fue para muchos una sorpresa. Sus primeros movimientos como Papa fueron todos marcados de la más simple humildad. (...)
Ha habido quien ha hipotizado un "secreto" en la sonrisa de Luciani. Esta sonrisa ha representado un hecho nuevo, una marca inédita de la personalidad pública de un Papa, pero era una marca muy notoria y habitual en la personalidad de Luciani. He tenido modo de volver a ver muchas fotos del Patriarca aparecidas en Gente Veneta, el semanario católico de Venecia, y tomadas entre 1971 y 1978 y pude todavía una vez más constatar cómo la sonrisa en los labios de Albino Luciani fuera una constante aún antes del 26 de agosto de 1978.
Lo que tal vez, a ese respecto, hay que notar es que ya en su primera aparición en el balcón externo de la logia vaticana, más que una sonrisa, era una risa abierta, abierta a 360 grados : ¿ se dice así ?. Lo cual a mí me parecía constituyera un aspecto absolutamente nuevo y desconocido antes. Este hecho le ha procurado aquel título de "Papa de la sonrisa" que ninguno nunca le quitará y que yo comparto sólo en parte, porque puede ser un modo, aún involuntario, pero, de todos modos, bastante restringido de juzgar el pontificado de Luciani. (...) Recuerdo, a ese respecto, el comentario de un periodista  americano, mencionado por el cardenal Baggio, en una conferencia suya de 1979, luego de la muerte del Papa Luciani y en previsión del cónclave sucesivo : "No tenía ninguna importancia que el Papa que se estaba por elegir fuera italiano o no, diplomático o pastor, conocedor o menos de idiomas, liberal o conservador; ni siquiera contaba que fuera un erudito o que fuera un santo : bastaba que supiera sonreír. Sólo un hombre así habría encarnado la visión cristiana de la esperanza". He aquí en estas palabras que me parece reconocer la interpretación más verdadera y comprometida del sonreír del Papa Juan Pablo I. (...)"

De rodillas detrás del Papa

"Cuando en la tarde del 26 de agosto de 1978, Dios pidió a Luciani el más grueso sacrificio de sentarse en la cátedra de Pedro, en Roma, él aceptó sobre sus frágiles hombros el peso del Pontificado con un sí que llevaba, en aquellas vísperas de sábado, un sello mariano : había en ello, todo el Ecce Ancilla y el Fiat de la Virgen. Pero estaba también la respuesta de Pedro, que habíamos oído en la liturgia pre-festiva a la lectura del Evangelio : "Señor, ¡ tú sabes que te amo !". Tres días después, Juan Pablo I dijo a los cardenales : "Estad cerca de este pobre cristo, convertido en Vicario de Cristo".
(...) Lo que vi en él en los años que le estuve cercano en Venecia continuó con toda naturalidad también en los 33 días transcurridos en el Vaticano como Papa, en estrecha coherencia consigo mismo y con la entera impostación de su vida. Creo que no por caso el tema de su primera audiencia del miércoles haya sido la humildad. (...) El mismo tema lo podemos encontrar en el texto del segundo Angelus, el pronunciado el domingo 3 de septiembre, alguna hora antes de dar inicio solemne a su pontificado.
Estoy seguro de que quien se encontraba en aquel momento en la Plaza de San Pedro no podía no sentir la piel de gallina. Aquel día la Iglesia celebraba a San Gregorio Magno, y Juan Pablo I recuerda que, este sucesor suyo, no quería ser elegido Papa, al punto que, para hacerlo aceptar, tuvo que intervenir también el emperador. Y reporta dos pasajes de dos cartas de Gregorio, escritas una vez aceptada la elección como Papa. El primero pertenece a una carta dirigida al amigo Leandro, obispo de Sevilla : "Me dan ganas de llorar, más que de hablar". Y a la hermana del emperador Gregorio escribe : El emperador ha querido que un mono se convirtiera en un león". Y, enseguida, Luciani agregó : "Se ve que también en aquel tiempo era difícil ser Papa".
Durante aquel Angelus, me encontraba arrodillado detrás del Papa que hablaba desde el balcón de su estudio, y yo mismo pensé : aquí está todo Luciani.
Con aquella citación (...), él indirectamente nos quería decir : lo que ha ocurrido hace 1500 años para el Papa Gregorio, hoy se reactualiza. No más el emperador sino que sólo Dios ha querido que una pobre persona como yo se convirtiera en Papa. Por lo tanto, Humilitas, sí en el escudo episcopal pero más extensamente en la vida de Luciani".

don Diego Lorenzi
de "Avvenire", 27/8/2000





"No hablo el idioma"

"Del Papa Luciani tengo un recuerdo  curioso; hay que ubicarse en el Sínodo del '74, dedicado a la evangelización en el mundo de hoy. El entonces Patriarca de Venecia, durante los intermedios, no iba al bar a tomar algo; así que tomaba algo para él y se lo llevaba al aula. Era una ocasión más para intercambiar alguna palabra. Recuerdo que, al año siguiente, se celebraba el primer centenario de la llegada de los colonos vénetos a Brasil. En 1875, el emperador Pedro II había dividido Río Grande do Sul a la mitad entre colonos alemanes y vénetos. Por este motivo, tanto la Iglesia como el gobierno habían invitado al Patriarca de Venecia a ir a Brasil. Luciani me confió su indecisión : "Me han invitado", decía, "pero, ¿ qué voy a hacer ahí ?" Me encuentro muy ocupado y además no hablo el idioma". "Eminencia - dije -, por lo que se refiere al idioma no habrá ninguna dificultad porque allí se habla véneto puro, el que se hablaba antes, no "contaminado" todavía por el italiano. Los lingüistas que quieren estudiar el véneto antiguo van precisamente a Río Grande do Sul ..." Y, en efecto, no tuvo problemas con el idioma. Me lo confirmó cuando lo volví a ver luego de su visita".

Card. Lucas Moreira Neves
Prefecto de la Sagrada Congregación para los Obispos
de "Cristo Hoy", 26/11/1998





Delicadeza

"Aquella mañana del 29 de septiembre de 1978, cuando a las 8, en la radio, oí del misterioso tránsito del Papa Luciani, se me representó enseguida su imagen, riente y familiar, veintidós días antes a la misma hora. Me había acogido en su estudio, con mi mujer, en aquel límpido inicio de una mañana de septiembre, luego de haber atravesado logias y salas vaticanas todavía desiertas. Y, mientras discurría domésticamente con nosotros, miraba insistente el ángulo de la mesa donde había un pulsante blanco con las insignias pontificias. "Quisiera tocar el timbre para hacerles traer un café pero temo molestar". Una delicadeza humanísima que tal vez aquella noche lo hizo morir totalmente solo".

Vittore Branca
de "30 Giorni", 7-8/1998





El retrato de Juan Pablo I

"Los primeros retratos de Juan Pablo I aparecieron en las vitrinas de los negocios de souvenirs ya al día siguiente de la elección : ¡ en ésto, los comerciantes no se quedan atrás de ninguno ! El rostro de Papa nuevo expresaba perfectamente bondad y, al mismo tiempo, humor; su rostro, más redondo, contrastaba con el demacrado de Paulo VI, el encarnado era más rosado, los negros e irreducibles cabellos despuntaban fuera del solideo blanco, los ojos risueños no lograban disimular, detrás de los lentes bifocales, una mirada centelleante, los labios se abrían en una sonrisa auténtica que iluminaba toda la cara.
El mentón era firme pero no prominente. De perfil, la nariz aparecía derecha y más bien conspicua. La fisonomía entera daba una impresión de solidez, de seguridad. Si la angustia, para una carga tan pesada albergaba, en Juan Pablo I, como a menudo se ha repetido, ella no rasguñaba todavía la serena bondad de un rostro confiado".
Jean Chélini
de "La vita quotidiana in Vaticano
sotto Giovanni Paolo II", 






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