«Dios amó tanto al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no
envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea
salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha
sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y
esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las
tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Porque todo aquel que hace lo
malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean
reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea
manifiesto que sus obras son hechas en Dios.» (San Juan 3,
16-21)
«El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que había
perecido.» (San Lucas 19, 10)
«Tú, Señor, eres nuestro Padre y nuestro Redentor; tal es tu
nombre desde siempre.» (Is. 63, 16)
«Sálvanos, Señor Dios nuestro, y recógenos de entre la naciones,
para que confesemos tu santo nombre, y nos gloriemos en tus alabanzas.»
(Salm 105, 47)
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