La visión general que los historiadores dan de los casi cien años que la
dinastía Antonina gobernó Roma es muy positiva. Es común encontrarse
con la expresión "La edad de Oro" o frases como "La época más feliz de
la historia de la humanidad" (Edward Gibbon).
Como todas las visiones generales, ver estos casi 100 años como un siglo
de prosperidad, paz y progreso ininterrumpidos, es un error en el que
todo amante de la Antigüedad debe evitar caer. A pesar de ser un periodo
de progreso con respecto a otros anteriores, no debemos dejar de tener
presente que en estos años hubo graves conflictos bélicos con otras
potencias en Dacia, Persia y también con las tribus bárbaras, cada vez
más fuertes, del Danubio y del Rhin. La sociedad presentaba graves
problemas de desigualdad y miseria .Políticas como las de Nerva o
Trajano intentaron sacar del desamparo a los niños más pobres de Italia.
Al final de esta época se extenderá por el Imperio la conocida como
"peste antonina" (165-180 d.C), posiblemente una epidemia de varicela o
de sarampión, que costó la vida a millones de personas y que debilitó
gravemente amplias zonas del territorio romano.
Casi todos estos temas son ampliamente conocidos por el público en
general, aunque hay un aspecto de este periodo que, sin embargo, se
trata poco por los historiadores: las fuertes tensiones religiosas que
comienzan a hacerse patentes en el seno de la sociedad.
El crecimiento en número e influencia de los cristianos provocará una reacción de desconfianza de las autoridades y del pueblo hacia este grupo religioso que se traducirá en un aumento progresivo del odio hacia los seguidores de Cristo que se desbordará con fuerza en situaciones y lugares puntuales, en especial bajo el gobierno de Marco Aurelio (161-180 d. C).
El crecimiento en número e influencia de los cristianos provocará una reacción de desconfianza de las autoridades y del pueblo hacia este grupo religioso que se traducirá en un aumento progresivo del odio hacia los seguidores de Cristo que se desbordará con fuerza en situaciones y lugares puntuales, en especial bajo el gobierno de Marco Aurelio (161-180 d. C).
ANTECEDENTES.
A lo largo del gobierno de la dinastía, con algunos matices, el
procedimiento seguido por todas las autoridades romanas con respecto a
los cristianos vino marcado por las famosas directrices que Trajano dio
en una famosa carta (pincha aquí si quieres leer el texto completo de la carta.)
en respuesta a Plinio, el Joven, su gobernador en Bitinia y Ponto,
alrededor del año 112 d. C. en las que básicamente se decía que:
1.-Los cristianos no deben ser perseguidos por los representantes imperiales por propia iniciativa.
2.-No se deben admitir denuncias anónimas.
3.-Si el cristiano llevado ante el tribunal no se declara cristiano o
se retracta y hace un sacrificio a los dioses romanos que, normalmente,
consiste en quemar algo de incienso en honor al Emperador, debe ser
liberado.
4.-Si el cristiano persiste y se niega a sacrificar y a adorar a otros dioses debe ser castigado.
Estas pautas de actuación permitieron la supervivencia de la Iglesia
primitiva, pero no evitaron la persecución de sus miembros por parte de
algunos poderes locales que actuaban en ocasiones por exceso de celo,
por denuncias particulares y en otros muchos casos, por presión popular.
Se les acusaba de canibalismo, de ateísmo, al negarse a aceptar a los
dioses romanos e incluso "de odio al genero humano" (Tácito).
Trajano (98-117d. C).
Bajo su gobierno Plinio, el Joven, ordenó la ejecución de varios
cristianos que se negaron a sacrificar ante los dioses. El propio Papa
Clemente fue una de las primeras víctimas. Simeón, obispo de Jerusalén
fue crucificado. También Ignacio, obispo de Antioquía fué arrojado a los
leones en Roma.
Simeón, obispo de Jerusalén es crucificado.
Adriano (117-138)
En estos años se condenó a Telesforo, Papa de Roma, a Sinforosa y a sus siete hijos .
El Emperador ordenó que sobre el lugar en el que anteriormente se
levantaba el Templo de Jerusalén, incendiado en el 70 d. C., se
levantara un templo dedicado a la triada capitolina (Jupiter, Juno y
Minerva) y en el sitio del Gólgota y del Santo Sepulcro mandó construir
otro dedicado a Venus.
No obstante, bajo su mandato emitió una respuesta al procónsul de Asia,
Minucio Fundano, en el que se ordenaba acabar con las ejecuciones
sumarias de cristianos, sin interrogatorio judicial previo y sin
comprobar el delito. El procónsul no debía ceder a la presión popular.
Ordenó que:
1.- La condena a los cristianos debe ser emitida tras un correcto y completo proceso judicial.
2.-Esta condena solo está permitida si se ha probado que los cristianos acusados han ido en contra de las leyes romanas.
3.- El castigo debe ser proporcionado al delito.
4.-La acusación en falso debe ser severamente castigada.
Estas reglas mejoraron sensiblemente la situación, en especial en Asia.
Incendio y saqueo del Templo de Jerusalén. 70 d.C.
Antonino Pío (138-161 d. C.)
Fue un verdadero devoto del culto tradicional romano que siguió las
pautas marcadas por sus antecesores con respecto a los cristianos. Entre
los martirizados destacaron el obispo de Esmirna Policarpo, que en el
155 d.C. murió en la hoguera a los 86 años de vida, tras un proceso
llevado a término por el procónsul Estacio Cuadrato en el que la presión
popular para que fuera ejecutado fue considerable.
Marco Aurelio (161-180 d. C.)
Bajo su gobierno se produjo un agravamiento de la persecución contra los
seguidores de Cristo, debido a la suma de dos factores clave:
1.- La actitud personal del Emperador. En sus escritos se puede
apreciar el desprecio que sentía hacia esta religión. Al parecer
consideraba el sacrificio de los cristianos en lo que ellos llamaban
"martirio", como una ilusión falsa y necia. No obstante su
administración seguirá ateniéndose, en lineas generales, a las pautas
dictadas por Trajano.
2.- El malestar generalizado que comienza a instalarse en la
sociedad romana, debido a las continuas guerras que Marco Aurelio debe
mantener frente a los bárbaros, a las catástrofes naturales y a la
terrible peste antonina que costará la vida a millones de habitantes del
Imperio debilitándolo gravemente.En esta situación el pueblo utilizará a
los cristianos, cada vez más numerosos y visibles, como una válvula de
escape, culpándoles de todos los males que se van sucediendo. Según
Tertuliano (apologetium, V, XII) el clamor en situación de crisis era
siempre el mismo: " Cristianos a los leones".
Ejecución de una joven.
Ejecución de una joven.
Algunos autores cristianos como Melitón de Sardes o Atenágoras se
atreverán a protestar ante Marco Aurelio por la expoliación de las
propiedades de los devotos de Cristo en diferentes partes del Imperio.
En Asia Menor, el populacho saqueó el patrimonio de los cristianos,
siendo ejecutados en Pérgamo el obispo Carpo, el diacono Papilo y
Agatonice. En Laodicea sufrirá el martirio el obispo Sagarís.
En Roma se incrementa el odio del pueblo y la desconfianza de las
autoridades imperiales y de los intelectuales hacia ellos. Se
desarrollará una activa propaganda literaria dirigida por personas muy
próximas y apreciadas por el Emperador. Por ejemplo, Luciano de Samosata
les satiriza como si fueran un grupo de fanáticos ignorantes. También
Fronto, el preceptor y amigo íntimo de Marco Aurelio, les denunció en un
discurso formal y el filosofo Crescencio, intervino en una disputa
pública con el pensador cristiano Justino, que al parecer había fundado
en la capital imperial el Didascáleo romano, una escuela de filosofía
cristiana. La polémica le costó la vida a Justino, que fué ejecutado en
el 165 d. C. siendo el prefecto Junio Rústico, que también condenó a
Caritón, a Caridad, al esclavo imperial Evelpisto, a Hiera y a
Liberiano.
Ejecución de Justino.
Persecución de Lyon y Vienne(177 d. C).
Esta persecución, tal y como nos la cuenta Eusebio de Cesarea
(H.E.5.1.7), estuvo precedida por la violencia colectiva contra los
cristianos que sufrieron robos, asaltos y lapidaciones previas a la
apertura del proceso que llevaría a la mayor parte de los seguidores de
Cristo de esas dos ciudades a la muerte. Al parecer estaban excluidos de
las plazas y de los baños, les sorprendían y les perseguían a
gritos.Toda esta situación estalla en el verano del 177. Se habían
reunido en Lyon representantes de toda la Galia para las fiestas del
culto imperial. Es en este contexto cuando explota el furor contra esos
cristianos considerados por los demás como un verdadero problema para el
buen funcionamiento del Imperio.
El numero de cristianos en ambas ciudades era importante. Una parte muy
importante de la comunidad de esas dos ciudades provenía de Oriente,
siendo su nivel social muy variado. Entre ellos había esclavos, nobles,
médicos, artesanos, etc. La mayor parte de ellos fueron sometidos a
tortura, siendo solo diez, según Eusebio de Cesarea los que se
retractaron de su fe y sacrificaron en honor del Emperador. Con respecto
al número total de ejecutados se calculan que fueron unas 70 personas.
Analizaremos brevemente los casos mejor conocidos:
Seis de los mártires más conocidos de Lyon y Vienne.
Blandina, Pontico, Atalo, Alejandro,Maturo y Sanctus
Seis de los mártires más conocidos de Lyon y Vienne.
Blandina, Pontico, Atalo, Alejandro,Maturo y Sanctus
El obispo de Lyon, Potino( ca. 87-177 d.C)
Era una persona de casi noventa años que fue llevado ante el
tribunal. Al no renegar de sus creencias fue golpeado y encerrado en una
mazmorra donde murió a los dos días por sus heridas.
Blandina, la joven esclava.
Es una de las mártires de Lyon más conocidas. Era cristiana, esclava de
una dama, también cristiana. Según Eusebio de Cesarea fue llevada ante
el tribunal y sometida a todo tipo de tormentos. Primero fue violada, a
continuación puesta sobre una parrilla de ardiente, arrojada después
envuelta en una red a los toros para ser corneada. Finalmente fue
degollada.
Blandina, envuelta en una red es corneada por los toros.
Blandina, envuelta en una red es corneada por los toros.
Murió junto con Blandina, el último día de las fiestas. Su corta edad de 15 años no le libró de la tortura que, debido a su juventud no pudo el aguantar el tormento al que fue somentido demasiado tiempo.
Sanctus, el diacono de Vienne.
Se negó a dar su nombre, procedencia o condición social al tribunal. Se limitaba a responder "soy cristiano". Fue condenado a tortura en la parrilla ardiente y a ser arrojado a las fieras en el anfiteatro donde finalmente encontró la muerte.
Maturo, el neófito.
Maturo, no es una de las personalidades más destacadas de la iglesia de Lyon o Vienne. Le tocó sufrir los diferentes tormentos junto a Sanctus. Tras las torturas del interrogatorio, fueron sometidos a pasar entre dos filas de hombres provistos de látigos. Sufrieron el suplicio de la silla ardiente de hierro, para ser finalmente degollados
Biblis, la arrepentida.
Era una dama de origen oriental, que por miedo a las consecuencias, negó su condición de cristiana ante el tribunal. Según Eusebio de Cesarea, cuando fue sometida a tortura para que declarara que los cristianos se alimentaban de carne humana afirmó ser cristiana e increpó a sus interrogadores."¿Como pueden los cristianos devorar a los niños, si ni siquiera comen la sangre de los animales?". De esta afirmación se desprende que muchos judeo-cristianos de Oriente, como Biblis, respetaban la prohibición del Sínodo de Jerusalén de alimentarse de animales ahogados y de la sangre de cualquier animal."
.
Atalo, el noble de Pérgamo y Alejandro, el médico frigio.
Ambos provenían de Oriente. Atalo era una persona de buena posición social y ciudadano romano. Fué sacado con los demás a las fieras del anfiteatro, pero cuando el legado imperial supo de su condición legal como ciudadano romano, le hizo volver al calabozo, junto a los demás cristianos que ostentaban esa condición y que por lo tanto tenían derecho a no ser torturados y a que se les ejecutara por decapitación. Sin embargo el representante imperial, para satisfacer a la multitud cambió de opinión y condenó a Atalo al suplicio en la arena del anfiteatro, junto al médico Alejandro, que se había delatado así mismo al protestar ante las autoridades por el trato dado a sus compañeros de fe. Ambos fueron sometidos a tormento y ejecutados públicamente para divertimento de la muchedumbre.
Los cuerpos de todos ellos fueron arrojados al Ródano.
Con respecto a la responsabilidad de los representantes imperiales y del propio Marco Aurelio en lo sucedido, debemos aclarar que hubo mucha presión popular sobre las autoridades para que actuaran contra los cristianos. El legado imperial consultó a Marco Aurelio sobre la forma de proceder contra estos seguidores de Cristo, algunos de los cuales eran además ciudadanos romanos y que por lo tanto gozaban de ciertos derechos legales. La respuesta de Marco Aurelio fue clara. Había que devolver la libertad a los que abjuraran. A los que persistían, decapitarlos si eran ciudadanos romanos y si no lo eran, había que condenarlos a morir en el anfiteatro.
CONCLUSIÓN.
Tras dar un repaso a la persecución de los cristianos desde Trajano hasta Marco Antonio podemos concluir que:
1.- Los emperadores de esta dinastía se atuvieron, con algunos matices, a las instrucciones que Trajano le dio a Plinio, el Joven, Gobernador de Bitinia y Ponto.
2.- La actitud hostil de la población "pagana" creó un ambiente y un modo de interpretar la realidad ,según la cual, ser cristiano era incompatible con el estilo de vida en el Imperio Romano.
3.- De esa creencia nació una especie de aforismo legal que permitirá a las autoridades el castigo a los cristianos, por el simple hecho de serlo.
4.- Las persecuciones que se produjeron tuvieron un cacárter local. No fueron impulsadas o coordinadas desde Roma. Surgieron de forma esporádica, a veces provocadas por el celo de los gobernadores locales que reaccionaban ante la denuncia de algún particular, a veces por el pueblo que les culpaba de diversas calamidades del momento histórico.
Escrito por Federico Romero Díaz
BIBLIOGRAFIA
Eusebio de Cesarea.- HIST. ECCL; IV y V)
Eusebio, Historia de la Iglesia.- Paul Maier.-Portavoz, 1999.
Plinio, el Joven.(Epistolae X.96).
Historia del cristianismo.- Alain Corbin et. al..-Ariel 2013.
Historia de la Iglesia Primitiva. Desde el siglo I hasta la muerte de Constantino.-E. Bachousey, C. Tylo. Edit CLIO, 2004.
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