lunes, 20 de julio de 2015

BOBASTRO Y EL ISLAM



Bobastro, la pesadilla de los omeyas cordobeses

Imagen de los restos de la iglesia mozárabe rupestre, con sus arcos de herradura aún en pie. © Fotografía: Crazy Badger Media, S.L.U. 
Imagen de los restos de la iglesia mozárabe rupestre, con sus arcos de herradura aún en pie. © Fotografía: Crazy Badger Media, S.L.U.

En el término municipal de Ardales, en un lugar intermedio entre el maravilloso Paraje de El Chorro y el espectacular Desfiladero de los Gaitanes, se encuentra una de las ruinas más importantes del periodo de dominio musulmán en la península ibérica. Su importancia no estriba ni en su tamaño ni en su singularidad, sino en los acontecimientos que desde allí se gestaron y que pusieron en evidencia al todopoderoso Emirato de Córdoba.

En una zona apartada de caminos tradicionales, al amparo de peñas pobladas de bosques y de recovecos naturales que hacían prácticamente invisible su existencia al viajero, se encontraba una de las poblaciones medievales más conflictivas de las existentes en la al-Ándalus musulmana: Bobastro. Un lugar cuya mera mención causaba recelo y miedo entre los que, por las razones más diversas, veían cómo el caprichoso destino los guiaba a una zona cargada de leyenda negra.

Los asaltos a viajeros y caravanas foráneas eran una realidad; las emboscadas se convirtieron en una forma de vida.
Aún siguen siendo patentes los restos sobre los que se  situaban las viviendas del complejo. © Fotografía: Crazy Badger Media, S.L.U.
Aún siguen siendo patentes los restos sobre los que se situaban las viviendas del complejo. © Fotografía: Crazy Badger Media, S.L.U.
Los cautiverios, violaciones y asesinatos, una marca vital del asentamiento rebelde. Tal era el grado de temor que generaba en la población del emirato que hasta los curtidos militares del ejército omeya evitaban adentrarse en sus dominios con grupos pequeños de efectivos.

De hecho, Bobastro era para muchos una ciudad de malhechores y renegados; para otros, sin embargo, el símbolo de una rebelión que puso en jaque los intereses militares y económicos del emirato cordobés. En definitiva, un lugar cuya incómoda existencia se sustentó en el tiempo más de lo esperado (buena parte del final del siglo IX y principios del X), porque mantuvo estrechos lazos con poblaciones vecinas que ampararon el acoso al poder de Córdoba, y que acabaría abruptamente con la destrucción completa del complejo por orden directa de Abderramán III en el 928, y el sometimiento férreo de esas poblaciones cercanas díscolas.

Un asentamiento casi secreto.

Hoy es relativamente fácil llegar a las ruinas de Bobastro. Carretera asfaltada prácticamente hasta una de sus faldas, señalización con cartelería y numerosa información tanto escrita como digital sitúan, con exagerada certeza, el punto exacto donde se encuentran sus restos. Pero en pleno siglo IX, donde los caminos no estaban definidos, donde las horas de luz y las de oscuridad jugaban papeles más que importantes en la orientación de los viajeros y los ejércitos, donde el conocimiento de zonas abruptas y boscosas era la base para la supervivencia de un grupo de personas (sobre todo marginados), la localización de la antigua Bobastro era uno de los enigmas mejor guardados de aquella al-Ándalus medieval. Especialmente por sus habitantes, que no dudaban en mantener el secreto de su existencia a costa de todo y de todos.

Bobastro estaba situada en plena serranía, en un recoveco natural enorme generado en la propia roca. De hecho, la base de sus ruinas está asentada sobre una enorme meseta arenisca conocida como Las Mesas de Villaverde. La espalda del conjunto poblacional está al amparo de una muralla de roca; su frontal tiene acantilados y pendientes que no sólo la protegían de un acceso generalizado, sino que le daban una visión del entorno privilegiada para prevenir ataques y organizar emboscadas. Si a eso se le suma los bosques que rodean la zona y que estaba apartada de cualquier ruta comercial, aquella población era en sí una fortaleza natural.

Dicho todo lo anterior, nos queda concretar la razón del celo de sus habitantes por mantener en secreto el conjunto poblacional. ¿La respuesta? Su caudillo: Umar ibn Hafsūn ibn Ya`far ibn Sālim, conocido por la historia como Omar Ben Hafsún.
Los arcos de herradura permanecen en pie, pese a los  esfuerzos por hacer desaparecer todo vestigio de la ciudad. © Fotografía: Crazy Badger Media, S.L.U.
Los arcos de herradura permanecen en pie, pese a los esfuerzos por hacer desaparecer todo vestigio de la ciudad. © Fotografía: Crazy Badger Media, S.L.U.
El renegado Samuel.

Omar Ben Hafsún es conocido por ser el caudillo que encabezó la rebelión contra el emirato cordobés a finales del s. IX. De familia muladí (conversos del cristianismo al Islam), sus andanzas comienzan muy joven en las cercanías de Parauta (pueblo donde se cree que nació, en la serranía de Ronda), cuando en una pelea acaba con la vida de uno de sus vecinos. Perseguido por la justicia, huye al norte de África donde empieza a trabajar como aprendiz de sastre para poder subsistir.

Pero en el año 880 regresa a al-Ándalus aprovechando el caos de enfrentamientos entre facciones en el que está sumida, haciendo suya una profecía que considera que un descendiente de noble familia conseguiría ser rey en la nueva tierra musulmana. Él, cuyo linaje parecía contener ramificaciones que llegaban al rey visigodo Watiza, se ve reflejado como elegido de la profecía y se refugia en Bobastro, pequeño bastión donde se hace fuerte, se rodea de otros marginados y comienza su periodo de terror.

Robos, asesinatos, cautiverios y demás despropósitos comienzan a ser seña de identidad de éste personaje, que se revuelve contra el poder establecido erigiéndose como caudillo libertador de la opresión del emirato. Evidentemente, en una época donde la concepción de lo bueno y lo malo era tan difusa como la época convulsa que les tocó vivir, donde la vida humana era algo con tan poco valor como para que al arrebatarla las conciencias no se inmutasen, y donde la supervivencia del más fuerte primaba sin dilaciones ante cualquier otra condición, la figura de Ben Hafsún destacó entre sus acólitos. Seguidores que veían en él, ciertamente, no a un despiadado caudillo, sino a un libertador.

Hasta tal punto llegó el grado de desprecio de Ben Hafsún a todo lo relacionado con el emirato y lo que representaba que en los últimos años de subida se convirtió al cristianismo (año 899), renegando del nombre por el que era conocido y temido y tomando como  nuevo el de Samuel. No fue el único en hacerlo en aquella ciudad fortaleza, pues la inmensa mayoría de quienes se resguardaban y vivían allí adoptaron el cristianismo como religión, más como símbolo de protesta que como elección personal.

Fue esa decisión y su convencimiento de que llegaría a ser rey y forjar sobre aquel lugar su reino lo que llevó a Ben Hafsún a erigir en aquel emplazamiento el que sería el único monumento de su especie en todo al-Ándalus: la iglesia mozárabe rupestre de Bobastro.
Una de las muchas tumbas excavadas en la piedra dentro del  "monasteruio suburbano" de Bobastro. © Fotografía: Crazy Badger Media, S.L.U.
Una de las muchas tumbas excavadas en la piedra dentro del “monasteruio suburbano” de Bobastro. © Fotografía: Crazy Badger Media, S.L.U.
La originalidad de unas ruinas.

No queda mucho de la antigua fortaleza, pero sí vestigios que dan buena cuenta de lo que en aquel espacio y en aquella época supuso la existencia de un reducto feroz y cristiano en pleno corazón de una tierra musulmana. Uno de ellos es sin duda la iglesia mozárabe, excavada en plena roca y con planta basilical.

Pese a sus escasas dimensiones (aproximadamente unos 17 x 11 metros), cuenta con  tres naves separadas por arcos de herradura, transepto y cabecera de tres ábsides, destacando el central en arco de herradura y los de los laterales de formas rectangulares.

Se da la circunstancia de que nuevos estudios arqueológicos (datan de 1986) destaparon la construcción de un monasterio en el lugar, que incluiría en su interior dicha iglesia mozárabe, por lo que aquella circunstancia provocaría la existencia de una nueva denominación acuñable a Bobastro: la de monasterio mozárabe suburbano.

Francisco J. Vázquez
Bibliografía:
Málaga Musulmana (siglos VIII-XIII). Historia de Málaga. Manuel Acien Almansa (Diario SUR, Málaga 1994).
Monasterios y Conventos Andaluces. VV.AA. (Consejería de Cultura, Junta de Andalucía, Sevilla 1999).
Web Excmo. Ayto. de Ardales.
Bobastro. Arqueomanía (RTVE, 2013).

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