María
Virgen de la luz:
A Ti venimos con la confianza y
sencillez de hijos.
A Ti llegamos con nuestras
angustias y esperanzas,
con nuestras penas y alegrías,
con las fatigas del trabajo y
el peso de nuestros pecados;
con todo lo que somos y
tenemos.
María, virgen de las candelas,
Tú eres la primera portadora de
la Luz, que es Cristo;
Tú eres nuestra Madre;
Tú nos reúnes junto a Cristo
Salvador;
Tú eres nuestra esperanza,
consuelo y gozo;
Tú nos acompañas en la ciudad,
en el desierto anónimo de
nuestras calles,
en nuestras fábricas y
talleres.
Tú eres nuestra estrella en el
camino hacia el Padre;
Tú eres la huella para encontrar
a Jesús.
Tú eres en la noche de la
humanidad
una luz que ilumina la vida de
los hombres
nuestros hermanos.
Como discípulos y testigos de
Dios
solemos experimentar la dureza
en la misión,
en un mundo en el que los
hermanos
son mordidos por la desilusión,
el desencanto y la
desesperanza;
mucho más cuando nos
presentamos ante ellos
como pobres entre los pobres y
utilizando medios pobres.
María:
No nos cansaremos de mirarte,
de
contemplarte lo suficiente
para descubrir cómo en ti y por
ti se nos da a luz al Mesías,
al sol que nace de lo alto,
esperanza de los desheredados
de este mundo.
El Hijo de Dios,
el Dios de la promesa hace acto
de presencia en ti,
haciéndose historia,
para convertir la historia en
acción liberadora y salvadora;
para reorientarla hacia la
plenitud.
María, ilumina nuestras vidas,
Tú eres por un lado la Madre
del Hijo de la promesa cumplida,
y por otro, eres la Madre del
Hijo,
comienzo de la Nueva Alianza,
de la nueva y definitiva
promesa.
Este Dios aún te sorprende más.
Quiere llevar adelante su
proyecto de una manera un tanto rara.
Te sorprendió tanto lo que el
Ángel decía de parte de Dios,
que te atreviste a preguntar:
“¿Cómo será esto, pues no
conozco varón?”
Y es que el Dios de la promesa
quiere sacar adelante su plan
desde lo pequeño y lo pobre,
desde lo imposible:
Tú, sin conocer marido, y el
Ángel te dice:
“Tendrás un hijo”. “Bendita
tu”.
En la bendición que Dios te
hizo,
son benditas la humanidad,
la iglesia, la tierra entera,
los discípulos y los apóstoles.
Eres la mujer,
signo de la humanidad nueva,
de la tierra y de ese pueblo de
discípulos y apóstoles.
Lo que nacerá de ti será fruto
de la promesa:
El Mesías, el Dios encarnado
asumirá todo lo que existe,
desde el universo hasta la
humanidad;
desde la familia de discípulos,
a
la familia de testigos:
“Bendita tú entre las mujeres”
Tu Hijo viene a poner en marcha
y a llevar a la plenitud la
historia humana.
La hace nueva creación.
Viene a construir una familia
de hijos y hermanos,
de discípulos y apóstoles.
Lo que constituye ahora la
nueva familia de hijos,
de discípulos y apóstoles, no
es la sangre,
sino la gracia del Señor
que va a alcanzar a todos los
hombres en torno a los débiles,
los pobres que acogen la
gracia.
María:
Madre de la Luz que ilumina
nuestras tinieblas
ábrenos la inteligencia de
nuestra fe,
y tu luz destierre la oscuridad
que nos inunda.
María: Tú te has descentrado de
ti
y te has centrado en el Dios de
la promesa.
Y el Dios de la promesa te pide
que salgas,
que te descentres de tus
comprensiones y concepciones lógicas
y te introduzcas en la lógica
de Dios.
Madre de la Luz que viene a
iluminar a los pueblos,
dános la Luz que nace de tu
vida
Para que nosotros podamos seguir
iluminando
a través de nuestro “hágase en
nosotros según tu palabra”
Amén.
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