La Castidad y el celibato son dos cosas diferentes.
Castidad es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el amor de Dios reina sobre todo. Por lo tanto no es una negación de la sexualidad. Es un fruto del Espíritu Santo.
En los no casados que aspiran al matrimonio, la castidad es abstinencia. Es una necesaria preparación para lograr la madurez y la castidad en el matrimonio.
En los que han decidido no casarse, es no tener relaciones sexuales.
Dios nos pide ser castos a todos según el estado de vida que tengamos.
Los religiosos y laicos consagrados hacen votos de "castidad perfecta" que es en sí, una renuncia: la castidad perfecta es una renuncia al placer carnal, es una renuncia al amor conyugal y es una renuncia a la paternidad humana. Pero es una renuncia llena de luz y de amor porque es entrega.
La castidad como virtud verdadera no es posible para el hombre con sus solas fuerzas o determinaciones. Es decir, el hombre y la mujer necesitan de la gracia de Dios para poder realizar esta virtud, obtenida por medio de los sacramentos y la oración.
Las ofensas a la castidad son: la lujuria, la masturbación, la fornicación, la pornografía, la prostitución y la violación.
El celibato es una llamada que recibe una “persona” concreta a vivir como esposo (a) sólo de Dios, sin una relación exclusiva o sexual con otro ser humano.. Esta llamada incluye la castidad.
En la vida religiosa, el voto de castidad es en realidad un compromiso de celibato, es un celibato consagrado por el Reino.No todos están llamados a ser célibes.
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