Nació el 14 de enero de 1835 en la isla
San Fernando, diócesis de Cádiz (España), sus padres fueron el
marqués Don Juan Spínola y Doña Antonia Maestre y Osorno,
El 29 de junio de 1856, obtiene la Licenciatura en Derecho por la Universidad de Sevilla. Establece bufete en Huelva, al servicio gratuito de los pobres, y ejerce allí como abogado hasta que pasa a Sanlúcar de Barrameda, por destino de su padre comandante de Marina.
Es ordenado sacerdote el 21 de mayo de 1864, en Sevilla.
Celebra su primera misa en la iglesia de san Felipe Neri de la misma ciudad, el 3 de junio , festividad del corazón de Jesús. Durante sus primeros años de sacerdocio es capellán de la Iglesia de la Merced en Sanlúcar de Barrameda.
Es nombrado por el cardenal Lastra párroco de San Lorenzo de Sevilla, y ejerce como tal desde el 17 de marzo de 1871 hasta el 28 de mayo de 1879, en que el arzobispo Joaquín Lluch le nombra canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla.
Nombrado por León XIII para la diócesis de
Coria (Cáceres), en el Consistorio de 10 de noviembre de
1884, ocupa la diócesis del 7 de marzo de 1885
al 5 de agosto de 1886, siendo inmediatamente destinado a
la diócesis de Málaga de 16 de septiembre de 1886
a 8 de febrero de 1896, y posteriormente preconizado a
la arzobispal de Sevilla, cargo que ocupa desde el 11
de febrero de 1896 a 19 de enero de 1906,
para ser nombrado cardenal por Pío X, en el consistorio
de 11 de diciembre de 1905.
El 31 de diciembre de 1905, su Majestad el rey de España, Alfonso XIII, le impone la birreta cardenalicia.
Fundó en Coria (Cáceres) en 1885 la Congregación de las Esclavas del Divino Corazón junto con la Sierva de Dios, Madre Celia Méndez y Delgado.
El 19 de enero de 1906, en la ciduad de Sevilla, partió a la casa de Nuestro Padre.
Su santidad Juan Pablo II, en su visita a Sevilla el 5 de noviembre de 1982, oró ante su sepulcro, que visitó expresamente.
OFICIO DE LECTURA
Segunda lectura
De las pláticas dirigidas a las Religiosas “Esclavas del Divino
Corazón” por su Fundador el Beato Marcelo Spínola, obispo. (Plát. T.
III, Sevilla 1912, pp. 23-24; 46-47)
El amor de Cristo, urgencia apostólica
Voy a hablaros de la vida, y a mostraros al Corazón de Jesús como
fuente y centro de la verdadera vida; vida que en el individuo es la
santidad, para el prójimo la caridad y para Dios la gloria.
Para estudiar la vida desde su origen, debemos estudiarla en el Corazón
de Jesús, manantial de la vida: de una vida de felicidad, de paz, de
esperanza para la humanidad.
¿Y qué es lo que encontramos en el Corazón de Jesús? Una sola cosa:
amos, mucho amor; amor por un lado, amor por otro, amor por todas
partes... Verdad que hay obras, verdad que hay merecimientos, verdad que
hay muchas cosas, pero todas esas cosas, no son sino distintas formas
que el amor ha producido. El amor no puede estar ocioso, lo ha dicho
Santa Teresa, porque el amor es como un volcán abierto, de donde
continuamente sale una lava que produce, no la muerte, sino la vida, el
movimiento, la acción; por eso los santos han trabajado siempre, por eso
el Apóstol San Pablo se multiplicaba y no descansaba nunca. «La caridad
de Cristo, decía, nos apremia y no nos permite tomar descanso alguno», y
por eso el Apóstol se lanza de un confín a otro confín de la tierra, y
de Oriente pasa a Occidente, recorriendo grandes comarcas, trepando
montañas, hundiéndose en los valles, atravesando mares, y no encontrando
en todas partes sino trabajos y fatigas; pero la caridad de Cristo
apremia al Apóstol, es como un aguijón que no le permite estar ocioso.
Por eso todos los que llenos estaban de la caridad de Cristo, del amor del Corazón de Jesús, han trabajado siempre, siempre.
Pero esa vida que del Corazón de Jesús procede, esa vida que es la
caridad, la llevamos nosotros, dice San Pablo, en vasos frágiles. ¿Cómo
podemos nosotros conservarla y aumentarla? Esa vida se conserva por la
oración, porque la oración es pan y alimento de nuestra alma; y se
conserva también y se aumenta por los Sacramentos.
RESPONSORIO 1 Ts 2,8; Ga 4, 19
R./ Deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta
nuestras propias personas. * Porque os habíais ganado nuestro amor.
V./ Hijos míos, otra vez me causáis dolores de parto, hasta que Cristo tome forma en vosotros. * Porque os habíais ganado.
ORACIÓN
No hay comentarios:
Publicar un comentario