El Padre Pío (1887-1968) no fue sólo un santo
popular por los estigmas y por los milagros, que atrajeron a millones de
personas hasta el convento de San Giovanni Rotondo. Es también un modelo
de vida sacerdotal, pues evidenció la eficacia del apostolado de los
sacramentos: la misa -cuya esencia de sacrificio expiatorio era tanto
más patente si la celebraba alguien con las llagas de Cristo- y la confesión, a
la que consagró prácticamente en exclusiva toda su existencia.
Por eso los sacerdotes figuraban entre sus hijos predilectos, y
no dejó de distinguirles con su ayuda en momentos de dificultad.
Trepar por el
cristal
Dificultad espiritual, como la del padre Pasquale
Cattaneo, quien recibió permiso de sus superiores para acudir a
confesarse con aquel capuchino natural de Pietrelcina a quien todos consideraban
ya santo. Durante el viaje en autobús preparó a fondo el examen de
conciencia, para que, llegado el momento, no quedase un solo rincón de
su alma sin exponer al juicio del buen fraile. E hizo nuevos propósitos de
enmienda.
Pero al acercarse a su destino, algún escrúpulo debió
asaltarle, que pensó con desánimo: "¡La vida espiritual... es como
intentar escalar por el cristal!".
Llegó a San Giovanni
Rotondo, avisó de que había venido para confesar con el Padre Pío, y esperó su
turno. Cuando llegó el momento, se arrodilló ante el santo y empezó a desgranar
lo que había preparado. Terminó, recibió la absolución, y se levantó
feliz, porque había sido capaz de hacer una confesión sincera. Se
volvió entonces para despedirle y entonces el Padre Pío le miró, le sonrió y con
ojos cómplices le dijo: "Así que la vida espiritual es como escalar por el
cristal, ¿eh?".
El padre Cattaneo contó esta historia, que corrobora algo
que cientos de personas vivieron: el don de conocimiento de
almas que tenía San Pío de Pietrelcina, y que sorprendía con frecuencia
a los fieles, para bien -como en este caso, en que la confesión fue buena- o
para mal -como en tantas ocasiones en que preguntó a los penitentes por pecados
que le habían ocultado, voluntaria o involuntariamente-.
Clamar ante el
abismo
Pero el Padre Pío también ayudaba materialmente a quien se lo
pedía en la necesidad. Como al padre Valentino, un capuchino de
San Marco in Lamis, hijo espiritual suyo.
Durante la ocupación alemana de
Italia en la Segunda Guerra Mundial, fray Valentino quedó en la Emilia Romagna,
separado de su familia, originaria de la Puglia, por el frente de
guerra. Tanto les echaba de menos y tanto le preocupaba su situación,
que decidió ir al Sur a verles.
Para pasar a la zona controlada por los
aliados contactó con grupos partisanos que luchaban contra los nazis, y le
informaron de un paso montañoso, aunque advirtiéndole de su extremado
peligro, y más con el frío invierno en el que estaban. Pero el atrevido
padre Valentino pensó que era "ahora o nunca", se encomendó a su amigo y
director espiritual el Padre Pío, y se unió a un grupo de gente en su misma
situación para cruzar el frente por el lugar indicado.
Llegaron a un
sendero muy estrecho y cubierto por la nieve, que discurría junto a un
talud que desembocaba en un precipicio. Mientras lo descendía a duras
penas, el fraile pisó en el lugar equivocado y se cayó, empezando a descender
sin remedio hacia el abismo.
Empezó entonces a gritar
desaforadamente "¡Ayúdame, Padre Pío, ayúdame!". Y justo en ese momento
un arbusto detuvo su caída y le salvó la vida. Sus compañeros le ayudaron a
subir de nuevo.
Llegaron a su destino, y días después el padre Valentino
quiso ir a San Giovanni Rotondo a visitar al Padre Pío. En cuanto éste le vio,
le dijo, antes de que hubiesen podido hablar: "¡Cuántas voces me diste
el otro día! ¡Cuántas voces!". Y luego el santo se acercó a él, le
abrazó y le dijo: "Vamos a dar juntos gracias a Dios".
Una escena cómica
Nada
dramática, y más bien como salida de una película de humor, fue la escena que
vivió el padre Nello Masini, un sacerdote de San Leonardo
Murialdo que había conocido al Padre Pío en 1950 y se había convertido también
en uno de sus hijos espirituales.
Un verano acudió con otros sacerdotes
al Véneto para un retiro espiritual. Don Nello era un hombre rechoncho y jovial
muy querido por sus compañeros, pero... a causa de su obesidad sus
ronquidos nocturnos eran literalmente insoportables y no dejaban dormir
a nadie. Así que convinieron en que durmiese él solo en una habitación al final
de un largo pasillo.
Una noche el padre Nello se levantó para ir al baño
que tenía al lado, pero la puerta se le cerró con tal fuerza que el pestillo se
atrancó. Cuando quiso salir, comprobó que estaba atrapado. Empezó a llamar a
voces a alguien, pero... ¿cómo iban a oírle, si le habían
aislado justo para eso?
Como no estaba dispuesto a pasarse la
noche en el retrete, decidió subirse a la taza para intentar salir por
el estrecho ventanuco que daba al tejado. El plan era pasar desde allí
a alguna habitación que tuviese la ventana abierta. Cuando intentó pasar sus
120 kilos por ese agujero... sucedió lo que tenía que suceder:
se atrancó en él.
Tras denonados e inútiles esfuerzos por arrancarse de
allí, ni p´alante ni p´atrás, se aferró al último recurso, y empezó a
pensar en el Padre Pío y a rezar. Y de pronto, sin saber cómo, se vio en
el tejado. Asombrado del hecho, pero dispuesto a aprovecharlo, bajo con
cuidado hasta que encontró una ventana abierta de un pasillo, que le llevó hasta
su dormitorio.
Meses después viajó hasta San Giovanni Rotondo a ver a su
director espiritual, y se lo encontró en la terraza donde se sentaba, ya mayor,
a hacer sus oraciones vespertinas al concluir la jornada. Se aproximó para
besarle la mano, y en cuanto el Padre Pío le vio, le dijo: "¡Don Nello,
Don Nello! ¡Aquella noche en el tejado...!".
* * *
Ya saben,
pues, los sacerdotes a quién acudir en la tribulación espiritual, ante el
peligro físico o cuando se vean atorados en algún infernal ventanuco. Ahora
desde el cielo, como antes desde su celda, el Padre Pío echará siempre
una mano.
(Estos testimonios, prestados por los interesados a la
causa de canonización de San Pío de Pietrelcina, están tomados del libro Il
Padre. San Pio da Pietrelcina del padre Marcellino
Iasenzaniro, tal como los recoge el blog Mystics of the Church.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario