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DÍA PRIMERO
Oración para alcanzar la virtud de la humildad.
¡Oh mi glorioso protector san Felipe! que
viviendo sobre esta tierra fuisteis tan amante de la humildad, que tuvisteis por
cosa vil no solo las alabanzas, sino que hasta el mismo aprecio de los hombres;
alcanzad también para mí esta tan hermosa virtud. Ya veis cuán orgulloso soy en
mis pensamientos, cuán altanero en mis palabras, y cuán ambicioso en mis obras.
¡Ah! Alcanzadme la humildad de corazón, y que mi entendimiento destierre de sí
toda altanería, y que tenga profundamente impreso aquel vil sentimiento que
tuvisteis de Vos mismo, reputándoos por el peor de todos los hombres, y por eso
os alegrasteis de ser despreciado, y Vos mismo buscasteis los medios de ser
tenido en nada. Sí, Santo mío, alcanzadme la verdadera humildad de corazón y el
bajo conocimiento de mi nada; para que siendo yo despreciado, me alegre de ello;
viéndome postergado, no me dé por ofendido; siendo alabado no me ensoberbezca;
sino que solo busque ser grande a los ojos de Dios, y reciba únicamente de El
toda mi exaltación.
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DÍA SEGUNDO
Oración para alcanzar la virtud de la
paciencia. ¡Oh Felipe mi santo abogado!
que tuvisteis siempre un corazón tan constante en las adversidades, y un
espíritu tan amante de los sufrimientos, que, perseguido de vuestros émulos,
calumniado por los impíos que pretendían desacreditaros, probado por el Señor
con muchas enfermedades largas y penosas, todo lo sufristeis con admirable
tranquilidad de corazón y de ánimo; alcanzad también para mí un espíritu de
fortaleza en todas las adversidades de esta vida. ¡Ah, cuán necesitado estoy de
la virtud de la paciencia! pues que por el mas pequeño trabajo me asusto, por
las mas leves aflicciones me impaciento, por la mas ligera contrariedad me
enfado y me irrito, y no se conocer que por el camino espinoso de las
tribulaciones se va al paraíso. Este fue el camino que quiso seguir nuestro
divino maestro Jesús, y este mismo emprendisteis también Vos, oh Santo mío. Ea
pues, alcanzadme valor para que abrace con la más firme voluntad las cruces que
diariamente me envía mi Dios, y me haga digno de llevarlas con una resignación y
una paciencia semejantes a las que Vos tuvisteis en este mundo, a fin de que me
haga merecedor de gozar después su fruto juntamente con Vos en el
cielo.
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DÍA TERCERO
Oración para alcanzar la virtud de la pureza.
¡Oh gloriosísimo san Felipe! que
conservasteis siempre intacta la cándida azucena de la pureza con tan grande
honor vuestro, que el candor de tan hermosa virtud campeaba en vuestros ojos, se
traslucía en vuestras manos, y transpiraba en todo vuestro cuerpo, despidiendo
un olor tan agradable, que consolaba e infundía ánimo y devoción al que
conversaba con Vos; alcanzadme del Espíritu divino un verdadero amor a tan bella
virtud, de modo que ni las conversaciones, ni los malos ejemplos de las personas
viciosas puedan hacer impresión alguna en mi espíritu. No permitáis que de
ninguna manera pierda yo una virtud tan hermosa: y así como la fuga de las
ocasiones, la oración, la fatiga, la humildad, la mortificación de los sentidos
y la frecuencia de los Sacramentos fueron las armas con que vencisteis al
terrible enemigo de la carne; así alcanzadme, os ruego, que las mismas sean las
armas con que pueda yo también vencerle. ¡Ea! no me privéis de vuestra
asistencia, y manifestad hacia mí aquel celo que tuvisteis en vida por vuestros
penitentes, manteniéndolos alejados de toda infección de los sentidos. Hacedlo
así, mi santo Abogado, sed mi protector en esta tan bella virtud.
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DÍA CUARTO
Oración para alcanzar el amor de Dios.
¡Oh amantísimo Felipe! yo admiro el grande
prodigio que en Vos obró el Espíritu Santo, cuando infundió en vuestro corazón
toda la plenitud de su caridad, la cual dilató en tal extremo vuestro pecho, que
se rompieron dos costillas por la vehemencia del amor; pero me confundo al
comparar este mi corazón con el vuestro. El vuestro estaba todo inflamado de
puro amor; pero el mío está enteramente aprisionado e inclinado a las criaturas.
El vuestro estaba tan encendido de un fuego celestial, que su llama se reflejaba
aun en el cuerpo, saliendo de vuestro rostro como unas centellas de fuego; pero
el mío está lleno de amor a las cosas de la tierra. Amo al mundo que me alegra,
y no puede hacerme feliz: amo la carne que me solicita, pero no puede hacerme
inmortal: amo las riquezas que no puedo gozar sino por momentos. ¡Ah, cuándo
aprenderé de Vos a no amar otras cosas que a Dios, único e incomprensible bien!
¡Oh! haced, mi santo Abogado, que, mediante vuestra intercesión, comience yo a
amarle a lo menos desde este día: alcanzadme un amor eficaz que se manifieste en
las obras, un amor puro que me incite a amarle con toda perfección, y un amor
fuerte que me haga superar todos los obstáculos que me pueden impedir mi unión
con El en esta vida, para poseerle también después de mi muerte.
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DÍA QUINTO
Oración para alcanzar el amor al prójimo.
¡Oh gloriosísimo Santo! que os empleasteis
enteramente en favor de los prójimos, amando, compadeciendo y ayudando a todos;
y que en todo el curso de vuestra vida procurasteis la salud de todos, no
perdonasteis jamás fatiga alguna ni trabajo, no reservando para Vos ni tiempo ni
comodidad alguna, a fin de ganarlos todos para Dios; alcanzadme, os suplico, con
el perdón de mis pecados la caridad hacia mis prójimos, de modo que en adelante
sea mas compasivo en sus necesidades; conseguidme la gracia de amar a todos con
un amor puro y desinteresado como a hermanos míos, socorriéndolos a todos, si no
con auxilios temporales, a lo menos con las oraciones y buenos consejos.
Enseñadme también a defender en toda ocasión el honor de mi prójimo, y a no
proferir palabra que le pueda ser desagradable o nociva; y que siempre conserve,
aun con mis enemigos, aquella dulzura de espíritu con que triunfasteis
de
vuestros perseguidores. Sí, Santo mío, alcanzad también para mí esta hermosa virtud, como la habéis alcanzado para tantos devotos vuestros, a fin de que todos juntos podamos un día alabar a Dios en la bienaventuranza eterna.
vuestros perseguidores. Sí, Santo mío, alcanzad también para mí esta hermosa virtud, como la habéis alcanzado para tantos devotos vuestros, a fin de que todos juntos podamos un día alabar a Dios en la bienaventuranza eterna.
DÍA SEXTO
Oración para alcanzar el desprendimiento de los
bienes temporales. ¡Oh gran Santo! que
preferisteis una vida pobre y austera a las comodidades que os prometía vuestra
casa, cuya gloria y honores despreciasteis desde muy joven; alcanzadme la gracia
que mi corazón no se aficione y apegue jamás a los bienes transitorios de esta
vida. Vos, que deseasteis llegar a ser tan pobre, que reducido a mendigar, no
encontrasteis quien os diera el menor auxilio, para vivir; alcanzadme igualmente
el amor a la pobreza, de modo que yo dirija todos mis pensamientos a los bienes
eternos. Vos, que quisisteis más bien vivir en un estado humilde que ser
promovido a las más elevadas dignidades de la Iglesia, interceded para que yo no
vaya tras los honores, contentándome en aquel estado en que me ha puesto el
Señor. Mi corazón está demasiado ansioso por las cosas vanas y fugaces del
mundo; mas Vos que nos enseñasteis esta gran máxima: "¿Y después?" en virtud de
la cual se verificaron tan admirables conversiones, alcanzadme que quede muy
impresa en mi mente, en términos que, despreciando la nada de esta tierra, sea
solo Dios el objeto de mis pensamientos y afectos.
DÍA SÉPTIMO
Oración para alcanzar la perseverancia en el
bien. ¡Oh san Felipe abogado mío! que
fuisteis siempre perseverante en la virtud, y, lleno de méritos, recibisteis del
supremo Dios la corona de la gloria en premio de vuestros trabajos; alcanzadme
la gracia de no apartarme jamás de su santo servicio. Vos, que os manifestasteis
tan propicio para vuestros devotos, alcanzándoles el don de la perseverancia en
el bien, alcanzadlo también para mí, combatiendo en mi auxilio en el último
trance de mi muerte, e impetradme la gracia de salir de esta vida fortificado
con los santísimos Sacramentos. Obtenedme entre tanto, oh gran Santo, la gracia
de que haga penitencia de mis pecados, y los llore amargamente por todos los
días de mi vida. Vos, que veis mis miserias y los muchos lazos que me tienen
atado al pecado y a la tierra, alcanzadme mi libertad y la resolución constante
de ser todo de Dios. Alcanzadme también un deseo fervoroso de cooperar A mi
salvación, y una constancia inviolable en el bien comenzado, para que me haga
digno, mediante vuestra intercesión, de ser asociado con Vos en la
bienaventuranza eterna.
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