martes, 12 de marzo de 2013

¿UN PAPA VENIDO DE AMERICA?

El purpurado canadiense tiene a sus espaldas una carrera muy completa: diócesis importante, experiencia latinoamericana y prestigio en la Curia.
La primera persona en quien pensó Benedicto XVI para desempeñar el cargo de prefecto para la Congregación de los Obispos -el tercer gran dicasterio estratégico de la Curia romana junto con la Secretaría de Estado y la Congregación para la Doctrina de la Fe- era monseñor George Pell, cardenal-arzobispo de Sydney que, alegando motivos personales, renunció. Aunque el nombre de monseñor Marc Ouellet (Ls Motte, 8.6.1944) no encabezaba las quinielas, su designación, en 2010, no constituyó sorpresa alguna.

 
 

 



El entonces cardenal-arzobispo de Quebec y primado de Canadá reúnía todas las condiciones de lo que podríamos llamar el obispo ‘ratzingeriano’, es decir, una sólida integridad doctrinal que le disuade de cualquier aventura de incierto resultado, una capacidad de diálogo con cualquier estamento social sin ceder nada en lo esencial, su condición de políglota -habla francés, inglés, alemán, español, portugués e italiano- y de doble experiencia curial y pastoral.
Según la periodista Sophie de Ravinel, “tiene don de gentes y un temperamento pastoral dotado de una gran inteligencia, mezcla de Europa y de Latinoamérica debido a los años que pasó en Colombia, lo que hace que no cargue con el inconveniente de ser considerado como americano del Norte. Una baza que podría interesar a muchos cardenales en un próximo cónclave”.
En esta última faceta es donde mejor ha podido desplegar este amplio abanico de cualidades. Porque en Quebec -tanto la ciudad como el estado federado- es, con toda seguridad, el territorio del Occidente industrializado que experimentó la transición más brutal desde una posición de sociedad fuertemente cristiana hasta convertirse en uno de los paraísos del relativismo. En Roma, durante su mandato, la Congregación de Obispos ha sido uno de los pocos oasis de paz en una Curia muy agitada.

JOSE MARÍA BALLESTER

O será ...
Vestido casi como un papa, con mitra dorada y casulla rosada, el papable brasileño, el cardenal Odilo Pedro Scherer, convenció este domingo durante la misa que ofreció en una magnífica iglesia romana con su don de palabra, su alegría y su sencillez.
El purpurado brasileño, de 63 años, arzobispo de Sao Paulo, acostumbrado a dirigirse a millones de fieles por manejar la diócesis más poblada del mundo, podría convertirse esta semana en el primer papa de América.
Y es que tiene muchos puntos para ser el sucesor de Benedicto XVI: mediático, espontáneo, políglota, sangre europea y corazón brasileño.
Cuando llega en procesión acompañado por 20 religiosos a San Andrés del Quirinal, la céntrica iglesia barroca que le asignaron como cardenal, una de la obras maestras de la arquitectura por su suntuosa cúpula dorada rodeada de ángeles, Don Odilo, como lo llaman en su país, está resplandeciente.
"Creo que tiene muchas posibilidades de convertirse en Papa", sostiene Bianca, una joven brasileña que asiste a la misa con su hijo pequeño.
"Para mí se parece a Wojtyla (Juan Pablo II), tiene el mismo estilo, la misma fuerza. Ojalá que sea elegido", sostiene otra joven italiana.
Más de doscientas personas, entre ellas numerosos italianos y periodistas, llenaban la pequeña sala elíptica del templo diseñado por Bernini, con sus columnas de mármol rosadas, casi como si se tratara de un ensayo general antes de pasar al trono de Pedro.
"Es un momento muy bello para la Iglesia, todas las iglesias de Roma están de fiesta por la presencia de los cardenales. Los invitamos a orar por el cónclave", dijo el purpurado sonriente en perfecto italiano, tras saludar públicamente en portugués al embajador de Brasil ante la Santa Sede.
El cardenal, alineado con las posturas de Benedicto XVI contra la Teología de la Liberación, es, según la prensa italiana, el candidato de la influyente Curia Romana.
"Es domingo de Cuaresma, Dios es misericordioso con todos. Es tiempo de perdón, de reconciliación", dice al explicar la parábola de San Lucas con tono claro y casi teatral.
"Queremos la paz. Sin reconciliación interior y social entre los pueblos y las culturas no puede haber un futuro de fraternidad y paz para la humanidad", clama al concluir la homilía, que podría ser la última como cardenal.
La prensa italiana le adjudica al menos 30 votos de los 77 necesarios en el cónclave que comienza martes y en que el participan 115 purpurados.
El cardenal que conoce el engranaje interno del Vaticano tiene buenos amigos entre conservadores y progresistas y sobre todo es latinoamericano y de Brasil, el país emergente y más católico de mundo, un elemento que pesa en este momento, con el gobierno central de la iglesia tan desprestigiado por los escándalos.
"Recemos por la Iglesia que vive dificultades, recemos por el Papa emérito Benedicto XVI, que ha guiado al pueblo de Dios con palabras y obras", pidió abiertamente mientras un trío acompañaba la misa con delicada música de guitarra, tambor y pandereta.
La sobria misa multiétnica, con religiosos de todas las nacionalidades, entre ellos varios africanos, pero respetando la costumbre, representa lo que muchos jerarcas de la Iglesia desean para el futuro de la institución milenaria: un equilibrio entre pasado y moderno, entre Europa y América, que deje atrás los escándalos e inicie una era nueva.
Al término de la misa, don Odilo llama al altar a Carmine y María, una pareja anciana de italianos para bendecirlos.
"¡Cumplen 70 años de casados. Que Dios los bendiga. ¡Yo no había ni nacido!", comenta divertido y mientras se despide denota algo de su nerviosismo: "Y que Dios nos ayude y buen domingo", añade.
"Eminencia, ¿verdad que usted es el papable número uno?" le pregunta una periodista de la televisión colombiana a la salida de la iglesia. El purpurado esquivó la pregunta: "La misa fue muy bonita ¿verdad?". AFP

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