viernes, 27 de julio de 2012

UN POCO DE HISTORIA: LOS ALMOHADES

Al hilo de la celebración del octavo centenario de la Batalla de las Navas de Tolosa en la que los cristianos frenaron en seco el avance y podería almohade, no está de más que profundicemos en quiénes fueron estos almohades (los unitarios) que dieron un nuevo impulso al islam en tierras peninsulares y cuyo afán integrista los llevó a chocar directamente que un frente cristiano que hizo Cruzada ante el peligro que suponía tenerlos de vecinos.

Orígenes

Ibn Tumart, fundador del movimiento, fue proclamado por sus seguidores mahdi («el Imam que ha de venir»), creencia de raíz ideológica chiita pero también aceptada por el sunnismo, y llamó a todos los musulmanes a retornar a las fuentes primeras de su fe, es decir, el Corán. Siguiendo estos principios, se enfrentaron con los almorávides, que habían impuesto una rígida ortodoxia maliquí, pero que apenas habían transformado las costumbres populares poco acordes con el Corán. Después de dominar el norte de África, enfrentando a la confederación de tribus bereberes de los masmuda con los lamtunas almorávides, desembarcaron desde 1145 en la península ibérica y trataron de unificar las taifas utilizando como elemento de propaganda la resistencia frente a los cristianos y la defensa de la pureza islámica. Por eso su yihad se dirigió por igual contra cristianos y contra musulmanes. En poco más de treinta años, los almohades lograron forjar un poderoso imperio que se extendía desde Santarém en la actual Portugal hasta Trípoli en la actual Libia, incluyendo todo el norte de África y la mitad sur de la península ibérica, y consiguieron parar el avance cristiano cuando derrotaron a las tropas castellanas en 1195 en la batalla de Alarcos.

 

Apogeo


Mezquita Kutubia de Marrakech, capital del Imperio almohade.
Abu Abdallah Ibn Tumart había nacido en una tribu bereber a fines del siglo XI, en el noroeste de Marruecos, en un ambiente muy austero donde destacó por su capacidad de estudio. Hacia los 18 años, emprendió un largo viaje de quince años por el mundo árabe que lo llevó a Córdoba, La Meca, Damasco y Bagdad entre otras grandes ciudades. De regreso a su ciudad natal de Sus, emprendió un movimiento de reforma religosa apoyado en tres grandes pilares, y que sintetiza de manera original un gran número de influencias recibidas en el periodo anterior. Estos tres pilares son:
  • La necesidad de desarrollar la ciencia y el saber para consolidar la fe
  • La existencia de Dios, que le parece indudable y se percibe a través de la razón
  • La absoluta unidad de Alá, radicalmente distinto de cualquiera de sus criaturas. Criticará la costumbre típica del Islam occidental de asociar lo divino con lo terreno, dotando a Alá de atributos antropomórficos. Dios es un ente puro, casi abstracto, sin ningún atributo que lo acerque a nuestra realidad. Esta unicidad absoluta se reflejaba también en su manera de entender la comunidad islámica, que debía estar dirigida por un imam, con carácter de guía y modelo, a quien todos deben obedecer e imitar.
A pesar de los esfuerzos de los gobernantes, la dinastía almohade tuvo problemas desde un principio para dominar todo el territorio de Al-Ándalus, en especial Granada y Levante, donde resistió durante muchos años el famoso Rey Lobo, con apoyo cristiano. Por otro lado, algunas de sus posturas más radicales fueron mal recibidas por la población musulmana de España, ajena a muchas tradiciones bereberes. A principios del siglo XIII había conseguido alcanzar su máxima expansión territorial con la sumisión del actual territorio tunecino y la conquista de las Baleares.

La amenaza cristiana de Al-Ándalus

Poco después, la victoria cristiana en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) marca el comienzo del fin de la dinastía almohade, no sólo por el resultado del encuentro en sí mismo, sino por la subsiguiente muerte del califa al-Nasir y las luchas sucesorias que se produjeron y que hundieron el califato en el caos político.
En 1216-1217, los benimerines se enfrentan a los almohades en Fez. En 1227 Ibn Hud se proclama emir de Murcia, alzándose frente a los almohades. En 1229 se independizan los háfsidas de Túnez. En 1232 Muhammad I de Granada, conocido como al-Ahmar se proclama emir en Arjona, Jaén, Guadix y Baza. En 1237 es reconocido como emir en Granada. Un ejército formado por fuerzas de las Órdenes Militares y del obispo de Plasencia puso sitio a la ciudad de Trujillo. Muhammad ibn Hüd acude a la petición de socorro, pero sin hostigar a los sitiadores se retira. La ciudad para ser reconquistada el 25 de enero de 1232.

Decadencia


El principio de la herencia dinástica desagradó a los líderes tribales, a los cheikhs. Después de una severa derrota cerca Túnez en 1187, el emir debió aliarse con Saladino. Los estados cristianos de la península ibérica (Los reinos Castilla, Aragón y Navarra y, en menor medida, Portugal y el León) se organizan para emprender una nueva ofensiva de Reconquista, en especial, silenciando sus disputas internas e infligiendo a Al-Nasir la derrota de Las Navas de Tolosa 16 de julio
01212-07-16 de 1212).
Tras la invasión de Berbería Oriental de los hermanos Ali Yahia Ben Ghania, descendientes de los almorávides que Abdl Mounim había desposeído después de atravesar Argelia victorioso. Los dos hermanos habían establecido un principado en el Djerid; Ali fue asesinado, pero su hermano Yahia comenzó la conquista del centro y norte de Ifriqiya. Se las arregló para apoderarse de Mahdia, de Kairouan y de Túnez en 1202, haciendo prisioneros al gobernador almohade y a sus hijos. Ben Ghagnia saqueó las ciudades, sus jardines y sus animales. Ante esta situación llena de peligros, el califa Al Nasir, que reinaba en Marrakech, partió a la reconquista de Ifriqia. Entró en febrero de 1206, en Túnez, abandonado por el enemigo, y permaneció allí un año para restablecer la autoridad almohade en todo el territorio. Entonces, antes de regresar a Marruecos, le confió el gobierno de la provincia a uno de sus lugartenientes de confianza, Abdel Ouhaid Abou Hafs el Hentati (forma arabizada del nombre bereber Faska u-Mzal Inti).
El nuevo gobierno había sido investido de amplios poderes: reclutó tropas que eran necesarias para la paz y para la guerra, designó funcionarios del Estado, los cadis. Fue un líder inteligente y enérgico. Después de su muerte, su hijo Abu Zakariya lo sucedió en 1228 y un año después de su nombramiento, se declaró independiente del califa de Marrakech, con el pretexto de que había abrazado el sunismo. Príncipe de una gran dinastía, Abu Zakaria debió de fundar la dinastía hafside que gobernó el Magreb oriental durante tres siglos.

El final

En el Magreb, las dinastías locales se imponían, como los Hafsíes en Túnez en 1229; los Abdalwadides en el Magreb central en 1239; o los Merínidas que en 1244 capturaron Mequinez, situada en el oeste del Magreb. En Andalucía, los Nazaríes de Granada crearon un reino independiente que sobrevivió hasta 1492. Al mismo tiempo, la Reconquista progresaba a buen ritmo: Qurṭuba (actual Córdoba), la ciudad símbolo del Islam hispano, cayó en 1236; Valencia, en 1238; Isbiliya (Sevilla), en 1248. Estos retrocesos sucesivos y la desintegración del imperio sonaban a toque de difuntos de la dinastía almohade, que termina con Abû al-`Ula al-Wâthiq Idrîs, después de la toma de Marrakech por los Beni Mérine (Benimerines) en 1269.

Economía y comercio

En la época de los almohades, los musulmanes, que ya habían organizado las formas de su comercio en función de las necesidades del tráfico internacional, refinaron sus métodos, en los que se inspiraron los cristianos. A pesar de las diferencias de religión, y a pesar incluso del desarrollo de la carrera (donde el control escapaba a los soberanos africanos), las relaciones e intercambios entre cristianos y musulmanes no dejaron de crecer.
El Magreb no comerciaba sólo con España, pues sus lazos comerciales llegaban a las ciudades de Túnez, Bugía, Constantina, Tlemcen y Ceuta (en Ceuta hubo un foundouk marsellés, fundicium marcilliense, hacia 1236). Los bienes producidos en esta zona eran transportados e intercambiados con los estados de Pisa, Génova, Venecia y la rica ciudad de Marsella.

El Arte almohade



La Torre del Oro de Sevilla, ejemplo de arte almohade.
Las construcciones de los almohades se caracterizan por ser simples y austeras, un reflejo de la dura vida de los nómadas del Magreb. Sin embargo, en muchas ocasiones los edificios alcanzan un considerable tamaño. Ejemplos clásicos de este movimiento son la Torre del Oro y la Giralda, ambas en Sevilla, la torre de Espantaperros en Badajoz, la mezquita Kutubiyya de Marrakech o la Torre Hasan en Rabat.

Lista de Califas

Wikipedia

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