TRADUCCIÓN

jueves, 23 de mayo de 2019

GIROLAMO SAVONAROLA

Girolamo Savonarola

 Fraile reformista italiano que tomó el poder en Florencia. Nacio en Ferrara el 21 de septiembre de 1452  Era prior de un convento de dominicos de Florencia, adonde había llegado gracias a su fama como predicador y a la influencia de personajes como Pico della Mirandola y Lorenzo de Médicis el Magnífico, organizador de las célebres hogueras de las vanidades donde los florentinos estaban invitados a arrojar sus objetos de lujo y sus cosméticos, además de libros que consideraba licenciosos Desde allí se empeñó en la reforma de la vida monástica, criticando la corrupción moral del clero renacentista. 
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Sus exaltados sermones atacaban con igual contundencia a la jerarquía eclesiástica, al papa, a la aristocracia y a las autoridades políticas, despertando la indignación revolucionaria de las masas. Cuando la invasión francesa de Toscana puso en peligro el poder de los Médicis, Savonarola contribuyó a expulsarlos de la ciudad mediante una revolución popular e intentó que los franceses continuaran su avance contra Roma (1494).

Nuestro Insolito Universo "Girolamo Savonarola"

En Florencia se instauró un régimen republicano mixto, con elementos democráticos y teocráticos (Jesucristo fue proclamado rey); el propio Savonarola controlaba el poder y lo empleaba para imponer rigor moral extremo (su lucha contra el paganismo implícito en la cultura renacentista le llevó a quemar públicamente los libros de Boccaccio y Petrarca). El papa Alejandro VI, blanco de los ataques de Savonarola, le excomulgó en 1497. 

Sus propios partidarios en Florencia consideraron excesiva la dictadura que había implantado y le derrocaron en 1498. Fue encarcelado, torturado, acusado de herejía y quemado públicamente en Florencia el 23 de mayo de 1498

lunes, 13 de mayo de 2019

martes, 9 de abril de 2019

miércoles, 6 de marzo de 2019

jueves, 28 de febrero de 2019

domingo, 17 de febrero de 2019

AVE MARÍA EN ARAMEO


CÓMO MURIERON LOS APÓSTOLES Y ALGUNOS MÁS CERCANOS A JESÚS

   

1. Mateo 
 Sufrió el martirio en Etiopía, asesinado por una herida de espada.

2. Marcos 
 Murió en Alejandría, Egipto, después de ser arrastrado por caballos por las calles hasta que murió.

3. Lucas
 Fue ahorcado en Grecia como resultado de su tremenda predicación a los perdidos.

4. Juan
 Enfrentó el martirio cuando fue hervido en una enorme vasija de aceite hirviendo durante una ola de persecución en Roma. Sin embargo, fue liberado milagrosamente de la muerte. Juan fue sentenciado a las minas en la prisión de la isla de Patmos. Escribió su profético Libro del Apocalipsis en Patmos. El apóstol Juan luego fue liberado y regresó para servir como obispo de Edesa en Turquía moderna. Murió como un anciano, el único apóstol en morir pacíficamente

5. Pedro
Fue crucificado cabeza abajo en una cruz en forma de X.
Según la tradición de la iglesia, fue porque le dijo a sus torturadores que se sentía indigno de morir de la misma manera que Jesucristo había muerto.


6. Santiago el Menor El líder de la iglesia en Jerusalén, fue arrojado a más de treinta metros del pináculo sureste del Templo cuando se negó a negar su fe en Cristo. Cuando descubrieron que sobrevivió a la caída, sus enemigos golpearon a Santiago hasta la muerte.
* Este fue el mismo pináculo donde Satanás se había llevado a Jesús durante la Tentación.

7. Santiago el hijo de Zebedeo,
era un pescador de profesión cuando Jesús lo llamó a toda una vida de ministerio. Como un fuerte líder de la iglesia, Santiago fue decapitado en Jerusalén. El oficial romano que custodiaba a Santiago miró sorprendido como Santiago defendió su fe en su juicio. Más tarde, el oficial Caminó junto a Santiago al lugar de ejecución. Vencido por convicción, declaró su nueva fe al juez y se arrodilló junto a Santiago para aceptar la decapitación como cristiano.

8. Bartolomé
También conocido como Nathaniel Era un misionero en Asia. Fue testigo de nuestro Señor en la Turquía actual. Bartolomé fue martirizado por su predicación en Armenia, donde fue azotado con un látigo.


9. Andrés
Fue crucificado en una cruz en forma de X en Patras, Grecia. Después de ser azotado severamente por siete soldados, ataron su cuerpo a la cruz con cuerdas para prolongar su agonía. Sus seguidores informaron que, cuando fue llevado' hacia la cruz, Andrés lo saludó con estas palabras: "Hace mucho que deseaba y esperaba esta hora feliz. La cruz ha sido consagrada por el cuerpo de Cristo colgado de ella ". Siguió predicando a sus verdugos durante dos días hasta que expiró.


10. Tomás
Fue apuñalado con una lanza en India durante uno de sus viajes misioneros para establecer la iglesia en el subcontinente.


11. Judas Tadeo
Fue asesinado con flechas cuando se negó a negar su fe en Cristo.


12. Matías
El apóstol elegido para reemplazar al traidor Judas Iscariote, fue apedreado y luego decapitado.


13. Pablo Fue torturado y luego decapitado por el malvado emperador Nerón en Roma en el año 67. Pablo sufrió un largo encarcelamiento que le permitió escribir sus muchas epístolas a las iglesias que él había formado a través del Imperio Romano. Estas cartas, que enseñaron muchas de las Doctrinas fundacionales del cristianismo, forman una gran parte del Nuevo Testamento.

Tal vez esto es un recordatorio para nosotros de que nuestros sufrimientos aquí son de hecho menores en comparación con la intensa persecución y la fría crueldad que enfrentaron los apóstoles y discípulos durante su tiempo por el bien de la fe.
Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, será salvo.
 La imagen puede contener: una o varias personas, personas de pie y exterior

domingo, 10 de febrero de 2019

martes, 29 de enero de 2019

EL IMPLACABLE VESPASIANO


La barbarie que las legiones romanas demostraron en el año 70 contra los judíos sublevados en Jerusalén asombró tanto al historiador Flavio Josefo, que este decidió dejar constancia de ella en sus escritos. «No tuvieron matanza más cruel los judíos entre todas cuantas padecieron como esta: porque en una noche abrieron las entrañas de 2.000 hombres». También añadió que los combatientes «dieron saco al templo» de la ciudad y «hurtaron muchas cosas» antes de prenderle fuego. Pero la tragedia quedó ensombrecida por la brutalidad que vendría después. Y es que, Tito Flavio Sabino Vespasiano capturó a los supervivientes, trasladó a muchos hasta la capital y les obligó a levantar el Coliseo.
En total, se calcula que unos 12.000 esclavos participaron en la edificación del monumento más famoso de la ciudad. Aunque la barbarie no quedó en ese punto ya que, poco después de que se finalizara su construcción, muchos de los reos fueron arrojados a las fauces de las bestias de los juegos. Los historiadores judíos han definido este episodio como una humillación sin precedentes para un pueblo que, ya en el año 63 a.C. fue obligado a tributar a Roma como uno de sus estados vasallos. Autores como Juan Pedro Cavero Coll respaldan la teoría de que los emperadores abusaron de los semitas y tilda a estos últimos de «súbditos molestos del Imperio» en su obra «Breve historia de los judíos» (Nowtilus, 2011).
La construcción del Coliseo se sumó a otros tantos destinos igual de terribles. Según el propio Josefo, Tito también sacrificó a más de 2.500 reos en los juegos que celebró tras la destrucción de Jerusalén, y un número indeterminado más meses después durante las fiestas romanas. Otros fueron enviados a las minas de Egipto o, incluso, se vieron obligados a participar en la edificación de todo tipo de obras públicas.

El germen del odio

¿Cómo es posible que el Imperio romano cometiera tal atrocidad? La historia, como me afirmaba hace algunos días un investigador del CSIC, no siempre es blanca o negra. Y este caso es un ejemplo claro. Las raíces del conflicto y de la inquina de los emperadores contra el pueblo semita hay que buscarlas en el 64 d.C., cuando llegó hasta Judea el tiránico procurador Gesio Floro. Su brutalidad pronto hizo aflorar el odio de los habitantes. Al poco, los disturbios se generalizaron y, con ellos, comenzó la turbia relación entre estos dos pueblos.
Al final, el poder de las legiones se hizo valer y, apenas dos años después (en el 66 d.C.), el político aplastó los diferentes alzamientos a golpe de gladius y permitió que sus hombres saquearan los barrios más ricos de la urbe como castigo. Una pésima forma de calmar los ánimos que no logró apaciguar (ni meter el miedo en el cuerpo) a los judíos. Acababa de dar comienzo a una década de muerte.
Tras aquella tropelía, los judíos clamaron justicia ante los superiores de Floro, pero solo obtuvieron el silencio por respuesta. Fue entonces cuando las pequeñas desavenencias derivaron en una auténtica guerra. La revuelta volvió a estallar de manos de Eleazar, capitán de la guardia del templo de Jerusalén. Este guerrero puso en jaque de nuevo a Roma al sitiar con miles de soldados a una cohorte de la legión III Gallica. Por si fuera poco, los ciudadanos apoyaron su alzamiento.
Vespasiano
Vespasiano
Pintaban mal las cosas para el Imperio. Y así quedó claro cuando, tras abandonar la urbe, se hizo recuento de los fallecidos (1.500 legionarios) y del territorio perdido (una buena parte de Judea).
Tal afrenta no fue pasada por alto. Al poco, el gobernador de Siria Cestio Galo tomó las armas y aplastó con fiereza la ciudad de Jotapata. Poco después se plantó ante la mismísima Jerusalén. La urbe, rodeada por tres murallas, desafiaba inmaculada el poder de Roma. Los invasores la sitiaron durante cinco días creyendo que solo era cuestión de tiempo que los defensores se rindieran... Pero no podían estar más equivocados.
Según explica el historiador Stephen Dando-Collins en su obra « Legiones de Roma», la guerrilla local desangró a los invasores a golpe de ataques sorpresa hasta que les obligaron a regresar por dónde habían venido. Su empuje fue tan fuerte que 400 valientes de la legión XII Fulminata tuvieron que sacrificarse para cubrir la retirada del resto del ejército. Su gesta permitió que sus compañeros se salvaran, pero les llevó a perder su estandarte, una de las mayores vergüenzas para una unidad de la época.

Venganza y nuevo emperador

Para Roma, aquello fue como un cuchillo clavado en el corazón. No ya por la derrota de sus legiones, sino por la pérdida del águila de la XII Fulminata. Quizá por ello, o por la mera locura del entonces emperador Nerón (despótico, belicoso y obsesionado con las conspiraciones contra su gobierno), el veterano general Tito Flavio Vespasiano recibió órdenes de sofocar la revuelta judía por la fuerza.
Tras solicitar a su hijo Tito que reuniera todas las legiones que pudiera en Egipto, el veterano líder militar (sumaba 56 años a sus espaldas e innumerables campañas) se puso en marcha durante el verano del 67. Este contingente actuó como un rodillo contras las ciudades de Jotapata, Tarichaeae y Gamala. En todas ellas, la caballería y las máquinas de asedio imperiales destrozaron a los aterrados defensores.
Pero ni las victorias aplacaron la sed de venganza de los romanos. Tal y como explica Dando-Collins en su obra, el revanchismo imperial quedó claro cuando el mismo Vespasiano se topó con el mar Muerto. El general había oído hablar de su flotabilidad, pero desconocía si era realidad o mito. ¿Cómo podía comprobarlo sin poder en riesgo a sus hombres? Al final, no se le ocurrió otra cosa que arrojar a las aguas a varios reos judíos para comprobar si las habladurías eran verdad o no. Por suerte para ellos, no se ahogaron.
Tito
Tito
Vespasiano podría haber continuado su exitosa campaña hasta la misma ciudad de Jerusalén, pero decidió volver a los cuarteles cuando recibió una carta en la que el gobernador de Hispania, Sulpicio Galba, le solicitaba ayuda para marchar sobre la mismísima Roma y acabar con el despótico Nerón. Por el momento, consideró, era mejor esperar a que los peligrosos vientos de la política amainaran.
Es probable que, por entonces, no supiera que iba a sucederse una de las épocas más turbulentas del Imperio. Y es que, mientras todavía estaba en Judea, recibió la noticia de que el emperador había sido asesinado.
A partir de entonces comenzó una carrera por el trono que terminó con la sucesión de tres emperadores hasta que el propio Vespasiano se hizo con la poltrona. Conocedor de los entresijos de la corte, militar respetado y hombre con grandes capacidades políticas, el general se hartó de ver pasar frente a sí líderes mediocres y aprovechó su poder para hacerse con la poltrona.
A la postres, no obstante se terminó convirtiendo en aquello que más odiaba al dejarse cegar por las riquezas. Así lo atestiguó el historiador Cayo Suetonio con esta curiosa anécdota: «Su hijo Tito le censuraba un día no haber olvidado un impuesto hasta sobre la orina; Vespasiano le presentó ante la nariz el primer dinero cobrado por aquel impuesto y le preguntó si olía mal».

Asedio y barbarie

La llegada al poder de Vespasiano no le hizo olvidar la revuelta que le esperaba en Judea. Aunque, en este caso, prefirió enviar a su hijo Tito a acabar de una vez por todas con los rebeldes. El flamante militar hizo llamar a los hombres de la XII Fulminata en un intento de que borraran el agravio hecho contra su águila.
En este caso, sin embargo, no hubo pasos previos y el general plantó a sus tropas en las mismas puertas de Jerusalén. «Estaba terminando abril cuando Tito llegó a Jerusalén con la V Macedónica, la XII Fulminata y la XV Apollinaris, que de inmediato emprendieron la construcción de un vasto campamento al oeste de la ciudad. Al día siguiente, la legión X Fretensis llegó desde Jericó y comenzó a establecer su campamento en el Monte de los Olivos», añade el autor.
El sitio se extendió hasta mayo, cuando el general se armó de valor y comenzó el ataque como tal. Durante el mismo, las catapultas y los escorpiones de la X legión se destacaron por su brutalidad. Sus armas de asedio dispararon sin descanso descargas de dardos y piedras de hasta 45 kilogramos de peso. Todo ello, contra una ciudad en la que residían, aproximadamente, un millón de judíos. Tres meses e incontables combates después, los legionarios lograron al fin acceder al corazón de Jerusalén e iniciaron una destrucción que todavía se recuerda a día de hoy. El cronista Flavio Josefo (un antiguo general judío que se había cambiado de bando) dejó constancia de esta barbarie en su obra «La guerra de los judíos»:
Flavio Josefo
Flavio Josefo
«Se metieron por las callejuelas con sus espadas en las manos, mataron sin hacer distinción a todos los que se encontraron e incendiaron las casas con la gente que se había refugiado en ellas. En muchos de sus saqueos, cuando pasaban dentro para hacer sus rapiñas, se encontraban con familias enteras de cadáveres y con sus habitaciones repletas de víctimas del hambre . Entonces, llenos de horror ante la visión de este espectáculo, salían con las manos vacías. A pesar de que se compadecían de los que morían de esta forma, sin embargo, no tuvieron los mismos sentimientos con los vivos, sino que degollaron a todo el que se toparon, con sus cadáveres taponaron las estrechas calles e inundaron de sangre toda la ciudad, de modo que muchos incendios fueron también apagados por esta carnicería. Los romanos dejaron esta actividad sanguinaria al atardecer».
Al acceder a la ciudad, Tito se vanaglorió de que un poder divino había permitido a Roma vencer aquella resistencia. «Hemos luchado con la ayuda de Dios y es Dios el que ha expulsado a los judíos de estas fortalezas», afirmó. Poco después, el templo de Jerusalén comenzó a arder. Los historiadores coinciden en que fue provocado por las legiones romanas. Sin embargo, Josefo sostuvo después que, aunque había sido un soldado el que había extendido las llamas, el general había ordenado expresamente que no se atacara este edificio.
En todo caso, el saqueo se generalizó entre los legionarios romanos. De hecho, cuando Tito regresó un año después a la ciudad para saber en qué punto se encontraban las labores de reconstrucción (pues había sido derruida hasta los cimientos) se encontró con una curiosa estampa: vio como los hombres de la X Fretensis (que habían recibido la orden de quedarse en la urbe para asegurar que no se sucedía una nueva revuelta) excavaban entre los escombros con sus propias manos para desenterrar las riquezas escondidas bajo los escombros de las viviendas.

Rumbo a Roma

En palabras de Josefo, murieron un millón de personas durante el asedio y, tras la conquista, miles de supervivientes fueron capturados y diseminados por todo el Imperio como esclavos. Según explica el filósofo y estudioso Thomas A. Idinopulos en su obra « Jerusalén», «los que sobrevivieron a la masacre envidiaron a los muertos» ya que los que estaban en buenas condiciones físicas fueron enviados a «las minas de Egipto o Cerdeña» o a «construir un gran canal cuya excavación en Corinto había ordenado Nerón».
Los más robustos fueron convertidos en gladiadores y, por último, las mujeres y los niños fueron vendidos como esclavos. El número concreto de reos es desvelado por el propio cronista romano:
«Todos los prisioneros que fueron capturados en el conjunto de la guerra sumaron noventa y siete mil, y los que perecieron en la totalidad del asedio fueron un millón cien mil. La mayoría de éstos eran judíos, pero no eran naturales de Jerusalén, puesto que se había concentrado gente de todo el país para la fiesta de los Ácimos, cuando de repente les sorprendió la guerra. En consecuencia, en un primer momento la estrechez del lugar les propició una peste destructiva y más tarde un hambre voraz. La cantidad de habitantes que había en la ciudad se deduce del censo elaborado en tiempos de Cestio».
El mismo Josefo también incide en que, durante su estancia en Cesarea, «Tito festejó con esplendor el cumpleaños de su hermano, en cuyo honor ejecutó una gran cantidad de prisioneros judío». En sus palabras, el número de los que «perecieron luchando con las fieras, abrasados por las llamas y en peleas entre ellos alcanzó más de dos mil quinientos».
El espectáculo, lejos de repugnar a los romanos, les agradó. Como mucho, les «pareció un castigo menor». Esta triste práctica se repitió poco espués. «A continuación llegó a Berito, una ciudad fenicia colonia de los romanos. Allí hizo una parada más larga y celebró con una brillantez aún mayor el aniversario de su padre con magníficos espectáculos y con otros dispendios que desplegó con ingenio. Al igual que ocurrió antes, también fue ejecutada una gran cantidad de prisioneros de guerra», añadió el cronista.
Según explican todo tipo de historiadores decimonónimos (entre ellos el monje Ferdinand freiherr von Geramb o Marien Vasi) el último destino de los reos judíos no fue mejor. Y es que, 12.000 de ellos (20.000, según otras fuentes) fueron enviados a Roma para terminar de levantar el Coliseo con su trabajo.
Así lo confirma, entre otros, el investigador español José María Zavala en su obra « Las páginas secretas de la historia»: «Vespasiano empezó a levantar el Coliseo en el año 69 de nuestra era, y Tito lo terminó doce años después. En realidad fueron cuatro años de intenso trabajo con la ayuda de doce mil judíos cautivos llevados a Roma por Tito tras la conquista y destrucción de Jerusalén, muchos de los cuales perecieron luego en la arena devorados por las fieras en los juegos públicos. Así pagaba el César a sus deslomados esclavos». Por si fueran pocas afrentas, el Coliseo también se financió con parte de las riquezas saqueadas de Jerusalén. 

Manuel P. Villatoro@ABC_Historia

jueves, 24 de enero de 2019

sábado, 19 de enero de 2019

PERSONAS MINIPULADORAS

De alguna forma, se puede decir que todos desde que nacemos intentamos manipular nuestro entorno. Los bebés lo hacen sin ser conscientes de ello, para poder sobrevivir y cubrir sus necesidades más básicas. Así, cualquier cachorro al nacer tiene unos rasgos físicos que lo hace ser adorable en su entorno y reclama la atención con sonoros lloros irresistibles al oído de sus adultos.
Esa facultad irá desapareciendo según vamos creciendo, para adquirir otras habilidades, pero hay personas que no solo la conservan, sino que además hacen una filosofía de vida de la manipulación para conseguir lo que quieren y en ocasiones utilizan esa facultad como arma peligrosa para los demás. Suelen ser personas que intentarán cambiar el modo de pensar de otras personas para beneficio propio.
Los psicólogos hacen distinción de las diferentes “presiones” que estas personas pueden ejercer a su “víctima”. Si la presión es muy grande es denominada perversión narcisista.
Esta perversión la ejecutan intentando convencer al otro de que cambie sus ideas, para su conveniencia, y lo hacen de forma muy sutil y que suele tener una efectividad arrolladora. 
Los manipuladores suelen tener el don de captar los puntos débiles de otras personas y recurrirán al chantaje emocional, al miedo y en ocasiones pueden llegar a tener conductas agresivas. 
¡Ojo! El miedo es un arma muy poderosa para la manipulación no sólo en personas individuales sino también para colectivos. Aprender a reconocer tus miedos es la primera fase para superarlos y así evitar, que los manipuladores se aprovechen de ellos.
Claro está que, dentro del grupo familiar, personal o íntimo es mucho más fácil que un manipulador despliegue sus redes. Y en este entorno, la persona manipulada puede estar toda la vida siendo víctima de su manipulador.
Una persona manipuladora puede llegar a alimentarse de la energía positiva de su manipulado/a y aunque aparentemente la persona manipulada necesite de ayuda psicológica para deshacerse del “parásito”, es el manipulador el que seguramente necesite de ayuda psicológica.
Pero hay que dejar claro que no todo el mundo sirve para manipular a las personas ni a todo el mundo le gusta hacerlo. Para ello hay que ser inteligente y tener buena memoria ya que se deben tener en cuenta muchos aspectos. Estos aspectos deben estar dominados a la perfección para que la manipulación sea efectiva y la persona manipuladora pueda conseguir su objetivo.
Todos alguna vez nos hemos topado con un manipulador/a y hay que tener una buena fuerza mental y una gran autoestima para no caer en su red.
Una persona manipuladora intentará que dudes de tus capacidades y que te sientas inferior a él o a los demás y su gran fortaleza es la facilidad de manejar las emociones haciéndote, en muchas ocasiones, tener un gran sentimiento de culpabilidad.
Como resumen podemos decir que las características de un manipulador son las siguientes:
  • Especialistas en detectar los puntos flacos de los demás.
  • Nunca se detienen hasta conseguir lo que quieren.
  • En sí, la manipulación es una fuerza poderosa y por ello, necesitan cada vez más de ese poder, por lo que pueden no tener límites. Es como una droga.
  • Son personas con necesidad de control y de superación (necesitan sentir que son superiores a los demás).
Pero no todos los manipuladores son iguales, hay una gran diversidad de ellos, aquí vamos a indicar las características de algunos.

El narcisista que desprestigia

Es una persona que cree en su perfección, nunca se equivoca así que siempre te hará sentir que estás equivocado y hará resaltar tus defectos.

El maquiavélico

Suele ser retorcido, cambia tus palabras o su sentido y conseguirá que desees no haber hablado, llegando incluso a hacerte sentir muy mal, pues se las arreglará para hacer ver que has hecho daño a otra persona. Puede conseguir que los demás también se lo crean.

El agresivo

Esta persona hace ver su fuerza con agresividad, por lo que consigue que los demás cedan a sus necesidades o deseos para ahorrarse el amargo trago de enfrentamientos físicos o verbales. Estos enfrentamientos le generan a la víctima un alto nivel de ansiedad al sentir esa amenaza inminente, siendo así más proclive a la manipulación. 

El “pelota”

Este manipulador se va a servir de ti subiéndote el ego y haciendo que te sientas superior. Consigue que hagas todo aquello que desea metiéndote en tu consciente la idea de que tienes que hacerlo ya que él es incapaz. Puede llegar a agotarte en la dura tarea de hacer todo lo que él no quiere hacer. 

Una pobre víctima de la vida

Reconocerás a este manipulador porque siempre te contará todo lo malo que le pasa, que por lo general es “todo”. Es la persona con menos suerte en esta vida y todos abusan de él. Se aprovechan de la lástima que sientes por él para obligarte a hacer lo que quieren. 
A estas alturas seguro que has reconocido a más de uno de tu entorno. 
Y es difícil pero prioritario para nosotros mismos reconocerlos a tiempo y apartarnos de ellos, o al menos conseguir no ser su víctima. Para ello deberemos siempre tener nuestras propias prioridades, defendernos emocionalmente e incluso si es necesario físicamente, saber decir “no” sin sentirnos culpables y sobre todo respetarnos a nosotros mismos más que a nadie.
Tenemos que notar conscientemente el intento de manipulación, no es que estemos siempre pendientes y de ser mal pensadores, pero sí haber ejercitado la idea de que tenemos derechos que no se deben traspasar o violar.
Si estamos seguros de nuestros derechos será más difícil que nos consigan manipular, y si nos sentimos menospreciados en alguna ocasión debemos reaccionar rápidamente poniendo las cosas en su sitio. 
Pensar es bueno siempre, así que antes de realizar alguna solicitud reflexiona, la gran mayoría de las manipulaciones se hacen con la presión del tiempo, el manipulador siempre intenta meterte prisa.
No hay que dejar que nadie invada nuestro espacio personal y con ello nuestras emociones, así nadie nos podrá hacer daño.
Sobre todo, y lo más importante si caes en las redes de un manipulador, no te sientas mal, lucha por salir de esas relaciones tóxicas y siempre pensando que tú no has tenido la culpa.
Y no dudes nunca de tus ideas, estos “ácaros sociales” son muy hábiles al interpretar la comunicación no verbal y utilizarán sus artes persuasorias para anularte. 

Cintia de la Paz

lunes, 14 de enero de 2019

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