TRADUCCIÓN

domingo, 18 de noviembre de 2012

DESVELADO EL SECRETO DE PRIM

El cuello y la nuca del cuerpo momificado del general Prim presentan profundos surcos "compatibles con rastros de una estrangulación por medio de correa o banda de cuero", según asegura un adelanto de las conclusiones del estudio efectuado en el hospital Universitario de San Joan, de Reus, por la Comisión multidisciplinar Prim de Investigación de la Universidad Camilo José Cela de Madrid.
"El estudio médico legal del cadáver del general Prim –dice el primer informe-, se encuentra, en estos momentos, en un punto crucial desde la perspectiva histórica ya que se han encontrado evidencias compatibles con lesiones externas por estrangulamiento a lazo". Estas lesiones están siendo estudiadas y valoradas por la doctora María del Mar Robledo Acinas y por Ioannis Koutsourais, ambos investigadores de la Comisión Prim.
María del Mar Robledo es doctora en Medicina Legal y Forense, especialista en Antropología Forense e investigación criminal y directora del laboratorio de Antropología Forense y Criminalística de la UCM. Ioannis Koutsourais es especialista en Antropología Forense e Investigación Criminal, así como fotógrafo científico.


Un surco en el cuello

Los expertos han encontrado, en el examen externo del cadáver momificado del general, un surco desde la parte posterior del cuello que presenta continuidad hasta la zona delantera y desde donde parte otro en dirección posterior y ascendente. Estas marcas, en principio, son compatibles con las descritas por diferentes autores de literatura médico legal (Balthazard, Simonín, Concheiro y Suárez Peñaranda, López Gómez y Gisbert, Di Maio).
No obstante, es importante descartar que se trate de marcas producidas por un artefacto postmortal, así como establecer la diferenciación de un surco producido por un objeto de los pliegues que de forma generalizada presentan los cuerpos momificados.
Podría decirse que, con esto, el gran misterio criminal del siglo XIX, al que se han aplicado las técnicas más avanzadas del siglo XXI, quedaría resuelto, 142 años después de perpetrado. "En el caso que nos ocupa –sigue el adelanto de las conclusiones-, se cuenta con la ventaja de que el cuerpo se encuentra en un extraordinario estado de conservación, la momificación completa del cadáver, siendo este un proceso de los denominados Procesos conservadores del cadáver y que se caracteriza por una deshidratación intensa del cuerpo", asegura.
Además, añade que "para que un cadáver se momifique de manera espontánea influyen las condiciones ambientales, el sexo del individuo y la causa de la muerte, por ejemplo, una muerte que ha cursado con grandes hemorragias favorece la momificación, recordemos las importantes lesiones por armas de fuego que presenta el cadáver del general Prim y la elevada pérdida de sangre a consecuencia de estas lesiones que se evidencian en las ropas que llevaba en el momento de sufrir el atentado. La conservación permite el estudio de las lesiones que presenta el cadáver, tanto externas como internas a nivel óseo".

Rematar al presidente

En manos de sus asesinos, aunque estaba en su casa, parece que éstos decidieron rematar al presidente del Consejo de Ministros aprovechando que estaba indefenso en la cama donde agonizaba. Así lo afirma el adelanto de las posibles conclusiones de la investigación multidisciplinar que cambiaría todo lo conocido acerca de este acontecimiento histórico.
Prim era masón y como tal fue enterrado bajo un rito masónico que podría incluir ponerle ojos de cristal, un elemento extraño y nunca antes encontrado en los restos de un cuerpo momificado de estas características. Por eso ahora parece mirar con los ojos abiertos y su piel ha adoptado la consistencia del cuero negro brillante. En la parte de la nuca y cuello, de una forma profunda, resultado de una enorme presión, se distinguen grandes surcos y marcas compatibles con una muerte por asfixia mecánica en un proceso de estrangulación a lazo con banda de cuero.
Los surcos presentan pliegues cutáneos verticales propios de esta clase de homicidio y en general las marcas "antemortem" coinciden con la literatura científica consultada. Los antropólogos forenses de la Comisión Prim han contrastado científicamente lo que parece confirmarse, y que nunca se ha investigado bastante hasta ahora. Por eso, la comisión universitaria, convertida en un acto docente, quiere mostrar un adelanto de lo encontrado mostrando la verdad en exclusiva mundial, en lo que es una demostración del poder de la ciencia contra el crimen.

El atentado

El general Prim, el hombre más poderoso de aquella época, presidente del Consejo de Ministros y Ministro de la Guerra, fue herido gravemente en la calle del Turco (hoy Marqués de Cubas), pasadas las siete de la tarde del 27 de Diciembre de 1870. Fue atacado por una docena de sicarios armados con pistolas, trabucos y escopetas de avancarga, que le produjeron un enorme boquete en el hombro izquierdo, otra importante herida en el codo del mismo lado y una tercera en la mano derecha, que le amputó parcialmente el dedo anular y afectó los metacarpianos.
Probablemente inconsciente, el valiente general, tres veces premiado con la laureada de San Fernando, la más alta condecoración militar, fue trasladado por el cochero y sus ayudantes, Nandín y Moya, al palacio de Buenavista, donde residía y que era la sede del ministro de la Guerra; ahora es el cuartel general del Ejército, en Cibeles, Madrid.
Aunque cuenta la versión oficial que subió a pie las empinadas escaleras del edificio es probable que fuera transportado por los citados que le acompañaban y depositado en un sofá, o cama, en el que debió ser extendido mientras se desangraba a chorros por sus heridas. En su casa, aunque en manos de sus enemigos, éstos debieron observar en las primeras curas que no había sido alcanzado en ningún órgano vital y no fiaron el buen fin de su acción a la hemorragia, sino que debieron decidir asegurarse de que Prim no podría reponerse de sus heridas. Dado que no había muerto en la misma calle del Turco, como estaba previsto, uno de los sicarios de los poderosos instigadores del crimen, debió rematarle en el propio lecho de agonía para asegurarse de que el hombre que había sido acechado tres veces en los últimos tres meses, no habría de escapar esta vez.

La conspiración

Mientras, el nuevo rey Amadeo de Saboya ya había puesto pie en Cartagena y se dejaba conducir por quienes habían tomado el poder, tras la desaparición de Prim. Amadeo I es recibido en el puerto por el almirante Topete, partidario de Antonio de Orleans, duque de Montpensier, que pretende el trono de España, al que el sumario apunta como presunto máximo autor intelectual del crimen y financiero de los diversos intentos de magnicidio sufridos por Prim.
La versión oficial indica que Topete va a recibir a Amadeo I por orden de Prim, pero como puede imaginarse esto no es posible. Lo más probable es que fuera enviado por el general Francisco Serrano, el regente, el de la calle Serrano de Madrid, también montpensierista, que acabaría en muy poco tiempo asumiendo todos los cargos de Prim: la presidencia del Consejo de Ministros y el Ministerio de la Guerra. Desde su "jaula dorada", donde representaba al Jefe del Estado pero no mandaba nada, vuelve al meollo del poder recuperando su protagonismo e influencia.

El análisis forense

Los antropólogos forenses de la Comisión Prim han averiguado otros muchos detalles sobre el curso de las heridas y los que debieron ser los últimos instantes de vida del general con el análisis de la momia desvestida para ser analizada en el hospital Universitari de Reus. Allí se le hizo una endoscopia, se le introdujo en un TAC y se le tomaron radiografías, además de un minucioso análisis macroscópico, con las técnicas más avanzadas del siglo XXI. Así se ha configurado un retrodiagnóstico criminológico que nos explica una parte desconocida y convertida en leyenda de nuestra propia historia.
La Comisión de Investigación Prim, de la Universidad Camilo José Cela, promovida por el Departamento de Criminología es una comisión multidisciplinar de la que forman parte relevantes doctores y profesores de las universidades Rovira y Virgili, Granada, Complutense y Valencia, además de la UCJC. Todos ellos han actuado acompañados y ayudados por alumnos, haciendo de esta investigación un importante acto docente.
En el seno de la Comisión hay criminólogos, historiadores, médicos, biólogos, antropólogos forenses y juristas que pretenden poner la investigación universitaria a la vanguardia y analizar los resultados de una completa investigación, que empezó examinando cada uno de los folios del sumario olvidado de Prim, continuó con la revisión criminalística de los efectos conservados en el Museo del Ejército, y concluye con el análisis, en Reus, de la momia del general que ha proporcionado datos sorprendentes.

Los enemigos de Prim le suplantaron y tomaron decisiones en su nombre. La gravedad de la herida del hombro reafirma esa posibilidad y avala esta teoría. El propósito de la Comisión Prim de la Universidad Camilo José Cela que presido era demostrar que según sugieren numerosos indicios históricos, desde el mismo momento en el que el general Prim recibió el trabucazo a quemarropa en la calle del Turco, dejó de contar para la historia. Lo más probable es que muerto o medio muerto, fuera incapaz de ponerse de pie y hablar.
Además, en el estudio macroscopio del cuerpo embalsamado de Prim, que se conserva perfectamente en Reus, los antropólogos forenses encontraron sorpresivamente pliegues, marcas y surcos que son compatibles con una estrangulación a lazo.
Pero, ¿realmente fue un estrangulamiento o se trata de la marca producida por un artefacto postmortal? Esta es la pregunta que se hacían la Dra. María del Mar Robledo Acinas y el fotógrafo científico Ioannis Koutsourais, investigadores de la Comisión Prim.
Durante el estudio externo del cadáver, ambos observaron unas marcas compatibles con lesiones externas por estrangulamiento a lazo. Estas marcas se presentan en forma de surco, desde la parte posterior del cuello que observa continuidad, hasta la zona delantera, y desde donde parte otro surco en dirección posterior y ascendente.
Las "marcas", en principio, son compatibles con las descritas por diferentes autores de la literatura médico legal (Balthazard, Simonín, Concheiro y Suárez-Peñaranda, López Gómez y Gisbert, Di Maio) como lesiones externas de un tipo específico de asfixia mecánica: estrangulamiento a lazo ó con ligadura.
Según se supone, avisados por los médicos que reconocieron a Prim, los instigadores del asesinato supieron que existía una posibilidad de que el general pudiera recuperarse, aunque quedara inútil del brazo izquierdo.
Asustados por la "baraka (suerte) que solía tener Juan Prim y el hecho de haber salido indemne de muchas batallas, así como haberse repuesto de graves heridas, lo que daba noticia de su naturaleza fuerte y luchadora, se propusieron acabar con su suerte. Tal vez por eso decidieron no darle otra oportunidad, ordenando a uno de los sicarios que lo estrangulara. Eso es lo que parecen indicar los surcos hallados en torno a la nuca y el cuello. Donde como dicen los profesores de investigación criminal de la UCJC, queda impresa "en negativo" las características del arma utilizada, en este caso una correa o banda de cuero.
"Dada la importancia del hallazgo, se hace imprescindible descartar cualquier otra posibilidad de que dichas marcas se deban a cualquier otro proceso", precisan los investigadores.
Lo primero que han descartado ha sido que los surcos sean debidos a la presión ejercida en el cuello por la ropa que llevaba puesta el cadáver del general Prim. Estudiando tanto la camisa en esa zona, así como el corbatín (como puede verse en las fotos)
queda descartada la hipótesis de que el surco que presenta el cadáver haya sido producido por las mismas.
Gamero y Lucena, refiriéndose a las lesiones producidas en muertes por ahorcamiento consideran que "el surco de la estrangulación dejado por la compresión del lazo sobre la piel del cuello, se ha de considerar como la lesión principal y característica de esta variedad de asfixia mecánica".
Por otro lado, la continuidad que presenta el surco, así como la profundidad, no son compatibles con los pliegues que de forma generalizada presentan los cuerpos momificados. No obstante, los forenses continúan valorando otras posibilidades, entre ellas, por ejemplo, que dichas marcas sean producto del embalsamamiento.
La Dra. María del Mar Robledo Acinas es Doctora en Medicina Legal y Forense, Especialista en Antropología e Investigación Criminal, Experta en Criminología y Directora del Laboratorio de Antropología Forense y Criminalística de la UCM y Ioannis Koutsourais es especialista en Antropología Forense e Investigación Criminal. Ambos forman parte de la Comisión Prim de la UCJC y junto conmigo, están especializados en el estudio de muertes violentas.
La momia de Prim tiene los ojos abiertos. Son de cristal y tienen una calidad que impresiona. Nadie que conozca ha visto nunca nada igual. El general parece que va romper a hablar. Y lo cierto es que su cuerpo es portador de un mensaje como el de una botella, que ha transportado a lo largo del tiempo. Ciento cuarenta y dos años después nos cuenta que sufrió el martirio de ser asesinado, como en una tragedia de Shakesperare, a manos de los criminales más poderosos que soñarse se pueda y que no pudieron rematarle en la calle del Turco, pero que acabaron con él mezquinamente en su propia cama, herido e indefenso.
El promotor fiscal Joaquín Vellando hizo todo lo posible porque la justicia viajara en el tiempo en legajos de papel que han sufrido toda clase de expolios y manipulaciones pero que han cumplido su último servicio: transmitirnos la verdad desde el siglo XIX. La Comisión de Investigación Prim de la Universidad Camilo José Cela estábamos allí para recogerla.
El general Prim llegó al palacio de Buenavista, en Cibeles, donde residía, a toda carrera de los caballos, desfallecido. Sangrando por el hombro izquierdo, en el que había recibido una especie de cañonazo a quemarropa, probablemente con un arma que entró por la ventana de la berlina y que hizo un solo disparo, con nueve impactos o postas. El golpe debió ser brutal, con una sacudida que debió provocar semiinsconsciencia. La autopsia describe la herida como de seis centímetros de diámetro, lo que significa aplastamiento o rotura de vasos y con posibilidad muy grande de afectar a las arterias subclavia y humeral.
El forense Aitor Curiel López de Arcaute, médico y criminólogo, el más joven de los forenses de la Comisión Prim, ya adelantaba en sus conclusiones provisionales que eso debió impedirle el desplazamiento en bipedestración y también quitarle la facultad de hablar, que quiere decir que no pudo subir las empinadas escaleras del palacio chorreando sangre, ni decirle a su familia que no se preocupara que las heridas no tenían importancia. A la luz de la ciencia, Prim debió ser bajado del coche entre dos o tres personas. Sangraba, no podía hablar y era la máxima autoridad. Hubo unos momentos de auténtico pánico. Por cierto que debajo de la ropa no llevaba cota de malla.
A los pocos minutos no obstante, se presentó en la estancia el general Francisco Serrano Domínguez, el regente, el número uno del Estado, aunque en realidad no tuviera poder alguno mientras mandara Prim, quien dispuso la atención inmediata del herido. Le acompañaba el almirante Topete, o llegó poco después, también partidario de Montpensier, el gran enemigo de Prim. Los médicos que le vieron hicieron un reconocimiento superficial. Eran militares y en seguida se dieron cuenta de que no había órganos vitales afectados. Las heridas eran importantes, pero dependiendo de la pérdida de sangre, el herido podría salir de esta.
Procedieron a taponar la herida principal con hilas y emplasto y colocaron apósitos en las otras, en el codo izquierdo y la mano derecha. A Prim habían intentado matarle en Octubre, luego una segunda vez en Noviembre y por fin, la tercera, en Diciembre. Allí en su casa, en el lecho de muerte, quién hubiera podido decirlo, estaba en manos de sus enemigos.


El juez instructor de la causa no fue autorizado a ver al herido. Dicen que estuvo tres días agonizante, pero no hubo ni un minuto para que su señoría lo interrogara, aunque según los manuales de historia en su habitación de herido doliente entró todo el que quiso, comentando con él no solo los detalles del atentado, sino temas de política general. Se hace difícil creerlo. Llegó un momento en el que ni a los médicos les dejan visitar al herido. No quieren que se descubra el verdadero estado de Prim. Es difícil aceptar que los partes corresponden a días diferentes, más bien suponen unas declaraciones ante el juez para cubrir el expediente, en el que faltan toda clase de datos médicos.
Los investigadores de la Comisión Prim revisaron minuciosamente toda la ropa que vestía el general hasta estar seguros de poder descartarla como causante de los surcos. Entre ella, alguna sorpresa como las iniciales bordadas en los calcetines: "C.R", ¿cómo es posible que al general lo enterraran con los calcetines de otro? Pero no. Resulta que las iniciales corresponden a uno de sus nombres de la masonería: "Caballero Rosacruz". La camisa está cortada, porque cuando se la pusieron el cuerpo debía estar rígido, es decir haber transcurrido mucho tiempo desde el momento del fallecimiento.
Una vez comprobado que no había sido herido en la cabeza ni en el corazón, había peligro de que pudiera recuperarse y sus mortales enemigos estaban allí para impedirlo. Uno de los muchos sicarios contratados por los asesinos intelectuales debió estrangularlo, con un cinturón, que dejó profundas marcas en el cuello y la nuca. Debió ser un hombre muy fuerte, con grandes músculos en los brazos que provocó enormes rastros antemortem, logrando el fallecimiento por asfixia en pocos minutos.
Luego todo fue muy sencillo: se puso yb guardia a la puerta de la habitación y se avisó a la familia de que el general había muerto, pero no convenía hacerlo público todavía, para que "los asesinos" no cantaran victoria.
El general Francisco Serrano, si no fuera responsable del asesinato de Prim por activa lo sería por pasiva, puesto que estaba bajo su protección y bajo ella lo estrangularon. Serrano estaba en el palacio de Prim, tomando decisiones en su nombre y su primer deber era proteger al herido.

El sospechoso Serrano

Francisco Serrano, nacido el 17 de diciembre de 1810, llegó a ser Regente, Presidente del Consejo de Ministros y último Presidente de la Primera República Española. El primer amante de la reina Isabel II, que le llamaba "El general bonito". Se hizo inmensamente rico como capitán general de Cuba con el tráfico de esclavos y recibió el Toisón de Oro y el título de Duque de la Torre, con grandeza de España, por haber sofocado con un gran baño de sangre el pronunciamiento de los sargentos de artillería del cuartel de San Gil, donde "la de los tristes destinos" (Isabel II), pedía mayor castigo, hasta que O’Donnell dijo basta: "Señora, si seguimos, la sangre llegará a su cuarto y acabará ahogándola".
Serrano era un ambicioso insaciable y había empujado a Prim hacia la cumbre militar, mientras le había interesado. Pero en ese momento se encontraba preso en la jaula de oro de la Regencia, donde no mandaba prácticamente nada y asistía desesperado a la refundación de la monarquía que llevaba a cabo Prim sin consultarle.
Además, chaquetero constante, con Espartero y contra Espartero, partidario de Narváez y de Prim, en la Vicalvarada y en la Unión Liberal, se hizo montpensierista acérrimo y luego, muerto Prim, colaborador íntimo de Amadeo de Saboya, ocupando los cargos que dejó su viejo rival.
Siempre se ha sospechado de Serrano como uno de los asesinos de Prim, pero pocos son los autores que se han atrevido a señalarlo, entre ellos están los dos catalanes de Reus, Pere Angera, catedrático de Historia de la Universidad Rovira y Virgili y el escritor José María Fontana Bertrán.
En el Sumario Serrano está en el punto de mira desde el primer momento, a través de su hombre para los asuntos sucios, José María Pastor. Además aquí y allá se le imputa: en las habladurías de la época, a través de las indiscreciones de su esposa, su prima Antonia Domínguez y Borrell, hija de los marqueses de San Antonio, dama de mucho fuste que protagonizó un feo episodio de boda de su hijo, que sufría de impotencia, con la hija de una rica viuda de donde los duques de la Torre son acusados de sacar una sustanciosa dote dejando a la casada sin fortuna. También en las caricaturas de la revista La Flaca, donde el espíritu atormentado de Prim señala a Serrano como autor de su muerte.

Francisco Pérez Abellán

OTRO ESTUDIO QUE CONTRADICE LO ANTERIOR
  • El general Joan Prim murió por la complicación infecciosa de las heridas de bala tras su atentado, el 27 de diciembre de 1870.
    El general Prim no murió estrangulado sino a consecuencia de las heridas de bala que sufrió en el atentado del 27 de diciembre de 1870, según un estudio de su momia elaborado por expertos de la Universidad Complutense de Madrid y de la de Alcalá presentado hoy.
     
    Las marcas que presenta en el cuello el cuerpo embalsamado del que fue presidente del Gobierno español de septiembre de 1869 a diciembre de 1870 se corresponden "con fenómenos post-morten, en relación con la presión ejercida de forma prolongada tras la muerte por elementos de la vestimenta".
    Ni en la exploración externa ni en el TAC practicado al cadáver se ha encontrado "ningún elemento" que indique "la existencia de una violencia ejercida en vida sobre la zona cervical", según determinan en su informe los expertos de las Facultades de Medicina de la Complutense y de la Universidad de Alcalá de Henares que examinaron el cadáver el pasado 23 de noviembre en Reus (Tarragona), donde se encuentra.
    "A nivel cervical se observa integridad de todas las estructuras anatómicas, sin lesiones en la laringe ni en el cartílago hioides y (...) sin signos de edema o hemorragia", lo que hace descartar la teoría del estrangulamiento por lazo que defienden científicos de la Universidad Camilo José Cela.
    Ratifican estas conclusiones con los resultados obtenidos de la tomografía axial computada (TAC) practicada a la momia de Prim el 29 de septiembre de 2012 por el director del servicio de radiología del Hospital Universitario Sant Joan de Reus, el doctor José Ángel Abreu, quien tampoco encontró "signos radiológicos de aplastamiento de la laringe".
    Los resultados de esta prueba confirman, al igual que el examen de los expertos de las dos universidades madrileñas, que el entonces presidente del Gobierno sufrió "una herida grave por arma de fuego en el hombro izquierdo y la mano derecha", tras lo que cayó sobre el brazo izquierdo.
    A consecuencia de los balazos y la caída, "los trayectos vasculares cercanos pudieron sufrir una laceración traumática, produciéndose en cualquier caso un intenso sangrado con muy probable shock hemorrágico y por dolor".
    Las conclusiones del informe multidisciplinar de estas dos universidades, encargado por la Sociedad Bicentenario Prim, discrepan de las alcanzadas también este año por científicos de la Universidad Camilo José Cela, quienes consideran que los surcos y marcas en el cuello de la víctima eran "compatibles con una posible estrangulación a lazo".
    Este equipo de expertos determinó que los surcos en el cuello "encajan así en una necesidad de los asesinos de Prim de no permitir la recuperación del mismo, del que asustaban tanto su fortaleza física como su fortuna de salir indemne".
    El general Prim viajaba en un coche de caballos el 27 de diciembre de 1870 cuando fue víctima de una emboscada en la madrileña calle del Turco, recibiendo balazos en el hombro izquierdo y la palma de la mano derecha, de la que perdió el cuarto dedo.

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